El futbolista iba bebido, pero distinguía «el bien del mal»
Los peritos concluyen que Alves tenía una «afectación importante» por el alcohol, mientras que la psicóloga forense afirma que la denunciante «ni exageró ni simuló» los hechos.
La tercera jornada del juicio comenzó con la declaración de numerosos peritos que han examinado a la víctima y al acusado en los últimos meses. Dos de estas psicólogas y expertas en medicina legal, propuestas a instancias de la defensa del brasileño, testificaron que el jugador «sabía distinguir lo que estaba bien de lo que estaba mal» la noche de la presunta agresión sexual, pese al alcohol que había ingerido.
El informe de estas peritos, que examinaron a Alves en prisión, señala que el jugador no sufre «parafilias» ni trastorno de la personalidad, pero sí muestra «preocupación por el procedimiento judicial». Además concluyeron, tras comprobar los tíquets de varios locales y visionar las cámaras de Sutton, que Alves iba con una «afectación importante» por haber bebido mucho alcohol.
«Seis copas de champán »
En concreto, subrayan que en las facturas aparece que los cuatro amigos de Alves tomaron cinco botellas de vino y una de whisky en un primer restaurante y luego unos gintónics en otro bar antes de llegar a Sutton. Allí las psicólogas han calculado que debió de beber unas seis copas de cava en una hora aproximadamente. Por eso concluyen que este alcohol influía en «su capacidad para desinhibirse, tener un comportamiento sociable y una ligera afectación cognitiva». A partir del análisis de sus movimientos en las imágenes de la discoteca, explicaron ante el tribunal que «no es habitual» que el jugador consuma alcohol, ya que aquel día «se relacionaba con personas que no conocía y abrazaba, que es ilógico en él, había descoordinación motora, parecía que se fuera a caer». Las peritos admitieron que no podían saber la cantidad concreta que tomó, «porque no hay prueba de alcoholemia».
A preguntas de la abogada de la acusación particular, las psicólogas admitieron que, pese al alcohol, Alves «podía distinguir el bien del mal, porque no tenía alteración de la realidad», sino que tenía «las capacidades cognitivas levemente afectadas». La defensa del jugador intenta que el consumo de alcohol sirva como atenuante en una eventual condena y se le imponga una pena menor. Por eso tanto los amigos que acompañaron esa noche a Alves como su esposa, Joana Sanz, relataron el martes ante el tribunal que iba muy bebido la noche de la presunta agresión.
En el juicio también declaró la forense que realizó la exploración psicológica tras la presunta agresión sexual, quien aseguró que la denunciante sufre estrés postraumático y ha descartado que la víctima «simulara o exagerara» sus síntomas cuando la atendieron. Los profesionales que la examinaron la misma noche en el Hospital Clínic también aseguraron que sentía miedo, «cierta tensión y lloraba», aunque observaron que el relato que explicaba era «coherente» y lo contaba tal como recordaba que lo había vivido. Explicaron ante el tribunal que en ningún momento les dijo que el agresor era una persona famosa, solo que era portugués.
«Nos explicó lo que había pasado, que hubo besos en el cuello y que después quiso parar y salir del lavabo, y que no pudo». Otro facultativo señaló que uno de los indicadores que implica «tener condición de víctima muchas veces es sentirse culpable de una cosa que no han generado». Los doctores también destacaron ante el tribunal que la víctima no presentaba heridas en la zona vaginal. «Es frecuente ver agresiones sexuales en las que no aparece ninguna lesión».
Una de las psiquiatras forenses relató que habían recetado a la joven un tratamiento antidepresivo, pero que ella consideraba que no lo necesitaba, ya que «tenía miedo de depender de la medicación». «Aunque no tome la medicación no quiere decir que no la necesite», aseguró.
Por su parte, un médico perito, aportado por la defensa y que remitió un informe sin haberla reconocido, declaró que no se describe ninguna lesión de las que ella verbalizó, como tirones de pelo o moratones por agarrarla en el cuello. Incluso cuestionó el «dolor intenso» que la víctima explicó haber sufrido.