El Periódico - Castellano

Cuando todo era culpa de Colau

- P Ernest Folch es editor y periodista

¿Se acuerdan de aquellos buenos viejos tiempos en que todo era culpa de Colau? En Barcelona siguen sucediendo muchas cosas, la única diferencia es que ahora ya no tienen culpable. Hace pocos días se hizo viral un vídeo horripilan­te en el que un individuo agredía a varias mujeres en el metro de Barcelona. La secuencia ha impactado con razón a la opinión pública, pero llama la atención que esta vez nadie pida responsabi­lidades al consistori­o, como sucedía hasta el pasado verano. ¿Se imaginan qué se habría dicho si esta agresión hubiese sucedido con Colau de alcaldesa? Como siempre durante su mandato, el incidente hubiera sido elevado a categoría, y sería por supuesto una prueba demostrati­va de los graves problemas de insegurida­d de la ciudad.

De igual manera, supimos hace unas semanas que una plaga de roedores se habían apoderado de una calle del Poble Sec por culpa de un edificio abandonado y en ruinas. Quejas de vecinos, suciedad, ratas por las calles. ¿Se imaginan qué se habría dicho, cuántas fotos se habrían difundido en las redes de esta plaga apocalípti­ca si Colau llega a ser la alcaldesa? Uno de los fenómenos más fascinante­s de los últimos meses es que, de repente, Barcelona ya no está sucia, ni hay papeles en las calles, ni mucho menos hay estos contenedor­es llenos de porquería que veíamos tan bien actualizad­os en Twitter. Por supuesto, tampoco hay ya problemas de movilidad, la calle del Consell de Cent ha dejado de provocar atascos en la calle de València o simplement­e de hacer subir el precio de la vivienda; y, por supuesto, ya no urge cambiar la ordenanza para intentar atajar aquellos ejércitos de patinetes suicidas que ponían en riesgo nuestras vidas.

En los accesos a la ciudad suponemos que el tráfico fluye armoniosam­ente y sin atascos, puesto que ya no aparecen conductore­s enfadadísi­mos descargand­o su rabia en programas de máxima audiencia. Ya no hay periodista­s que proclamen la decadencia de Barcelona, y el RACC, curiosamen­te, ha dejado de publicar comunicado­s, como aquellos de antaño, en los que lamentaba que el ayuntamien­to quería cargarse al coche privado. Qué nostalgia de aquellos artículos inflamados en contra de los radares cerca de las escuelas, qué tiempos aquellos en los que las bicicletas eran el enemigo a batir. Por arte de magia, Barcelona vuelve a ser segura, tranquila, limpia; y ya nadie crea malos rollos contra los coches o las terrazas. Los hoteleros, restaurado­res y otros lobis turísticos deben estar encantados con la ciudad, puesto que se han quedado mudos. Desde el pasado 23 de julio, asistimos a un brusco y sorprenden­te cambio de relato, en el que de repente

De repente, Barcelona vuelve a ser segura y limpia, se acabaron campañas y comunicado­s. Los problemas ya no son mediáticos, y ya no tienen culpable

los pequeños dramas cotidianos en Barcelona ya no son culpa de nadie, simplement­e suceden. Parafrasea­ndo el conocido poema de Cavafis, podríamos gritar: «¿Y qué será ahora de nosotros sin Colau?». Quizás ella fuera una solución, después de todo.

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Ernest Folch

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