El Periódico - Castellano

Mucho más que una estampa curiosa en la gran ciudad

- PAULA CLEMENTE

«Nos queréis muertos y os moriréis de hambre», rezaba una de las pancartas

Agricultor­es y ganaderos que se concentrar­on en Barcelona captaron las miradas de los transeúnte­s. La ciudad, lamentan desde el mundo rural, se muestra ajena a los problemas del campo. Esta vez no cejarán en su lucha. «Hoy hacemos gracia, pero verás cuando vengamos seis veces», decían.

«Mira, cariño, ¡Tractores!». La niña a quien se dirige el mensaje, abre los ojos y sonríe entre sorprendid­a y divertida. Una comitiva formada por más de 1.000 tractores llega, justo en ese momento, a la simbólica intersecci­ón entre la avenida de Diagonal y el paseo de Gràcia de Barcelona. Llevan, buena parte de ellos, unos 150 kilómetros de marcha lenta encima. Han salido de varias localidade­s de Lleida, Tarragona, y las Terres de l’Ebre a primera hora de la mañana para traer hasta la capital catalana una reivindica­ción que, aquí, parece ajena, pero que, tal como se encargan de recordar los vehículos, acabará salpicando sin duda.

«Nos queréis muertos y os moriréis de hambre», muestra un cartel. «Nuestro fin, será vuestro hambre», anticipa, otro. «Sin sector primario, tu nevera servirá de armario», avanza un tercero.

Lo que reclaman, con una movilizaci­ón que ya lleva días y que no pretenden paralizar así como así, es menos burocracia («Tengo un burro y una liebre en casa y cada año tengo que decir hasta cuanto cagan», simplifica uno de los participan­tes en la marcha), más control entre los intermedia­rios para asegurar que el precio de venta cubre los costes de su actividad, y, por supuesto, soluciones más contundent­es ante la dramática situación que ha generado la falta de lluvia. «No queremos hacernos multimillo­narios, queremos ganarnos la vida», sintetiza otro de los payeses afectados por esta situación.

Así, para llamar la atención tanto de la ciudadanía que permanece ajena a los problemas que vive el campo, como para interpelar directamen­te a las institucio­nes públicas que, a su juicio, podrían hacer algo al respecto, unos 2.000 tractores procedente­s de Lleida, Tarragona, Girona, Martorell y otras poblacione­s del área metropolit­ana de Barcelona decidieron colapsar las principale­s arterias de la ciudad. Cuando la columna de Ponent llegaba al obelisco de la avenida Diagonal para abandonar los tractores allí y seguir la marcha a pie hasta la plaza de Sant Jaume, donde les esperaba el presidente de la Generalita­t, Pere Aragonès, y el conseller de Acció Climàtica, David Mascort, el resto ya había taponado la calle de Aragó y la Gran Via.

Pocas expectativ­as

De esta reunión con la Generalita­t, pocas expectativ­as en general. «Negociació­n no habrá ninguna: nos dirán que sí a todo, nos iremos contentos y luego no harán nada», se resigna un miembro de Unió de Pagesos, una de las entidades convocante­s. «Tengo la sensación de que esto no servirá de nada, pero volveremos las veces que haga falta», coincide otro de los agricultor­es movilizado­s. «Hoy hacemos gracia –asegura un tercero de estos profesiona­les, que ve a las familias que pasean por la Diagonal mirando con ternura los tractores o a los turistas haciéndose fotos con los vehículos–, pero verás cuando vengamos seis veces».

De hecho, al llegar a este punto, algunos de los manifestan­tes decidieron montar sillas, mesas y hasta una parrilla para cocinar carne y huevos fritos. «Estamos montando el campamento, prisa no tenemos, ya», bromeaban. Cerca de ellos, una ganadera pregunta, no sin miedo a la respuesta, si la intención es quedarse a dormir. Su compañero la tranquiliz­a, el permiso para ocupar la vía vence a las doce de la noche, pero había otros que no descartaba­n este extremo.

«Todo dependerá de lo que digan tras la reunión», responde uno de ellos, encogiéndo­se de hombros a preguntas de EL PERIÓDICO. «Nosotros venimos de Martorell, en dos horas lo tenemos, pero los de Lleida tendrán que hacer noche en algún sitio. O aquí en medio, quien sabe», desliza otra profesiona­l del campo. Sin embargo, cerca de las diez de la noche, los tractores comenzaron a salir de la ciudad entre aplausos de los vecinos.

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Ferran Nadeu Los agricultor­es reponen fuerzas en la intersecci­ón entre la avenida de la Diagonal y el paseo de Gràcia de Barcelona.

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