El Periódico - Castellano

«Prefiero estar en Barcelona»

El Departamen­t de Drets Socials estudia los relatos de los niños migrantes rescatados en Canarias para saber si hay negligenci­a de otras comunidade­s autónomas o mafias detrás del aumento repentino de llegadas espontánea­s a Catalunya.

- ELISENDA COLELL

Son las nueve y media de la noche y un adolescent­e subsaharia­no lee un papel y logra situarse. Lleva un anorak, una mochila y una bolsa con ropa. Mira bien el edificio y abre la puerta de la comisaría del Eixample de los Mossos d’Esquadra ubicada en la plaza Espanya de Barcelona. Dentro, conocerá a Samba y a Mamadou, dos niños subsaharia­nos que llevan 36 horas en la misma comisaría esperando plaza para un centro de menores. Todos salieron de Gambia en patera hacia las islas Canarias. Y espontánea­mente, sin formar parte de los repartos pactados entre comunidade­s autónomas, han llegado a Catalunya.

¿Cómo llegan hasta Catalunya? Fuentes policiales sospechan que puede haber una mafia que se esté aprovechan­do de estos menores. La Generalita­t quiere conocer los relatos de estos chicos para aclarar sus viajes y determinar si en esas llegadas hay negligenci­a de otras autonomías. Fuentes policiales explican a EL PERIÓDICO que a diferencia de la crisis migratoria protagoniz­ada hace cinco años por menores magrebís, que llegaban a

Catalunya perdidos, sin saber mucho a dónde ir, los menores procedente­s de la ruta canaria están orientados y saben qué hacer. Las conversaci­ones que este diario ha mantenido con algunos revelan un mismo proceder. De hecho, fuentes policiales apuntan que algunos han llegado a comisaría acompañado­s siempre por la misma persona, que asegura no conocerles.

Samba no se llama Samba. Pero sí es cierto que llegó a las Canarias a mediados de noviembre de 2023. «No recuerdo bien el día porque llegué muy débil. Casi nos morimos todos en el barco», explica el chico de 17 años, nacido en Gambia a finales de 2006. La travesía le tuvo 10 días a la deriva. «Comíamos galletas hasta que se nos terminaron, estuvimos tres días sin comer nada. La gente se empezó a marear, a volverse loca, a decir cosas raras... Yo pensé que me moría», relata. Explica que cuando finalmente llegó, y fue atendido por los servicios sanitarios, dijo que era mayor de edad. «Lo hice porque no me quería quedar encerrado en esa isla», sigue. Quienes revelan su minoría de edad, terminan en los centros de menores canarios, colapsados con más de 5.000 menores.

Según su relato, Samba estuvo poco tiempo en Canarias. «Dije que me quería ir a Barcelona porque pensé que me podían deportar a Gambia», justifica. En un vuelo fletado por el Ministerio de Inclusión desde Tenerife, siempre según su relato, el joven terminó en un hotel para adultos en la comarca de la Selva gestionado por la Cruz Roja. «Después del hotel, un compatriot­a nos dio alojamient­o: estuve un mes viviendo en su piso. Dormía en el suelo con 10 personas más, pero nos daba comida y no teníamos que pagarle nada», sigue

«Quiero ir a un centro de menores para aprender el idioma», dice uno de los migrantes «Tememos que haya comunidade­s que no acepten su responsabi­lidad», admite Amorós

el chico. Afirma que un mes más tarde este mismo hombre le propuso ir a un centro de menores. «Cogí el tren y vine hasta aquí. Quiero ir a un centro de menores, estudiar, aprender el idioma», explica en inglés desde la comisaría de plaza de Espanya.

Autobús hacia Barcelona

Mamadou, su compañero, sí recuerda el día que pisó Canarias después del largo viaje en patera: el 31 de noviembre. A él le trasladaro­n a la Comunidad de Madrid. «Estaba con otra gente de Gambia, pero soy menor y no puedo estar con ellos», explica. Decidió coger un autobús desde la capital hasta Barcelona. «Prefiero estar aquí. Nadie me dijo que tomara ese bus.

Fui yo solo», insiste. Otro compañero que aguarda en comisaría cuenta que su travesía ha pasado por Peñíscola, también en un vuelo pagado por el Gobierno central desde Canarias.

Es inevitable pensar en la vulnerabil­idad de estos niños. Samba es huérfano de madre. «Mi padre es taxista pero tiene 80 años... No puede trabajar», explica el niño, hijo de un segundo matrimonio. El año pasado dejó sus estudios para trabajar en la construcci­ón, pero al final decidió probar suerte en Europa. «Mis tres hermanas pequeñas, mi padre y su otra mujer me necesitan», argumenta el chico, que mintió en casa antes de coger la patera. Mamadou también dejó de estudiar cuando perdió a su padre, el sostén económico de su familia. «Hacía de lampista, pero ganaba solo dos euros al día (150 dalasis)». Terminó por robar 45.000 dalasis a su jefe (613 euros) para pagar una plaza en una patera rumbo a España. «Mis hermanos me necesitan», sigue el chico, que está en los huesos.

Es habitual que haya mafias que se aprovechan de la miseria de estos jóvenes para intentar llegar a España desde las Canarias. «Lo que es evidente es que a Catalunya no llegan pateras y que para salir de Canarias hay que tomar un avión, con todos los controles que implica», subraya Oriol Amorós, secretario general de Drets Socials. «Nos tememos que haya comunidade­s que no acepten su responsabi­lidad, que haya trabajador­es sociales de otras partes de España que recomiende­n a los niños que compren un billete de bus o de tren hasta Catalunya», lamenta Amorós.

 ?? Zowy Voeten ?? A la izquierda, comisaría de los Mossos del Eixample. A la derecha, menores migrantes llegados de Canarias duermen en dependenci­as judiciales.
Zowy Voeten A la izquierda, comisaría de los Mossos del Eixample. A la derecha, menores migrantes llegados de Canarias duermen en dependenci­as judiciales.
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Zowy Voeten

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