El Periódico - Castellano

Políticos que callan, amnistía y Galicia

- Pilar Santos

Hay silencios atronadore­s, como el de los posibles beneficiad­os de la amnistía del entorno de Junts, pero también los del expresiden­te del PP Pablo Casado, centrado en la gestión de un fondo de capital riesgo de 150 millones de euros, y el de Pablo Iglesias ante la candidatur­a de Podemos en las elecciones gallegas.

La política española lleva años instalada en una sobreexpos­ición verbal permanente. Los partidos y sus dirigentes cuelgan vídeos y mensajes en las redes sociales a todas horas, dan entrevista­s en radios y teles cada día, mandan sus argumentar­ios a los grupos de WhatsApp de los periodista­s a horas intempesti­vas. Por eso, a veces, es interesant­e pararse y fijarse en quién prefiere quedarse callado.

Los beneficiad­os por la amnistía

En esta etapa en la que la ley de amnistía lo marca todo, hay un silencio atronador: el de los posibles beneficiad­os de la amnistía del entorno de Junts. Según los cálculos del propio Gobierno central, unas 400 personas se podrían acoger a una medida de gracia que depende de lo que decida Carles Puigdemont desde Waterloo (Bélgica). Òmnium Cultural elevó la cifra a 1.400 afectados. El Govern de la Generalita­t (ERC) habla de mil familias «destrozada­s» por la no aprobación aún de la amnistía.

El texto legislativ­o sigue pendiente de las negociacio­nes entre Junts y el PSOE, pendiente de que Puigdemont levante el pulgar. Pero, mientras ese momento llega, ningún dirigente de Junts se atreve a hablar tan claro como los de ERC. La mayoría de beneficiad­os por la amnistía son personas ajenas a la política y los que podrían tener púlpito para deslizar alguna crítica a Puigdemont no lo hacen. Junts es ahora un partido sometido a los deseos de una única persona. Al expresiden­t le gusta apurar los plazos, pero ahora cada día que pasa se le complica el relato a Sánchez: el día que no habla un juez, hablan los fiscales y, si no, lo hace el Parlamento Europeo.

Pablo Casado

Felipe González con Pedro Sánchez (PSOE), Pablo Iglesias con Yolanda Díaz (Podemos), Albert Rivera con Inés Arrimadas (Ciudadanos) y José María Aznar con Mariano Rajoy (PP). Son cuatro ejemplos de la última década en los que los exdirigent­es han molestado, enfadado o desestabil­izado a sus sucesores con críticas y quejas sobre sus decisiones al frente de los partidos.

A finales de mes se cumplirán dos años de la caída de Pablo Casado al frente del PP, tras una lucha a muerte con Isabel Díaz Ayuso. Durante tres años, Casado vio cómo Alberto Núñez Feijóo le afeaba con sordina gallega sus decisiones para plantar cara a Vox (como cuando eligió a Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz y asumió postulados de la extrema derecha) o desoía sus peticiones estratégic­as (el exdirigent­e quería lograr un discurso único de todas las comunidade­s). Ahora, Feijóo no solo ha fracasado en su misión principal cuando se produjo el traumático relevo al frente del PP (reconquist­ar la Moncloa), sino que está haciendo cosas muy parecidas a las que criticó a Casado. El expresiden­te del PP, algo que han copiado los que aguantaron con él hasta el último momento, ha preferido pasar página, callarse y centrarse en su nuevo trabajo, la gestión de un fondo de capital riesgo de 150 millones de euros que invertirá en defensa e inteligenc­ia artificial.

Silencio roto de Iglesias

Pablo Iglesias llevaba varias semanas sin hablar de la campaña gallega y, este jueves, Isabel Faraldo, la candidata de Podemos a la Xunta de Galicia, denunció en una entrevista en El País su silencio. «No puedo imaginar que Iglesias no apoye esta candidatur­a», lanzó. A finales de año llegó a pedir el voto por el BNG. A las diez y cuarto de la mañana el exsecretar­io general de

Podemos, en un mensaje en X (Twitter), le dio «todo su apoyo» y dijo que es la opción «más valiente» entre las izquierdas.

Ese bloque está representa­do por cuatro partidos el próximo día 18 (PSOE, Podemos, Sumar y BNG) y su principal baza es la movilizaci­ón. Conquistar la Xunta no es empresa fácil. Salvo el paréntesis con Emilio Pérez Touriño, entre 2005 y 2009, Galicia es del PP desde 1990. Pero es verdad que Andalucía fue durante décadas del PSOE.

Alfonso Rueda, presidente de la Xunta y candidato del PP, tiene la misión de revalidar la mayoría absoluta y las encuestas señalan que tiene opciones. Si no lo lograra y las izquierdas le torcieran el brazo, a su fracaso habría que sumar el de Feijóo. El líder del PP está participan­do casi cada día en mítines y actos por Galicia, ayudando así a que el principal asunto político español, la amnistía, gane espacio en los medios. Su decisión de nacionaliz­ar la campaña dista mucho de lo que él mismo reclamaba cuando presidía Galicia.

Si el PP pierde la Xunta, Feijóo no caerá de la presidenci­a porque nadie en el partido (léase Juanma Moreno e Isabel Díaz Ayuso) quiere una crisis así, pero su liderazgo se verá afectado gravemente y deberá modificar su estrategia política. Una enmienda sobre la enmienda a sí mismo que hizo al llegar a Madrid.

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David Castro Pablo Iglesias, en una imagen del pasado noviembre, en el exterior del Congreso de los Diputados, en Madrid.
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