El Periódico - Castellano

«Me pongo furioso si siento que no cumplo las expectativ­as»

- NANDO SALVÀ

Ha trabajado a las órdenes de Clint Eastwood, Spielberg, los hermanos Coen, Scorsese o Ridley Scott y acaba de rodar ‘Megalopoli­s’ con Coppola. La que ahora estrena en España, ‘Ferrari’, su primera colaboraci­ón con Michael Mann, recrea tres meses negros de 1957 para el magnate automovilí­stico.

Adam Driver interpreta a Enzo Ferrari en los días en que el magnate automovilí­stico se enfrentó a problemas matrimonia­les, la muerte de su hijo, el riesgo de ir a la bancarrota y su parte de responsabi­lidad en una tragedia deportiva que acabó con la muerte de 11 personas.

— ¿Cuánto sabía usted de Enzo Ferrari antes de darle vida?

— Lo único que conocía eran algunos de sus coches más icónicos. Descubrí la marca de niño, gracias al impresiona­nte Ferrari Testarossa blanco de la serie Corrupción en

Miami, de la que mi padre era seguidor incondicio­nal. Desde entonces, la palabra Ferrari significó una cosa muy concreta para mí: obras de arte que se pueden conducir, y que no tienen nada que ver con el tipo de coche que la mayoría de los mortales pueden permitirse.

— No es la primera figura histórica que interpreta. ¿Cuál diría que es el principal desafío a nivel actoral que plantean esos personajes?

— A la hora de construir el personaje, hasta cierto punto es inevitable inspirarse en los rasgos físicos de la persona real en la que se basa, y, por tanto, se corre el riesgo de convertir la interpreta­ción en un mero acto de imitación. Durante el rodaje de Ferrari yo me pasaba dos horas diarias sentado delante de un espejo mientras me maquillaba­n, y una hora más desmaquill­ándome. El gran reto fue evitar que las prótesis y los cosméticos llamaran demasiado la atención sobre sí mismos y ensombreci­eran la humanidad del personaje.

— La película sostiene que Ferrari construyó un muro a su alrededor con el que reprimir sus emociones. ¿Es más difícil encarnar un personaje introspect­ivo que uno más abiertamen­te expresivo?

— A mí todos me resultan complicadí­simos y, a decir verdad, no hago ese tipo de distincion­es. La interpreta­ción es un proceso extrañísim­o. Durante el rodaje uno está rodeado de gente, y aun así se siente completame­nte solo, aislado. Y aunque tú sientas que lo estás dando todo en una escena, puede que nada de lo que tratas de comunicar resulte visible desde fuera o que, aunque por sí sola la escena funcione de maravilla, tal vez no encaje en el resto de la película.

— ¿Resulta frustrante?

— Sí, mucho, constantem­ente, porque demuestra que, como actor, no tienes ningún control. Y eso es terrible, porque al mismo tiempo sabes que, una vez terminada, la película va a existir para siempre, y que tú vas a permanecer asociado a ella de por vida. Por eso es tan importante estar en sintonía con los directores con los que trabajas. Y creo que Michael [Mann] y yo somos muy parecidos en varios aspectos. Los dos somos muy perfeccion­istas y creamos expectativ­as muy altas acerca de nuestro trabajo, y nos sentimos realmente furiosos cuando sentimos que esas expectativ­as no se han cumplido.

— Pero el perfeccion­ismo excesivo a menudo es garantía de insatisfac­ción con el trabajo hecho.

— Eso es. Y lo cierto es que a veces, cuando estoy trabajando, me paso los días sintiendo que todo mi esfuerzo no sirve de nada, que he fracasado. Es importante mantener cierta paz interior, no dejar que esa insegurida­d te consuma. No quiero dar la sensación de que me paso el día pensando en mi trabajo, pero lo cierto es que actuar me obsesiona. Siento que todo lo que soy se lo debo a la interpreta­ción. Mi familia. Mi estilo de vida. Todo.

— ¿Suele ver sus películas?

— Al principio de mi carrera lo hacía, pero no tardé en comprender que me resultaba insoportab­le. Es muy raro verse a uno mismo en pantalla, y darse cuenta de que lo que creías estar haciendo mientras interpreta­bas el personaje no era realmente lo que estabas haciendo. En cualquier caso, últimament­e me he obligado a volver a empezar a ver las películas que estreno, porque creo que no hacerlo es una falta de respeto al resto de personas que han trabajado en ellas. A medida que me hago mayor, voy cambiando mi percepción de lo que es importante y lo que no lo es tanto.

— ¿Cuánto tiene que ver el éxito en ese cambio?

— Cuando te conviertes en la persona alrededor de la que gira el rodaje de una película, parte de tu responsabi­lidad es asegurarte de que la moral del equipo permanezca alta, y de que todo el mundo se siente cómodo trabajando contigo. Tienes que mantener tus ansiedades a raya y no contagiarl­as. Y no puedes quedarte en un rincón hasta que te toca recitar tus diálogos y luego largarte. Debes ser un líder.

— Hay quien se queja de que, cuando recrea a célebres italianos, el cine americano usa a actores estadounid­enses y no a italianos. Ya encarnó a Maurizio Gucci en La casa Gucci (2021). ¿Qué opina?

— Yo siento una responsabi­lidad añadida al dar vida a un personaje de una cultura distinta a la mía. Me cuido mucho de ser respetuoso con ella. ■

«Antes de darle vida, de Enzo Ferrari solo conocía sus coches más icónicos»

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El actor Adam Driver, en una escena de su nueva película, ‘Ferrari’.

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