Ernest promete ser Pasqual

TV-3 convirtió su debate en una lucha de los candidatos contra el cronómetro, encorsetándolos de tal forma que cualquier mínimo atisbo de polémica quedó ahogado en la premura del tiempo. Las dos horas largas de frases previsibles sirvieron, al menos, para comprobar que solo dos de los aspirantes creen ciegamente en los sondeos. Uno es Jaume Collboni, que se apoyó en las predicciones de las encuestas para presentarse como alcalde ‘in pectore’. El otro fue Ernest Maragall, al que la demoscopia le vaticina un triste final de carrera; tal vez por eso, como último recurso, prometió hacerlo tan bien como su hermano Pasqual.

El candidato de ERC se había limitado hasta la fecha a resaltar la obviedad de que él también se apellida Maragall, pero en su último minuto pisó la línea roja. Quizás lo hizo como irreprimible reacción al hecho notorio de que, en esta campaña, el PSC, su antiguo partido, ha buscado capitalizar abiertamente el legado de los mejores alcaldes que dieron a Barcelona sus mejores años. Fuera por esto o movido por las urgencias de resurgir en los sondeos, el Maragall de ERC dejó dicha la frase de la noche en el último suspiro.

El resto del debate, sin sorpresas. Ada Colau resistió estoicamente las embestidas generalizadas del resto de aspirantes, incluidas las de su socio, limitándose a decir que habrá más tazas del mismo caldo. El socialista soportó sin mayor problema la contradicción, resaltada por todos, de haber gobernado con una alcaldesa a la que quiere substituir, sin entrar de lleno en las razones, salvo en una arrancada para reivindicar su gestión en la salvación del MWC o de la Copa América. Los ‘outsiders’ buscaron afanosamente la frase afortunada, rozando más la demagogia que la creatividad. Y Xavier Trias, en su papel de simpático y campechano aspirante a regresar a la alcaldía exhibió una memoria muy selectiva. El candidato de Junts recuerda su mandato como algo estupendo, aunque no lo sería tanto cuando los electores le privaron de la reelección en 2015.

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