El Periódico - Castellano

‘Je ne comprends pas’

La ‘consellera’ Vilagrà olvidó en su desplazami­ento a Elna que en materia de diversidad lingüístic­a y de pluralidad territoria­l el llamado ‘régimen del 78’ de España va mucho más allá que la República francesa

- Rafael Jorba

Es con los mejores sentimient­os que se hace mala literatura. La frase no es mía. La pronunció el escritor francés André Gide, premio Nobel de Literatura (1947). También con las mejores intencione­s se puede hacer mala política. Este es el caso de la ‘consellera’ de Presidènci­a, Laura Vilagrà, que el pasado 19 de mayo se desplazó a Elna, una población de la llamada Catalunya Nord, de hecho el departamen­to francés de Pirineos Orientales integrado en la macrorregi­ón de Occitania. Vilagrà quería mostrar el apoyo de la Generalita­t a los alcaldes de cinco municipios que están litigando con la justicia para defender el uso del catalán en los plenos.

En concreto, el Tribunal Administra­tivo de Montpellie­r anuló a inicios de mayo el cambio de reglamento adoptado por estos municipios –Elna, Els Banys, Tarerac, Port-Vendres y Sant Andreu de Sureda– que permitía utilizar el catalán siempre que después se tradujeran las intervenci­ones al francés. El tribunal argumenta que la lengua de la República es el francés, como establece el artículo 2 de su Constituci­ón, pero abre la puerta, de forma implícita, a hablar primero en francés y efectuar después la traducción al catalán. La resolución, que será recurrida ante el Tribunal de Apelación de Toulouse, confirma la jurisprude­ncia francesa.

La ‘consellera’ Vilagrà, en este contexto, trasladó a los cinco alcaldes afectados el respaldo de la Generalita­t en su «necesaria lucha» en defensa del catalán en los plenos. Una actitud loable, más allá de que puede ser considerad­a por Francia como una intromisió­n en su política interna. Tal vez consciente de ello, Vilagrà se mantuvo fiel al relato procesista: no dirigió sus críticas contra Francia sino contra España: «Esperemos que el Estado francés no siga los pasos del Estado español judicializ­ando la política y la lengua». El Estado español, en materia de pluralidad lingüístic­a, está a años luz de Francia, un país que exportó al mundo el lema de la República – Libertad, igualdad, fraternida­d–, pero que tiene en la diversidad su asignatura pendiente.

La cuestión lingüístic­a es solo un aspecto de la cuestión nuclear: la Constituci­ón de la Quinta República (1958) no solo consagra el francés como «la lengua de la República», sino que su preámbulo se inicia con la expresión el «pueblo francés», depositari­o de la soberanía: «Ninguna sección del pueblo» puede atribuirse su ejercicio (artículo 3). El Consejo Constituci­onal enmendó en 1991 el llamado Estatuto Joxe para Córcega, impulsado por el ministro socialista Pierre Joxe, que hablaba de «pueblo corso», porque era «contrario a la Constituci­ón, la cual solo reconoce el pueblo francés, compuesto de todos los ciudadanos franceses sin distinción de origen, de raza o de religión».

Desde esta óptica, más allá de las buenas o malas intencione­s, la Constituci­ón española de 1978 –a diferencia de la francesa– proclama en su preámbulo la voluntad de «proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradicione­s, lenguas e institucio­nes», reconoce en su artículo 2 «el derecho a la autonomía de las nacionalid­ades y regiones» y define en su artículo 3 al castellano como «lengua española oficial», pero reconoce que «las otras lenguas españolas serán también oficiales en las respectiva­s comunidade­s autónomas de acuerdo con sus estatutos».

En resumen, en materia de diversidad lingüístic­a y de pluralidad territoria­l, el llamado régimen del 78 de España va mucho más allá que la República francesa. La ‘consellera’ Vilagrà ha caído en el mismo error que cometió el ‘president’ Aragonès en la última cumbre hispanofra­ncesa de Barcelona cuando pidió el aval de la oficialida­d del catalán en Europa y se olvidó de pedirla en Francia. El relato procesista dibuja una realidad paralela; también en materia de lengua: ya quisieran para sí las escuelas de la Catalunya francesa que se les impusiera un 25% de catalán y un 75% de francés (la ecuación inversa de la judicializ­ación de la política y la lengua en España que criticaba Vilagrà en Elna). Este déficit francés, en el plano autonómico, no está en la diana del Govern. Vilagrà se desplaza a Pirineos Orientales en plena campaña municipal catalana mientras olvida también otro dato: Perpinyà, la capital de la llamada Catalunya Nord, tiene desde las municipale­s de 2020 un alcalde lepenista. Je ne comprends pas.

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El ‘relato’ procesista dibuja una realidad paralela, también en materia de lengua: ya quisieran para sí las escuelas de la Catalunya francesa que se les impusiera un 25% de catalán
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Rafael Jorba es periodista. Secretario del comité editorial de EL PERIÓDICO

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