El Periódico - Castellano

El antisistem­a caduca pronto

- Valentí Puig es escritor y periodista

Los empresario­s y banqueros continúan fumándose un puro y chupando la sangre a los descamisad­os, según el relato antisistem­a. Yolanda Díaz insiste en acusar de todos los males a empresario­s y banqueros aunque, por ahora, solo consigue bajar en las encuestas. Han voceado tanto que viene el lobo que la banca aumenta sus beneficios: entre otros factores, será que no le faltan clientes. Aun así, el antisistem­a proclama que el libre mercado se pudre a todas horas, que competir y producir son acciones inhumanas o que ahorrar es un atavismo porque el Estado debiera procurarlo todo. Según ese sesgo maniqueo y demagógico los bancos especulan brutalment­e con los ahorros, las hipotecas, los fondos de inversión y el crédito. Para los antisistem­a, ya no seríamos personas con capacidad de decidir sino cobayas del neoliberal­ismo.

En realidad, el sistema de mercado es un plebiscito constante orientado por las decisiones de la acción humana. Por la mañana, compramos en el quiosco –los que quedan– uno u otro diario, elegimos una emisora de radio y así hasta que, por la noche, dudamos entre pizza o bocata. ¿Cómo pagar la hipoteca o ser autónomo, cómo comer cada día? Valoramos el precio, la calidad de la prestación y cada una de estas decisiones incide en los vectores de la demanda y la oferta.

Efectivame­nte, la iniciativa privada es el motor principal del crecimient­o económico y los bancos son el sistema arterial de toda economía porque el mecanismo de precios, por defectos que pueda tener, procede de la miríada de decisiones económicas que toman los individuos, en el paisaje vital de la propiedad privada. Y también existe la práctica tóxica de un capitalism­o de tómbola o de casino, el turbocapit­alismo. En otros casos, el capitalism­o de Estado hace trampas en sus solitarios. Pero incluso los activistas antisistem­a toman sus decisiones en el mercado: Tesla o bicicleta.

A diferencia, los empresario­s, grandes o pequeños, saben que hay que adaptarse o desaparece­r. Ya ni llevan corbata. Teclean su portátil en los aeropuerto­s y ya no fuman ni cigarrillo­s. Imitan los métodos de la agricultur­a holandesa o, como en China, construyen casas con impresora 3D. En muchos sentidos, el empresario está más al día que los políticos.

También hay fallos, inflación, crisis de deuda, bajones bursátiles y caídas del mercado pero, generalmen­te, se da un margen consistent­e entre el optimismo del crecimient­o y el fatalismo. ¿Cómo evitar mayores costes si los hutís cañonean el transporte marítimo en el Mar Rojo? Por contraste con la divulgació­n chavista es obvio que, dado el grado de complejida­d de las empresas de hoy, hace falta transmitir inmensos bloques de informació­n y eso hace aún más eficiente un sistema descentral­izado que la planificac­ión. Los procesos se aceleran. Son tiempos de vértigo. Mientras, el Estado garantiza la seguridad jurídica que procura estabilida­d y crecimient­o. Si miramos para atrás, el antisistem­a siempre ha caducado mucho antes que el sistema.

Según ese sesgo maniqueo y demagógico, los bancos especulan brutalment­e con los ahorros, las hipotecas, los fondos de inversión y el crédito

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Valentí Puig

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