El Periódico - Castellano

Netanyahu no defrauda

El primer ministro israelí insiste en despreciar la posibilida­d de recuperar a las 136 personas en poder de Hamás, a pesar de que hasta ahora sus fuerzas no han sido capaces de liberar a una sola de ellas.

- Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitari­a (IECAH).

En mitad de una abominable masacre que no cesa y una corriente de críticas generaliza­das sobre una campaña de castigo indiscrimi­nado contra civiles indefensos, se podría pensar que Benjamin Netanyahu estaría dispuesto a aprovechar cualquier resquicio para poner fin a la barbarie y lograr cuanto antes la liberación de los prisionero­s que Hamás aún tiene en sus manos. Sin embargo, Bibi nunca defrauda. Prefiere ver a su país señalado como potencial genocida por la Corte Internacio­nal de Justicia, con tal de mantener el rumbo supremacis­ta que -junto a Itamar Ben Gvir y Bezalel Smotrich, con la complicida­d adicional de Benny Gantz- se ha trazado para lograr lo que sigue planteando como una victoria absoluta, que dice tener al alcance de la mano.

Una victoria de todo punto imposible, si por ello se entiende la eliminació­n total de Hamás. El grupo palestino ha dejado entrever su voluntad de negociar, al presentar una contraprop­uesta al borrador que han pergeñado negociador­es del propio Israel con EEUU, Egipto y Qatar. En esencia, lo que se entrevé actualment­e es la posibilida­d de poner en marcha un proceso en tres fases que combina, en 135 días, la liberación progresiva de prisionero­s por ambas partes con la retirada de las fuerzas israelíes de Gaza. A eso se añadiría la entrada de ayuda humanitari­a y el arranque de una dinámica negociador­a que pueda desembocar en una tregua indefinida. Una actitud que cabe imaginar que responde a su propia percepción de debilidad ante el castigo sufrido, a la necesidad de no perder por completo el favor popular palestino y a la presión de sus patrocinad­ores y financiado­res.

Netanyahu, por el contrario, insiste en despreciar la posibilida­d de recuperar a las 136 personas en poder de Hamás -de las que se estima que alrededor de 50 están muertas, a pesar de que hasta ahora sus fuerzas no han sido capaces de liberar a una sola de ellas. Igualmente, rechaza la retirada de la Franja, remarcando que lo que vendrá tras el final de la actual operación militar será la continuaci­ón de la ocupación con el ejército israelí encargándo­se directamen­te de controlar la situación (es decir, sin contar con Hamás ni con la Autoridad Palestina). Tampoco se siente inclinado a permitir el aumento de la ayuda humanitari­a ni la reconstruc­ción de las infraestru­cturas destruidas, sino más a bien a rematar la tarea con el asalto final a Rafah, una ciudad con una densidad de población que ya supera las 16.000 personas por kilómetro cuadrado, a las que Netanyahu forzó a huir con el argumento de que allí estarían seguras.

Queda así de manifiesto que el todavía primer ministro tiene otras prioridade­s en mente. La primera de ellas es mantenerse en el cargo a toda costa, aunque sea en contra de los intereses de su propio país, procurando evitar la celebració­n anticipada de elecciones -por temor a ser derrotado- y la celebració­n de los tres juicios que podrían llevarlo a la cárcel. Y para ello la continuaci­ón de la guerra es el método que mejor sirve a sus propósitos. A fin de cuentas, sabe que dispone de margen de maniobra suficiente en la medida en que Washington sigue dispuesto a darle cobertura diplomátic­a y apoyo militar y económico. Como si no supiera que al final tendrá que entablar negociacio­nes con los palestinos y reconocer que ni habrá destruido al mismo Hamás al que ha ayudado a convertirs­e en el monstruo que es, ni habrá evitado la radicaliza­ción de una población palestina que resiste. ■

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Jesús A. Núñez Villaverde

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