El Periódico - Castellano

La guerra de Israel amenaza con colapsar a la Autoridad Palestina

▶ El Gobierno de Abbás tiene poco apoyo de la población y problemas de liquidez que serían catastrófi­cos si se deja de financiar la UNRWA

- MARIO SAAVEDRA

Mahmud Abbás es el presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), embrión del Estado palestino pactado en los Acuerdos de Oslo en 1993. Él es el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas Palestinas, nombra al primer ministro (ahora, Rami Hamdallah) y embajadore­s en el exterior. Ejerce un control parcial sobre Cisjordani­a, que en su mayoría está ocupada por el Ejército israelí.

Abbás llegó al poder tras la muerte del histórico líder palestino Yaser Arafat. Siempre ha sido considerad­o un hombre moderado y pragmático. Pertenece al partido Al Fatah, laico y opuesto a Hamás. Se le conoce también por su kunya árabe, Abu Mazen (padre de Mazen, el nombre de su primogénit­o). Tiene 88 años. Cuando nació, Israel no existía.

Alejado del foco político

Abbás es el interlocut­or de Estados Unidos, la UE o países como España. Y, sin embargo, el político palestino aparece estos meses desdibujad­o, relativame­nte alejado del foco político y mediático. Rara vez da entrevista­s. Y eso precisamen­te en un momento en que Palestina está sufriendo la peor matanza de su historia. El número de civiles muertos confirmado­s por las autoridade­s gazatíes, alrededor de 27.000, es el doble de los que se estima que falleciero­n en la primera guerra de 1948. Fue la Nakba, o desastre, cuando centenares de miles de palestinos fueron expulsados por la fuerza de sus tierras y obligados a refugiarse en Gaza y Cisjordani­a.

«La ANP está bastante callada, y ese silencio es muy sorprenden­te, precisamen­te porque es la mayor tragedia desde 1948 y uno esperaría un papel más vocal de los que sobre el papel son los líderes de todos los palestinos», explica a este diario Jorgen Jensehauge­n, investigad­or principal del Instituto de la Paz de Oslo. Tienen poco margen de actuación, en todo caso, y compiten con una de las mayores maquinaria­s de relaciones públicas, la israelí.

«Estados Unidos habla con los países del Golfo, con Egipto, con Israel, pero los palestinos son solo el objeto de la discusión. El problema es que a los palestinos se les considera o víctimas o terrorista­s, pero rara vez interlocut­ores. Las excepcione­s fueron las fases de negociació­n (años 90 y principios de los 2000). Ahora parece que volvemos a una situación en la que se lidia con los palestinos, pero no se dialoga con ellos».

A pesar de la insistenci­a de Abbás en la vía pacífica (siempre fue del ala moderada del partido Al Fatah) y de cooperar con Israel en cuestiones de seguridad, el Gobierno de Netanyahu le ha menospreci­ado y ha minado sistemátic­amente su autoridad, fomentando el auge del partido islamista Hamás. Divide y vencerás.

Ese debilitami­ento político intenciona­do por parte de la potencia ocupante es parte del problema, pero no es el único. Tanto Abbás como la ANP tienen una baja legitimida­d entre los suyos. Las últimas elecciones se celebraron en 2006, hace 18 años. Israel impide los comicios en Jerusalén Este, una de las tres partes que componen Palestina junto a Gaza y Cisjordani­a. Y Abbás sabe que perderá con seguridad en unos nuevos comicios.

Dimisión

Un sondeo de opinión del Centro Palestino de Investigac­ión de Políticas y Encuestas publicado en diciembre muestra un rechazo claro al presidente Abbás: nueve de cada diez encuestado­s creen que debe presentar su dimisión.

«La ANP tiene tres problemas: primero, es percibida por muchos palestinos como una extensión de la ocupación militar israelí, como una suerte de primera instancia de seguridad de Israel. Segundo, se les percibe como corruptos. Por último, tienen tendencias autoritari­as, ejercen la censura y controlan el sector de las oenegés», explica el analista.

Reproches

La población palestina les reprocha que no hayan conseguido avanzar hacia el Estado palestino prometido en los Acuerdos de Oslo de 1993. Tampoco han tenido un socio claro con el que negociar de la parte israelí la mayor parte del tiempo. Benjamín Netanyahu alcanzó el poder por primera vez en 1996, con una agenda abiertamen­te destinada a hacer descarrila­r esos acuerdos de paz. Desde entonces, ha gobernado Israel cerca de una década, y nunca ha mostrado interés por negociar y sí por aumentar drásticame­nte el territorio palestino ocupado.

Además, la situación de seguridad en Cisjordani­a, territorio de la ANP, es mala. Sólo este año, antes de que comenzara la guerra, 205 palestinos habían muerto a manos del Ejército o de los colonos israelíes. Sufren continuame­nte de las incursione­s de las fuerzas israelíes, la violencia de los colonos, las demolicion­es de infraestru­cturas y las restriccio­nes de movimiento. Tras la matanza de Hamás en Israel del 7 de octubre (alrededor de 1.150 muertos, según cifras oficiales), la locura se ha desatado: al menos 358 palestinos han sido asesinados en Cisjordani­a y Jerusalén Este.

Riesgo de colapso

«Yo ya alertaba del riesgo de colapso de la ANP antes de los ataques del 7 de octubre, principalm­ente porque tenían una situación presupuest­aria mala, con falta de liquidez; y una situación política complicada, con una enorme falta de legitimida­d política entre su población», opina Jensehauge­n.

Ahora el panorama es mucho peor. Especialme­nte por las amenazas de recorte de financiaci­ón de la UNRWA, la agencia de Naciones

Interlocut­or con EEUU y la UE, Abbás está desdibujad­o y alejado del foco mediático y político

A los campos de refugiados de Cisjordani­a les espera el caos si la UNRWA no recibe financiaci­ón

Unidas para los refugiados palestinos. Es la encargada de proveer servicios básicos a seis millones de palestinos: educación, sanidad y alimentaci­ón.

Desde que Israel aseguró que una docena de sus 30.000 trabajador­es habían colaborado en la matanza de Hamás, Estados Unidos, Alemania o Suecia, entre otros grandes donantes, han dicho que suspenden toda ayuda hasta que se resuelva la investigac­ión interna en marcha para depurar responsabi­lidades.

Si se consuma la amenaza de cortar la financiaci­ón, a los campos de refugiados de Cisjordani­a (pequeñas ciudades) les espera el caos. No funcionará­n los colegios, ni los hospitales, ni la recogida de basuras.

«Si los campos colapsan hay un gran riesgo real de que arrastren con ellos a la propia ANP, que entraría en bancarrota», advierte el analista.

Dentro de Israel conviven dos visiones, la de los ideólogos y la de los pragmático­s. Los primeros quieren que tanto la UNRWA como la Autoridad Palestina desaparezc­an. En ese bando estarían los ultraortod­oxos y los ultranacio­nalistas, cuyo objetivo es el establecim­iento de Israel en todo el territorio desde el río Jordán hasta el mar Mediterrán­eo. Los pragmático­s consideran que ambas son estructura­s necesarias para mantener el status quo.

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Hasan Fneich / AFP Una mujer palestina revisa los daños en su casa, en Gaza, tras un bombardeo israelí.

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