El 28% de la población de Catalunya ya es de origen extranjero
Dos tercios de la población catalana actual es migrante o descendiente de migrantes
La integración de los ‘recién llegados’ se realiza en una fase de poca presión demográfica
El envejecimiento es uno de los grandes retos: los mayores suponen casi el 20% de la población
Catalunya está viviendo una «revolución demográfica» a caballo de la baja natalidad, el envejecimiento y, sobre todo, de la migración internacional, que ha aportado durante lo que va de siglo 1,7 millones denuevos catalanes que han compensado el desplome de la fecundidad y el envejecimiento.
Catalunya, que en noviembre ya coronó el tourmalet histórico de los 8 millones de habitantes, está viviendo una «revolución demográfica» a caballo de la baja natalidad, el envejecimiento y, sobre todo, de la migración internacional. Un fenómeno, el migratorio, que en este siglo XXI ha aportado 1,7 millones de personas (el 21%) y se ha convertido en el gran motor a tracción de un aumento poblacional que está amortiguando, no sin retos apremiantes, el desplome de la fecundidad. Ahí va un dato inicial: el 28% de los habitantes de Catalunya son nacidos en el extranjero o hijos de migrantes internacionales.
«La cohesión social ante este proceso de diversificación es uno de los grandes desafíos de los próximos años y para ello será básico garantizar el ascensor social, pero no vamos tarde, no estamos perdiendo el tren, porque justo está pasando», afirma Albert Esteve, director del Centre d’Estudis Demogràfics, organismo que pertenece a la UAB y a la Generalitat. El instituto celebra sus 40 años de la entidad con el informe La Catalunya del 8 milions, una suerte de caja negra de este gran corrimiento de tierras y que se presentó ayer en un acto en el Palau de la Generalitat presidido por el conseller de Recerca i Universitats, Joaquim Nadal.
Con las cifras en la mano, es cierto que la Catalunya de los años 80 –la del célebre eslogan pujolista Som sis milions– poco tiene que ver con la de 2024. Por aquel entonces, por ejemplo, el primer hijo se tenía sobre los 25 años y apenas el 2% de los habitantes habían nacido en el extranjero. Aun así, es un hecho que la población catalana –de apenas dos millones de habitantes a principios del siglo XX– ha ido creciendo de forma desigual y a grandes sacudidas, a rebufo de los ciclos económicos. Primero llegaron las grandes oleadas migratorias procedentes del resto del Estado, entre los años 1910-1929 y, más tarde, las de las décadas de los 50 y 60. Ya en el siglo XXI, ha sido el turno del boom extranjero: primero entre 2000 y 2008, hasta la crisis, y luego entre 2014 y 2020, año del inicio de la pandemia.
«Primero fuimos tierra de paso, luego de acogida y ahora de inmigrados», afirma Esteve, que aporta un dato que funciona como disolvente de visiones esencialistas. Ya sea procedente del resto del Estado o del extranjero, el 65,8% de la población catalana es migrante o descendiente de migrantes y hasta un 75% es producto directo o indirecto de estos desplazamientos (al menos se cuenta con un abuelo que nació fuera de Catalunya).
Concentración metropolitana
Más allá de eso, la radiografía de la migración internacional arroja una prevalencia de un grueso de pasaportes –la comunidad latina supone el 44,8% de los nouvinguts, seguida de la europea (22%), la africana (20%) y la asiática (11,3%), aunque por nacionalidades despuntan los marroquís (15%), los colombianos (6,8%) y los argentinos (5,5)- y también una clara geografía. Como la población autóctona, se concentra básicamente en el área metropolitana, las capitales comarcales y el litoral, que es donde la oferta laboral es mayor y más diversa. Así, más allá de Barcelona, donde hay empadronadas 477.700 personas nacidas en el extranjero (el 29% del total), L’Hospitalet registra 87.900 (33%), y Badalona, 44.300 (19,8%).
«Uno de los aspectos que puede ayudar en el proceso de integración de los recién llegados es que se realizará en un momento de poca presión demográfica –apunta Esteve–. No es lo mismo acceder a un sistema educativo y a un mercado laboral tensionado que hacerlo en un momento de menor instensidad demográfica».
Diversidad
Y aquí llega la otra cara de la moneda de todo este asunto: la caída de la fecundidad, que empezó en los años 80 y que ahora, tras un repunte provocado por la natalidad del babyboom y de la migración extranjera, enfila la fase de desplome (de 1,58 hijos por mujer en 2008 a 1,2 en 2022). El caso es que la población actual en edad fértil es ostensiblemente inferior a la de generaciones anteriores y, en la misma dinámica que ya se activó 40 años atrás, tiene pocos niños y tarde, si es que los acaba teniendo.
«La población extranjera tampoco tiene muchos más hijos, aunque en números relativos su peso es mayor debido a la actual disminución de la población autóctona –las llamadas generaciones vacías– en edad fértil», apunta Esteve, quien desmiente el mito de las migraciones por reemplazamiento (precisamente el boom de principios de milenio coincidió con los adultos del baby boom) y recuerda que toda política para fomentar la natalidad tarda muchos años en hacerse efectiva, precisamente por el adelgazamiento de las franjas en edad fértil.
El escáner de la población catalana deja, pues, unos cuantos desafíos y deberes, no menores, para las políticas públicas, que a menudo leen al ralentí los datos demográficos. Ahí está –apuntan desde el Centre d’Estudis Demogràfics de Catalunya– el «reto de gestionar un territorio más poblado, desde el punto de vista de la vivienda, los servicios y la movilidad», y el no menor de «cohesionar a una población cada vez más diversa en lo que respecta a la lengua, la educación y el mercado laboral».
Y aunque hace años ya que los datos ponen un apremiante foco sobre el envejecimiento –la gente mayor ya supone el 19,3% del total de la población– , desde este centro de estudios apuntan a que aún se deben «adaptar las transferencias públicas y privadas a una estructura progresivamente envejecida», que requerirá más cambios en pensiones y en cuidados y atención sanitaria. Retos, en efecto, mayúsculos.
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