Antònia Font evidencia que esto no puede terminar aquí
Antònia Font Palau de la Música Catalana (7/2/2024)
Se reunieron para ofrecer una decena de conciertos y ya van por el tercer año de gira, ahora con un itinerario de 27 bolos en teatros y auditorios en los que ver a su gente más de cerca. Después del Primavera Sound (2022), el Palau Sant Jordi y el Cruïlla (ambos en 2023), lo de anoche en el Palau de la Música (primera de sendas noches, dentro del Cruïlla Hivern) fue el reencuentro en familia, con la banda rodada y afianzada, y dando una vuelta de tuerca al repertorio con alguna que otra osadía para connaiseurs.
Ya para abrir tiraron los mallorquines de un tema que no tocaron en ninguno de aquellos macroconciertos, Cançó de llum. Mensaje de melancolía con el que se presentaban como unos románticos no exentos de mala uva. « Està bé, ho deixam, queda enrere l’any 2016 / però m’ha costat molt acceptar / que només volguessis sexe », cantó Pau Debon cual cándido ser de luz, enredado en cenefas electrónicas de juguete.
Ahí estaba la voz, dulce y natural, de un cantante que lo es porque está en Antònia Font y por nada más, siempre dando una capa más de resonancia a las canciones. Empezando por las del hermoso y sobrio álbum de regreso, Un minut estraboscòpica: también la titular y Oh la la (llegarían a sonar hasta cinco). Pantalla de vídeo en el Palau, combinando cubos de Rubik y paisajes lunares, efectos ópticos y horizontes de road movie pasados por el LSD, y Debon, con una camiseta que mostraba una gafas 3D. El cancionero, creciendo con Love song, Darrera una revista y la aventura erótico-aérea de Armando Rampas. Y la temprana loa (2004) a la IA perceptible en Robot (« més intel·ligent que sa gent i de molt »).
Palmas rituales
Antònia Font nos recordó por qué dos décadas atrás hizo implosionar el pop en catalán como grupo insular y marciano, curtido en la fiesta mayor y portador de filigranas melódicas, con un raro y conmovedor fondo poético. De aquellos tiempos salieron propulsados Dins d’aquest iglú, con Debon lamiéndose las heridas, y el canto a la fraternidad de Vos estim a tots igual. Dos entre tantas memorables composiciones de Joan Miquel Oliver, como Tots es motors (con la batida de palmas rituales del público) u otras dos de las nuevas, Amants perfectes y Venc amb tu.
Y el material de su disco más excéntrico, Vostè és aquí (2013), más representado de lo habitual, con ocho de sus 40 nanocanciones. Oliver, dando un puñetazo sobre la mesa como autor en su exhibición de inventiva: de la arisca Sol de taronges a un Debon cantando a cappella Cartes de Ramiro, y de ahí a las miniaturas de Ballarines de ballet y Neutrins. Otra rareza: Es far de ses salines, centelleante con sus perfiles mágicos.
Pero si bien Antònia Font ha puesto a menudo a prueba los límites de la canción pop y en su alma anida la experimentación, esta vez impactó su poder de comunicación. Explosiva hora entera de bises en la que vimos a Debon cantando Clint Eastwood desde el segundo piso, y poniendo a bailar al público el vals de Vitamina sol y compartiendo en la platea una Alegria a todo pulmón antes de atacar el hit de hits, Wa yeah.
Más: la inmersión en los « blaus marins» de Batiscafo katiuscas, el « sol de s’hora baixa» de Alegria y el romance perfecto de Calgary 88. Y la despedida de Viure sense tu, con sus versos aplicables a la relación del grupo con la audiencia, muy crecida, redoblada tras estos dos años, y ante la cual cuesta imaginar que este regreso termine aquí. ■