Pakistán vota bajo la sombra del encarcelado ex primer ministro
▶ Las condenas por corrupción y traición contra Imran Khan marcan unos comicios en los que la Liga Musulmana parte como favorita
La quinta democracia del mundo acude hoy a las urnas con su político más carismático encarcelado, la economía empantanada, pleitos con el vecindario, muchos jóvenes pensando en el exilio y la certeza de que, gane quién gane, seguirá mandando el Ejército. Las encuestas favorecen a Nawaz Sharif, líder de la Liga Musulmana de Pakistán (PML-N), pero nadie ocupa más portadas que Imran Khan, del Pakistan Tehreek-e-Insaf (PTI), sobre quién han llovido las condenas en la última semana.
La política ha girado en torno a Khan desde que su partido ganó las elecciones en 2018, empujado por las glorias deportivas (capitaneó en 1992 el equipo que ganó el único Mundial de críquet para Pakistán), su énfasis contra la corrupción y el apoyo castrense. Pero este se desvaneció con sus tercos ataques a las clases dominantes y en 2022 fue expulsado del Parlamento en una moción de censura por su presunta ineptitud en la dirección económica. Los problemas se le han amontonado y recientemente fue condenado a penas de 10 y 14 años por corrupción y traición.
También su esposa, Bushra Bibi, fue encarcelada después de que el matrimonio fuera declarado fraudulento.
Sigue Khan a sus 71 años representando para la juventud paquistaní el cambio y la resistencia frente a las oligarquías dinásticas y los militares. Su partido concurre a las elecciones sin él y diezmado por los arrestos. La justicia le ha prohibido el uso del icónico bate de crícket en las papeletas, lo que dificultará su identificación a los iletrados, y la emisión en las televisiones de los discursos de su líder. A pesar de todas las trabas, sostienen los expertos, mantiene una base sólida.
La biografía de Sharif, el más que probable ganador, también muestra roces con la justicia y el cargo de primer ministro. Ninguno de los que ha tenido el país en democracia, de hecho, ha conseguido terminar su mandato. Será el cuarto de Sharif
en un memorable retorno al escenario tras cuatro años en el exilio. También él lamentó que los militares le echaran en una asonada pero el afecto fluye ahora sin bridas. Desde que regresara al país en octubre han sido anuladas todas aquellas condenas por corrupción que le impedían competir en las elecciones. Su fuerte base en la provincia del Punjab, regada con infraestructuras, aceita su asalto al poder.
Entre sus contrincantes figura Bilawal Bhutto Zardari. El hijo de Benazir Bhutto, la primera ministro asesinada, es demasiado joven, apenas 35 años, para haber tenido problemas con la justicia. Los analistas pronostican que de las elecciones saldrá un gobierno de coalición débil y permeable a los tejemanejes del Ejército. Sus deberes no serán pocos. El 40% de los 240 millones de paquistanís viven en la pobreza, la rupia se ha depreciado a la mitad desde 2021, el país acumula décadas de inflación y solo los préstamos de países amigos y un rescate de 3.000 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional impidió el impago.
■