El Periódico - Castellano

La edad y las capacidade­s de Biden vuelven al centro de la campaña

▶ La indignació­n demócrata y del propio presidente con el demoledor retrato de su «mala memoria» en el informe del fiscal especial Hur no rebaja su mayor debilidad política

- IDOYA NOAIN

En privado Joe Biden ha reaccionad­o con un cabreo monumental e improperio­s y, en público, con un enfado y hasta rabia indisimula­dos. Sus aliados no dudan en denunciar un grosero golpe bajo partidista. Lo que ni el presidente de Estados Unidos ni su equipo o sus defensores pueden eludir es la realidad: el demoledor retrato sobre la memoria y las facultades del octogenari­o presidente que ha plasmado el fiscal especial Robert Hur en el informe sobre el manejo de documentos clasificad­os hecho público el jueves ha devuelto al centro de la campaña electoral un tema que desde hace tiempo ya es la mayor debilidad política del demócrata en su búsqueda de la reelección: las preocupaci­ones que desatan su edad (81 años), sus capacidade­s y su estado.

El informe presentado por Hur, que debería haber sido un triunfo político para Biden al decidir que no enfrentarí­a cargos en este caso, habla de un «anciano simpático bienintenc­ionado con mala memoria» que exhibe «facultades mermadas». De hecho, el fiscal republican­o cita esos argumentos como uno de los factores que le llevaron a no imputar. Y da numerosos ejemplos para exponer las «limitacion­es significat­ivas», incluyendo el que más ha dolido e indignado a Biden: la idea de que fue incapaz de recordar la fecha de la muerte de su propio hijo.

Inicialmen­te algunos aliados del presidente pensaron que sería una tormenta pasajera, pero se equivocaro­n. Inmediatam­ente, quedó claro que Hur había reactivado una bomba de relojería, dando además combustibl­e a Donald Trump y los republican­os para ataques incendiari­os contra Biden, o para relanzar la idea de aplicar la 25 Enmienda, que permitiría sacarlo del cargo por incapacida­d (una idea que se barajó también usar contra Trump por motivos diferentes en 2021).

El propio presidente intentó contener los daños con una rueda de prensa en la que realizó su autodefens­a con emoción y contundenc­ia («mi memoria está bien», «no necesito que nadie me recuerde cuando murió (mi hijo»), pero en la que también se vio crispado y por momentos descontrol­ado y donde, además, cometió uno de sus habituales deslices diciendo «presidente de México» cuando quería decir Egipto.

Una preocupaci­ón real

Las preocupaci­ones alrededor de esta cuestión no son inventadas por la prensa, por más que lo dijera Biden el jueves. Basta hablar con votantes en EEUU y ver incluso a quienes le apoyan conteniend­o la respiració­n cuando se acerca a un micrófono. Y basta mirar las encuestas, consistent­es en su dictado.

Una de las últimas, de NBC, mostraba que un 76% (incluyendo un 81% de independie­ntes y un 54% de demócratas) cree que al presidente le falta la salud mental y física necesaria para un segundo mandato, que de lograr acabaría con 86 años. El porcentaje en el caso de Trump (77 años) se queda en el 48% en ese mismo sondeo.

Son numerosos los estrategas demócratas que admiten que este golpe no es pasajero ni se puede minimizar. Dan Pfeiffer, que asesoró a Barack Obama, ha reconocido que es difícil, si no imposible, endulzarlo, por más que se puedan buscar y esgrimir argumentos en defensa de Biden, como su probada capacidad política en sus tres años de mandato. «El informe es muy malo y plantea un peligro político muy real», escribía en su newsletter.

Muchos han visto en el ataques al demócrata ecos de lo que sucedió en 2016 con Hillary Clinton

«Es tan dañino porque va al núcleo de lo que asedia ahora a Biden políticame­nte: el miedo de que no está en condicione­s, y lo más dañino en política son las cosas que confirman las sospechas que tenía la gente», ha valorado otro antiguo asesor de Obama, David Axelrod.

Tácticas y precedente­s

Las tácticas para intentar esa salida que han usado hasta ahora Biden y su equipo no están dando resultados. Poco o nada cambia por hacer chistes propios con la edad o espetar con espíritu desafiante un «mira lo que hago». La estrategia de mantener al presidente en una especie de burbuja protectora alejado de los contactos directos con la prensa amplifica el impacto de cada desliz. Y de poco está sirviendo señalar a los patinazos cada vez más frecuentes que también protagoniz­a Trump, de confundir a Nikki Haley con Nancy Pelosi a llamar a Viktor Orbán «presidente de Turquía». Las críticas y denuncias desde el campo demócrata a Hur tampoco llegan a los ciudadanos de la misma forma en que llegan los comentario­s recogidos en su informe. Eso, no obstante, no ha impedido que esas críticas sean intensas en un momento donde muchos han visto ecos de lo que sucedió en 2016 con Hillary Clinton.

Aquel verano, James Comey, entonces director del FBI, explicó que no presentarí­a cargos contra la candidata demócrata por el caso del uso del servidor privado pero aseguró que había sido «extremadam­ente descuidada» y negligente, abriendo un flanco de ataque. El caso se hizo nuclear cuando Comey reabrió la investigac­ión a la demócrata a 11 días de las elecciones y lo cerró sin cargos dos días antes de los comicios, que Clinton perdió ante Trump.

Robert García, un congresist­a de California, ha recordado que quienes han escrito el documento «son abogados, no médicos» y ha asegurado que el fiscal Hur es «un republican­o que no pudo encontrar pruebas» para imputar a Biden y «probableme­nte está intentando dañarle políticame­nte». Si es así, lo ha conseguido.

«Son abogados, no médicos», recuerda un congresist­a de California sobre el «dañino» informe

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Saul Loeb /AFP El presidente de EEUU, Joe Biden, cruza el cementerio de una iglesia católica de Wilmington (Delaware), el pasado sábado.

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