Puigdemont se empadrona en Galicia
Hemos reformado el Código Penal, incluso la Constitución, pero, en cambio, no hemos actualizado la obsoleta Ley electoral que prohíbe publicar encuestas los últimos días de campaña. Así que, a pesar de que según el CIS casi el 30% de los gallegos decidirá su voto en el último momento, no podremos saber qué efecto tiene el lío de la amnistía en el que se ha metido Feijóo este fin de semana hasta que se abran las urnas el próximo domingo. No hace falta un vuelco, con mover unos cientos de votos en un par de provincias sería suficiente para dar al traste con la mayoría absoluta popular.
El PSOE y Junts, tras el rechazo de los de Puigdemont a la ley de amnistía en el Congreso, acordaron aparcar el tema hasta después de las elecciones gallegas. Pero, por un motivo difícil de comprender Feijóo lo ha introducido como tema central del tramo final de campaña.
Los de Alberto Núñez Feijóo habían conseguido que lo de los pellets no cuajara y la primera parte de la contienda electoral había transcurrido por donde los populares querían: Pablo Iglesias, enredado en si hay que votar al BNG o a Podemos; el PSOE desfondado; Sumar en caída libre y VOX sin opciones. Solo el estrafalario alcalde de Orense amenazaba un panorama perfecto hasta que en un off the record alteró la plácida campaña del PP.
El Partido Popular erró al hablar con Junts en un domicilio particular, sin luz ni taquígrafos. Como fuerza ganadora de las elecciones generales debería haber celebrado una ronda de consultas en la que podría haber introducido a Junts y, tras el encuentro, dar carpetazo a las exigencias de Puigdemont.
Unas horas antes de esa cena maldita, Elías Bendodo reivindicó su derecho a dialogar con Junts. El problema no está solo en el encuentro furtivo en un domicilio barcelonés, sino en que unas semanas antes el PP había propuesto la ilegalización del partido posconvergente y con tanto bandazo, los votantes populares ya no saben a qué atenerse.
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