Por el Congrés Català de la Migració
Su celebración impediría que la tormenta xenófoba acabe con los valores integradores propios de Catalunya
El president Aragonès tiene encima de la mesa una idea surgida de personas recién llegadas y de nacidas en el país de celebrar este año el Primer Congrés Català de la Migració. Una demanda que responde a la necesidad de consolidar la trayectoria histórica de nuestro país basada en la acogida, la integración y el enriquecimiento colectivo, gracias a las personas recién llegadas. Nace también de la preocupación por el creciente sesgo xenófobo que va adquiriendo el debate sobre la inmigración. Efectivamente, la progresiva banalización de los mensajes racistas, como consecuencia de la presencia institucional de Vox y de la consolidación de un imaginario que asocia migrantes a delincuencia y a fracaso escolar, normaliza comportamientos difíciles de digerir, al ser también protagonizados por partidos progresistas. Desde declaraciones vergonzantes y enseguida desautorizadas de un responsable de la conselleria de Ensenyament de ERC, al síndrome Orriols instalado en Junts, pasando por la lista presentada por CCOO de municipios que dificultan el empadronamiento de personas recién llegadas, donde aparecen ayuntamientos socialistas tan importantes como el de l’Hospitalet. De hecho, ninguno de los partidos políticos se escapa. Tampoco los Comuns, tal como se evidenció hace pocos días en el ayuntamiento de Cornellà donde, gobernando conjuntamente con el PSC, se ratificaron en la praxis de burlar la ley que obliga a empadronar al exigir un informe de los servicios sociales, al cual solo puede accederse si se figura en el padrón. Argucias de todo tipo compartidas por algunos ayuntamientos para sacarse de encima a personas que, si bien residen en el municipio, lo hacen en condiciones distintas a las que ofrece un contrato de alquiler o una hipoteca. Hablamos, pues, del sinhogarismo o de los realquilados, los cuales, sin empadronamiento, no tienen acceso a los servicios básicos de la educación y la sanidad. Formas de hacer preocupantes que evidencian un retroceso, que también se constata en la carencia de iniciativas innovadoras. En el caso
Urge actualizar el Pacte Nacional d’Inmigració de 2008, impulsado por ERC, PSC e ICV
de la Generalitat, algunas han sido un acierto. Por ejemplo, el programa ACOL, que subvenciona a entidades y ayuntamientos para contratar a migrantes extracomunitarios en situación irregular y así poder proceder a su arraigo. No obstante, ante la compleja casuística de la acogida, también el Gobierno catalán se ha quedado corto.
« Mal va qui no pensa per l’endemà », dice el refranero catalán. De aquí que resultaría esperanzador la celebración de este congreso, para resituarnos e impedir que la tormenta xenófoba que nos viene de todas partes acabe llevándose por delante los valores integradores propios de Catalunya y del catalanismo. Es prioritario, pues, que el mundo académico y el conjunto del asociacionismo debata conjuntamente con el Gobierno, los parlamentarios y el municipalismo, así como con las entidades empresariales y los sindicatos de clase como es debido para encarar la acogida y la integración. Como urgente es que se actualice el Pacte Nacional d’Immigració de 2008, verdadero monumento en la Catalunya de todos y para todos, orgullosamente impulsado por ERC, PSC e ICV que, por otro lado, ha quedado desfasado. Como necesario es consensuar reclamaciones de modificación de la ley de Extranjería y hacer posible el traspaso a la Generalitat de las competencias en inmigración que quedaron pendientes, para hacer más eficaz la acogida y no las expulsiones. De igual forma que, empezando por el Gobierno catalán, habría que combatir la segregación, superar la esclerótica estructura del Consorci de Normalizació Lingüística, que obvia hacer llegar la lengua a través de campañas de alfabetización popular de la lengua y cultura catalanas, rehuyendo horarios ajenos a las necesidades de las personas.
En toda Catalunya cargos municipales, entidades y ciudadanía invierten energías en la acogida. Referentes que proponen una semana para la reflexión colectiva y siete días también para la celebración de actos masivos, donde todo el mundo pueda conocer la gastronomía, el folclore y la realidad diversa de los catalanes. Cómo recordaba uno de los promotores «me emociona pensar en un acto de conclusión con el Palau Sant Jordi atestado con la Dharma y Morad encima del escenario, defendiendo la misma causa» .
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