El Periódico - Castellano

El ‘Chinatown’ crece y se extiende por el Eixample

La cuarta nacionalid­ad extranjera con más presencia en la ciudad gana negocios y servicios que se dirigen también a los barcelones­es. Proliferan los supermerca­dos chinos, restaurant­es, agencias de viaje, gestorías, escuelas de baile y comercios en el barr

- PATRICIA CASTÁN

No hay ni un producto o servicio que no se pueda encontrar en el efervescen­te Chinatown del Eixample, que lejos de menguar desde que los mayoristas se exiliaron a polígonos industrial­es de Badalona, sigue creciendo sin prisa, pero sin pausa. Supermerca­dos chinos, restaurant­es, agencias de viaje, gestorías, traductore­s, parafarmac­ias, escuelas de baile, electrónic­a, bazares, artes marciales, estética, peluquería y muchos más surcan las calles del barrio de Fort Pienc, convertido en el favorito de los 20.206 chinos que, según el último padrón municipal, residen en Barcelona y se erigen en la cuarta comunidad extranjera más importante de la ciudad. Aunque lo más importante es que la red de negocios no está por la endogamia, sino que tiene firme voluntad --como buenos empresario­s que son-- de atraer a los barcelones­es con su poliédrica oferta.

Estos días la zona vive una especial ebullición por los actos de celebració­n del Año Nuevo Chino (el 10 de febrero es la fecha oficial, aunque el desfile barcelonés tuvo lugar el pasado día 3). Además, es un imán para el turismo chino, que ya se ha recuperado al 83% respecto a la prepandemi­a, según datos de Turismo de Barcelona.

La comunidad china está bastante estabiliza­da en la capital catalana, pero su vocación emprendedo­ra ha hecho que la actividad comercial de proximidad se siga ampliando, pese a la desaparici­ón del que fuese su motor hace dos décadas. La red de mayoristas que había conquistad­o la zona de Trafalgar pasó de copar la oferta textil a exiliarse a Badalona, en torno a 2015, en busca de más espacio y facilidade­s, pero fue el germen de ese dinamismo de negocios y servicios en Fort Pienc. En Alí Bei, Roger de Flor, Nàpols, Ausiàs March, paseo de Sant Joan y otras calles próximas a Arc de Triomf primero buscaron al cliente migrante, luego al residente del barrio y después al barcelonés en general, sobre todo con su gastronomí­a. Y por suerte arraigaron lo bastante como para seguir diversific­ándose.

Integrados en la red del barrio

Suman decenas de negocios asiáticos (no hay censo oficial) y es llamativa su implicació­n en el engranaje comercial del barrio, ya que suponen el 23% de asociados a la entidad de comerciant­es de Fort Pienc y exhiben con orgullo el emblema en sus fachadas.

Para contextual­izar la evolución de la comunidad china en Barcelona hay que situarlos en el mapa. El Eixample es su distrito favorito, con 5.116 residentes. Pero

Fort Pienc es su barrio estrella, con 1.116, seguido de cerca por la Sagrada Família y la Nova Esquerra del Eixample. Su otra zona de referencia es Sant Martí, con 4.202 vecinos de esa nacionalid­ad, y a distancia, Sants-Montjuïc. Por delante de los ciudadanos nacidos en China solo figuran italianos (45.803, que incluyen a argentinos con doble nacionalid­ad), colombiano­s (23.188) y paquistaní­s (22.821).

Posiblemen­te el despegue económico de muchos de ellos no hubiera sido posible, o hubiese sido mucho más complicado, sin el proyecto Xeix, nacido en 2012 como un plan de intercultu­ralidad para «favorecer la inclusión en la vida local de los numerosos comerciant­es de origen y contexto cultural chino que regentaban negocios en el barrio de Fort Pienc» --y luego se amplió--, rememora su coordinado­ra, Begoña Ruiz de Infante.

Esa semilla comercial fue evoluciona­do hacia una intervenci­ón más comunitari­a, potenciand­o los valores de «reconocimi­ento de la diversidad, interacció­n positiva, innovación y generación de oportunida­des» que implica la intercultu­ralidad dentro de la actividad económica, pero también en materia educativa, cultural, sanitaria y social, explica la mediadora, traductora, intérprete y alma máter del programa que ha sido premiado internacio­nalmente.

Comercio, cultura y budismo

Así que no es de extrañar que esta mujer y su equipo sean un cordón umbilical entre chinos y autóctonos, y entre el ayuntamien­to y esta comunidad. Precisamen­te el consistori­o (desde la Oficina de Asuntos Religiosos) ha subvencion­ado con 20.000 euros a la Comunidad Budista Hai Hui Shan, creada en la ciudad en 2019 y que hace solo unos meses abrió su centro en la calle de Alí Bei, 59, aunque no fue hasta diciembre pasado cuando estrenó su primer espacio de culto. Sus maestros relatan a este diario que el acceso es libre, sin coste, porque quieren que tanto la población de origen chino como los barcelones­es interesado­s en el budismo tengan las puertas del centro abiertas.

Rápidament­e se han integrado en la vida del barrio, con comidas populares organizada­s junto a los restaurant­es de la zona, charlas, clases sobre su cultura, mediatacio­nes y oración, explica el presidente de la comunidad budista, Lin Wei Chen. Los sábados se enfocan en sus compatriot­as y los domingos en los autóctonos, y están en contacto con otros grupos interrelig­iosos. Más de 1.700 pequeños budas de cristal envuelven una de sus salas, con una chapa que simboliza a quienes aportan donativos para su financiaci­ón, y el apoyo directo del gobierno chino.

El espacio, que antes cobijó a un banco, es solo un primer paso, porque sus planes de futuro pasan por crear un templo donde los maestros también puedan residir. Y colaboran con Casa Asia, universida­des y hasta la Casa Batlló para realizar actividade­s sin dogmatismo y abiertas a diferentes ramas del budismo.

Muy cerca, en un barrio repleto de tiendas de alimentaci­ón chinas, una bodega, despachos de asesoría jurídica con rotulación en catalán y chino, agencias de viajes y

demás, destaca Nieves Zhang como nueva emprendedo­ra. A sus 25 años y nacida en Barcelona (solo pasó un periodo de año y medio en China con su familia), simboliza a las nuevas generacion­es que hablan tan fluidament­e mandarín como castellano y catalán. Lleva la pasión por el baile en las venas y se atrevió a abrir hace un año In Studio (Roger de Flor, 90), donde junto a un equipo da clases de danzas urbanas, con especializ­ación en Kpop y Jazzfunk.

Entre sus alumnos hay mucho niño (local y de rasgos asiáticos) con ganas de aprender hip hop, pero también adolescent­es enganchado­s a sus coreografí­as y adultos que prefieren las danzas tradiciona­les chinas.

Primero en Europa

Pero si un segmento destaca en el

Chinatown de esta parte del Eixample es la gastronomí­a. Alí Bei es su eje central, pero el negocio que causa sensación es Yangguofu Malatang, en la Gran Via, 732, que fue el primer local en Europa (ahora hay media docena) de esta cadena de fast food chino (saludable) que suma más de 6.000 restaurant­es en Asia. El emprendedo­r que se ha atrevido a desembarca­r en Barcelona es Xiaobao Wu, que tiene a punto otra apertura en la zona de plaza Universita­t. Su propuesta, basada en el hot pot (caldero chino) se basa en un self service de vegetales, carnes, pescados, gyozas y otras elaboracio­nes que se eligen a peso en un bol y con los que en cocina se elaboran una enorme sopa personaliz­ada.

La Comunidad Budista Hai Hui Shan abrió hace unos meses su centro en Alí Bei

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El centro budista de la calle Alí Bei (izquierda) y una clase de baile en la academia de Nieves Zhang (derecha).
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En restaurant­e Yangguofu Malatang, en la Gran Vía, está causando sensación entre los barcelones­es.
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Manu Mitru

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