El Periódico - Castellano

Márquez, más difícil todavía

El Mundial de motociclis­mo se prepara para iniciar un año especial, en la temporada en que Marc Márquez se subirá por primera vez a una Ducati para volver a ganar. El reto es imponente.

- Emilio Pérez de Rozas

Es posible, y no me importa que sea así, que piensen que les voy a hablar de algo que ya saben. Puede, incluso, que me recuerden, con la boca pequeña, que ya se lo he contado mil veces. No me importa. Estamos ante uno de los momentos más importante­s de la historia del motociclis­mo, en el instante en que Marc Márquez Alentá, ocho veces campeón del mundo, se sube a una Ducati tras abandonar Honda e intenta volver a ganar. Los italianos dicen que les recuerda al cambio protagoniz­ado por el mítico Giacomo Agostini, en 1973, cuando dejó su amada MV Augusta y se fue a ganar con la Yamaha.

El reto que ha abrazado Márquez, que ha dejado desconsola­do a Alberto Puig, piloto, forjador de campeones y que hizo lo posible y lo imposible para que siguiese en Honda, es tremebundo pero perfectame­nte comprensib­le: Márquez lleva sufriendo cuatro años, arrastrand­o lesiones y más lesiones, operacione­s que nadie se hubiese hecho, lleva más de dos años sin ganar (su último triunfo en MotoGP data de Misano 2021) y ha decidido algo que le convierte en lo que siempre ha sido, un guerrero, alguien que solo entiende este deporte por y para ganar. Y ha decidido ponerse a prueba.

Solo les contaré que Davide Tardozzi, uno de los jefazos de Ducati y un auténtico enamorado, como Puig, del arrojo y coraje del mayor de los Márquez, dijo en 2019, cuando MM93 arrasó en el Mundial, a los mandos de la Honda: «Marc es un campeón grandioso porque no se cansa de aprender y eso es lo que más me impresiona de él. No acepta ser solo buenísimo, siempre quiere ser mejor y eso le hace ser aún más bueno. Y no, no es aburrido que gane siempre, porque nosotros siempre intentarem­os derrotarle. Y, cuando lo consigamos, será la gloria infinita».

Viacrucis inimaginab­le

Y eso fue lo que ocurrió. Márquez, cautivado por la competitiv­idad de la Ducati, incluso la de 2023 que es la que pilota él este año, ha decidido afrontar el reto de saber si, a los 30 años, es aún capaz de estar delante, de pelear por el podio, de ganar y hasta de conquistar su noveno título después de vivir un viacrucis inimaginab­le.

Márquez es tan bueno, tan fuerte de cabeza y físico, su pilotaje tan portentoso, que el paddock entero cree que este muchacho, al que muchos considerar­on loco durante mucho tiempo por tratar de domesticar una Honda salvaje, puede salirse con la suya.

«Tú solo tienes que poner en sus manos una moto competitiv­a, ni siquiera hace falta que sea la mejor, y sentarte a ver lo que él hace: fliparás»,dice Santi Hernández, el ingeniero con el que ha ganado el 80% de sus títulos el chico de Cervera. «Marc es portentoso, único», explica Guim Roda, técnico que domesticó a Márquez, a los 9, 10 y 11 años. «Y lo es porque hay muchos, niños y jóvenes pilotos, que son rápidos, muy rápidos, pero ninguno sabe por qué es rápido. Marc no solo lo sabe, sino que te lo explica a las mil maravillas». Es evidente que para conseguir sus metas, Márquez necesitará aquello que Ángel Viladoms, antiguo presidente de la Federación Española de Motociclis­mo, definió como «un culo privilegia­do». «Marc tiene un trasero repleto de sensores con los que sabe, a la perfección, sin margen de error, qué le ocurre a la moto en cada segmento del circuito. No importa el trazado, la inclinació­n de la curva, la climatolog­ía, la velocidad o el riesgo que asuma, Marc va procesándo­lo todo para contárselo a sus ingenieros y preparar la moto para ganar». El problema de Marc, explican todos los que han trabajado con él, es que solo le interesa ganar. Y en eso está. Sabe que hoy mismo, en Malasia, ha iniciado un «más difícil, todavía». Pero le gusta, lo admite, lo afronta. Después de haber sufrido tanto, tanto, puede que hasta le parezca una empresa fácil.

Vuelve ‘Il Cannibale’

«Este loco pequeño –explica Àlvar Garriga, compañero de Roda cuando educaban a la bestia– se pasaba el día llorando… si había perdido. No había forma humana de consolarlo. Para Marc, ser segundo era descender al infierno. Yo le decía: ‘Vale, Marc, acepto que para ti, esto no sea un juego, es tu pasión pero, que lo sepas, en el deporte, se pierde más que se gana».

No en el deporte que practica Marc. Il cannibale, como lo llaman en Italia, ha vuelto desde la Clínica Mayo Medical School, de Rochester (Minnesota, Estados Unidos), donde le hicieron añicos el húmero derecho para reconstruí­rselo, para volver a ganar. O, como poco, intentarlo. Si no lo logra, se irá. Ha decidido ponerse a prueba. Y lo ha hecho dos días después de que falleciese el abuelo Ramon, a punto de cumplir los 93 años, el número mágico de la familia, el abuelo que le pedía que lo dejase porque le hacía sufrir.

Su primer día con la Ducati no fue para tirar cohetes, pero fue como él se lo había imaginado. Fuimos los demás los que habíamos soñado. Marc no quiere ser primero el primer día; Marc quiere ser primero el último día del año, el de la fiesta de Valencia. ■

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Marc Márquez, ayer.
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