Los fantasmas de Bolsonaro
El expresidente de Brasil, inhabilitado hasta 2030, quiere ser como Trump, pero teme correr la misma suerte que Jeanine Áñez en Bolivia.
En plenos carnavales, Jair Bolsonaro ha montado su propia escena. Disfrazado de fervoroso creyente, el expresidente de Brasil lideró un círculo de oración en Angra dos Reis, el balneario cercano a Río de Janeiro donde intentaba alejarse de los asuntos mundanos que pueden esta vez frustrar sus ambiciones más osadas. El exmandatario ya no es una figura lateral de las investigaciones relacionadas con el intento de golpe de Estado del 8 de enero de 2023. Ha sido identificado como la cabeza de una «organización criminal» que buscó impedir, primero, el triunfo electoral de Luiz Inácio Lula da Silva y, luego, ante esa imposibilidad, derrocarlo.
Inhabilitación
Bolsonaro, sobre quien pesa una inhabilitación para ejercer cargos públicos hasta 2030 por poner en duda la transparencia del sistema electoral brasileño, solía mirarse con regocijo en el espejo de Donald Trump. El asalto al Capitolio debió ser inspirador para sus seguidores más radicales. Ahora, Trump quiere volver al poder a pesar de que un tribunal de Washington determinó que carece de inmunidad ante la imputación en su contra por haber tratado de revertir su derrota en las urnas en 2020. El magnate confía en obtener la gracia del Tribunal Supremo norteamericano para que nada impida su retorno a la Casa Blanca. Esta vez, Bolsonaro no puede emularlo, entre otras razones porque la principal instancia judicial de su país es la que delinea con precisión el cerco en su contra con pruebas irrefutables.
Pocas horas antes de sumarse a la cadena de oración, la Policía Federal (PF) llamó a la puerta de su casa y le incautó el pasaporte como parte de una extensa operación bautizada Tempus veritatis. El uso del latín resalta la importancia de la misión policial. El «tiempo de la verdad» se acerca y Bolsonaro ha quedado como la cabeza de una conjura que la legislación tipifica con hasta 23 años de cárcel. El juez supremo Alexandre de Moraes dio la luz verde para que la PF allanase 33 domicilios y cumpliera 48 medidas cautelares diferentes que involucran a excolaboradores civiles y militares de primera línea del entonces presidente. El vídeo de 45 minutos que le incautaron al coronel Mauro Cid, jefe de gabinete de Bolsonaro y en la actualidad cola
borador en las investigaciones, es de una contundencia que provoca perplejidad. «Voy a salir al campo usando mi Ejército, mis 23 ministros», dijo Bolsonaro en una reunión en julio 2022. «No podemos esperar a que llegue el 2023», añadió, en referencia al 1 de enero, el día en que Lula tomó posesión.
El fantasma de Áñez
A esas alturas, el Gobierno de ultraderecha no pensaba exclusivamente en lo que hacía ocurrido en EEUU. Una experiencia más cercana perturbaba en particular a Bolsonaro: Bolivia. Según el diario paulista Folha, si algo no quería Bolsonaro en aquel julio de 2022 era ser una versión brasileña de la expresidenta boliviana Jeanine Áñez. Su fantasma lo perseguía.
Ella llegó al poder en noviembre de 2019, después de que los militares presionaran a Evo Morales para que dimitiera. Se presentó en el Palacio Quemado con una Biblia en la mano y la determinación de reprimir a los descontentos. Terminó siendo condenada a 10 años de cárcel.
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