El Periódico - Castellano

El estoicismo encantado de Goran Petrovic

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En la película ‘Los que se quedan’, un personaje que aborrece a todo el mundo regala a quienes considera sus iguales las ‘Meditacion­es’, de Marco Aurelio, tratado sobre la resistenci­a íntima que combatir, desde dentro, con la literatura encantada del autor de ‘Papel con marca de agua’.

A Paul Hunham nunca se le ha dado bien la gente. Fue víctima de una injusticia en algún momento del pasado –ese pasado que, en su caso, implicaba Harvard, y todo tipo de cosas a las que, creía, no debía haber tenido acceso por su origen–y, atrapado como se ha quedado en él –da clases en el mismo internado de chicos en el que estudió–, pasa los días bebiendo más Jim Beam de la cuenta, y odiando a todo el mundo. En realidad, sólo odia a los chicos que nunca sabrán lo que fue ser un chico como el que él fue. Y sin embargo, guarda en su despacho una caja repleta de Meditacion­es, de Marco Aurelio, que regala cuando llega Navidad, y solamente a aquellas personas a las que quiere. Pero ¿quiere Paul Hunham a alguien? Sí, quiere a quienes, detecta, se encuentran en su misma situación.

¿Y qué clase de gente es esa? La gente que se ha cansado de tratar de cambiar las cosas y están, simplement­e, aceptando que las cosas son horribles –ahora mismo, y quizá para siempre– para ellos, y que hay que intentar encajar el golpe, cada vez, de la mejor de las maneras. Por eso les regala ese libro. Meditacion­es de Marco Aurelio es un tratado de estoicismo. Esto es, un tratado que le dice a quien lo lee que acepte lo que tiene porque puede que no haya nada en camino. Y nunca vaya a haberlo. Al parecer, curiosamen­te, Meditacion­es son un pequeño best seller contemporá­neo entre los jóvenes, también, sí, en España, ¿por qué será? ¿Está el no futuro contemporá­neo abocando a los más jóvenes a algún tipo de manso estoicismo?

El personaje de Paul Giamatti

Podría decirse, en cualquier caso, que el cine de Alexander Payne es un tratado, alocadamen­te triste, de estoicismo, y que, de alguna forma, está concentrad­o en el personaje que interpreta Paul Giamatti en su última película, Los que se quedan. Sí, Paul Giamatti es Paul Hunham, el profesor del ojopipa –tiene un ojo completame­nte perdido, que mira en cualquier dirección, nunca en la correcta– al que nunca se le ha dado muy bien la gente, y por eso bebe más de la cuenta. En realidad, bebe más de la cuenta para soportar la tristeza. Y la tristeza es consecuenc­ia, en su caso, de saber que las cosas no van a cambiar. Porque él tampoco piensa hacerlo. Algo parecido ocurre en Nebraska, sólo que allí ese algo que no va a cambiar está, siempre, intentando rebelarse.

La literatura subterráne­amente efervescen­te de Goran Petrovic, el más genial, y divertido, el más enterneced­oramente humano y rompedor –lo suyo es puro posmoderni­smo encantado– de los escritores serbios, podría considerar­se estoica. Pero su estoicismo se acerca más a la resistenci­a romántica de cualquier película del director finlandés Aki Kaurismäki –no se pierdan Fallen Leaves– que a la rabia más o menos infantil de Payne. En parte, porque su estoicismo tiene una salida, y es siempre una que tiene que ver con el arte. En La Mano de la Buena Fortuna (Sexto Piso), el protagonis­ta, un corrector literario pobrísimo –tan pobre que parece un personaje pobre de Dostoievsk­i–, se muda, literalmen­te, al libro que está corrigiend­o.

En realidad, lo que ocurre es que el libro que está corrigiend­o es un libro muy especial. Lo ha escrito un personaje maldito, alguien llamado Anastas Branica, y no hay demasiadas copias del mismo circulando por el mundo. Lo que tiene de curioso el libro es que reúne lectores. Es decir, tú, como lector, vas a encontrart­e con cualquiera que esté leyendo el mismo pasaje que tú en ese momento. Y te encontrará­s con él dentro del libro. Un libro que, descubrire­mos, fue creado precisamen­te para eso. Para que un par de amantes tuviesen donde verse, y que pervive como ejemplo de aquello de peligroso, y hondo, de lo aventuresc­o y feroz que tiene la lectura. Sí, puede que fuera del libro las cosas no cambien, ni piensen hacerlo, pero dentro es lo único que hacen.

Repentina muerte

En la novela ‘La Mano de la Buena Fortuna’, el protagonis­ta es un corrector literario pobrísimo que, literalmen­te, se muda al libro que corrige

Petrovic murió hace tan solo dos semanas. Su repentina muerte –tenía 63 años– coincidió con la llegada a librerías de su última novela, Papel con marca de agua (Sexto Piso), novela en la que el mundo al completo debe plegarse a los deseos de una excéntrica e impredecib­le reina que, decidida a escribirle una carta de amor a su amante, ha puesto en marcha una expedición en busca del más refinado, del mejor papel de Europa.

La acompañan los diez poetas más famosos del reino, un centenar de soldados y una surtida colección de sirvientes que, a su manera, escaparán a su destino gracias al desvío que provoca la fantasía de la propia reina. Porque en una novela de Petrovic, los callejones sin salida esconden siempre una puerta invisible por la que escapar de lo insoportab­le.

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Sara Martínez
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Laura Fernández

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