El Periódico - Castellano

Las 250 fuentes de Collserola languidece­n en plena sequía

La falta de mantenimie­nto y el vandalismo se suman al exiguo caudal de los manantiale­s para poner en peligro un elemento clave para mantener la biodiversi­dad de la sierra.

- CARLOS MÁRQUEZ DANIEL

Collserola ha recorrido un largo camino hasta alcanzar el reconocimi­ento social. Ayudó mucho la pandemia, que hizo crecer un 20% las visitas; pero el trabajo empezó 40 años atrás, en la década de los 80, cuando Pasqual Maragall se marcó dos objetivos: dejar de dar la espalda al mar e integrar la montaña. El ayuntamien­to y la entonces Corporació Metropolit­ana de Barcelona (liquidada en 1987 por el Gobierno de Jordi Pujol, que no toleraba semejante rival público) invirtiero­n volquetes de billetes en lo que entonces se considerab­a el jardín trasero de la ciudad. Ni tan siquiera se hablaba de Collserola: era, en genérico, el Tibidabo. La culminació­n llegaría con la declaració­n de parque natural, a finales de 2010. Pero los galones no han implicado una inversión a la altura. Y ,claro, los gestores del pulmón hacen lo que pueden y les toca priorizar. En la trastienda se han quedado las cerca de 250 fuentes distribuid­as por las 9.000 hectáreas de bosque. La falta de mantenimie­nto y el remate de la sequía las ha dejado en muy mal estado. Se pueden recuperar, pero hacen falta dos cosas: lluvia y dinero.

Los fondos europeos Next Generation servirán para restaurar 13 de los manantiale­s situados en el término municipal de Barcelona. La inversión se integra en un plan de sostenibil­idad turística, son las cosas de las ayudas europeas. Por ahora se ha licitado el concurso para redactar los proyectos ejecutivos, por un valor de 130.000 euros, que permitirán definir la recuperaci­ón de estos entornos. Luego se sacarán a concurso las obras, que ascenderán a cerca de un millón de euros. Sería un punto demagógica trazar una regla de tres para calcular el coste de las 250 fuentes, pero si 13 valen un millón, dejémoslo en que 250 cuestan mucho dinero. Y luego, por supesto, tras la puesta al día, habría que establecer un mantenimie­nto periódico.

Raimon Roda, gerente del Consorcio del Parque Natural de Collserola, admite que el problema es una suma de factores. No niega la falta de mantenimie­nto, pero no es algo que se pueda achacar a su administra­ción ni a la de sus antecesore­s. El Área Metropolit­ana de Barcelona y la diputación van aportando al parque el dinero que les toca cada año, pero el Govern solo ha destinado el 5% de la inversión que prometió cuando se formalizó la protección del entorno, en 2010. La Generalita­t debería haber desembolsa­do unos 35 millones en estos 13 años, pero la realidad no llega a dos millones. Prevención de incendios, mejora de caminos, señalizaci­ón, programas educativos, vigilancia... suficiente tiene el pulmón de Barcelona como para poder destinar una partida significat­iva a sus bebederos.

Poca sensibilid­ad

Pero hay otros factores, señala Roda. Está también la falta de considerac­ión. No hay sensibilid­ad. Es decir, que la ciudadanía no valora en su justa medida las fuentes ni su entorno, a pesar de que forman parte del patrimonio de Barcelona y de los otros ocho municipios con término municipal dentro de Collserola. «Creo que la gente es poco consciente del valor que tienen y del papel que juegan en la protección de la biodiversi­dad», sostiene. Una fuente, aseguran los expertos, deja de serlo cuando ya no escupe agua. Una afirmación muy lógica, pensarán. Pero no lo dicen por el agua en sí, sino por todo lo que genera a su alrededor y por su función de punto de hidratació­n para la fauna; por el musgo en su falda, por cómo se distribuye al caer, generando, así, nueva vegetación y nueva vida. Son como la plaza del pueblo.

Lo bueno de Collserola, además, es que su subsuelo es abundante en pizarra, un material fisurado y roto que propicia la creación de circuitos por los que el agua fluye con facilidad. De ahí que existan esas cerca de 250 fuentes. «Son un milagro», sostiene un arquitecto con 30 años de experienci­a profesiona­l en el parque. Y prosigue: «El agua sale del freático cuando hay un exceso de retención. Es entonces cuando se genera la fuente y se interviene para adaptarla, con su propia vida y dinamismo». Es decir, la fuente nace. Y luego se hace.

Ahora, sin embargo, este experto calcula que solo deben quedar una veintena de fuentes activas. La fuente del Ferro, por ejemplo, en Sant Just Desvern, más allá de los terribles grafitis, porque cada vez es más habitual que estos vándalos suban al monte, yace desértica. Ahora es un rincón sin apenas vegetación. De hecho, es prácticame­nte imposible (más allá de que esté prohibido llevárselo) encontrar musgo en todo el parque natural, una planta muy habitual en otoño e invierno en la zona inmediata de una emanación de agua.

Grafiteros de montaña

Lo de los grafiteros, por cierto, era hasta hace poco una gamberrada poco habitual en Collserola. Pero de un tiempo a esta parte, en los lugares más recurrente­s del parque, como la carretera de las Aigües, es habitual encontrar garabatos en los miradores. Incluso algunos árboles y grandes piedras de senderos blanden desagradab­les pinturas de mal entendido arte urbano. No todas las fuentes de Collserola son públicas y notorias. Y según señala este experto, está bien que así sea, porque muchas no tienen el aspecto que cabría esperar de un manantial clásico. «Pueden ser lugares en los que el agua simplement­e ema

Los surtidores son importante­s ya que dan de beber a la fauna y generan nueva vegetación

na del subsuelo y que son básicos para la fauna. Y está bien que se mantengan anónimos, escondidos, porque si se abren a las personas, los animales dejarán de ir».

Sobre el mantenimie­nto, invita a fijarse en la flora que crece alrededor de los bebederos. «Hay mucha caña, que es una planta invasora muy resistente. No es que sea mala, pero es el principal síntoma de que se hace poco para cuidar el entorno». Sobre la sequía, asegura que hacía mucho tiempo que no veía Collserola tan mal. Pero lanza un hilo de esperanza: «La naturaleza tiene memoria. Si llueve, las fuentes volverán». Solo faltará arreglarla­s y mantenerla­s en buen estado.

Si tienen curiosidad, aquí va la lista de las fuentes más populares de Collserola, por municipio. Budellera, Marquesa, Muguera, Canyelles y Bacallà (Barcelona); Groga, Ribes y Sert (Sant Cugat); Mandra (Esplugues); Can Merlés y Beca (Sant Just Desvern); Can Bofill y Can Ferriol (Sant Feliu de Llobregat); Casats (Molins de Rei); Cosí (Papiol); Sant Pau (Cerdanyola), y Mitja Costa (Montcada).

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La fuente de la Budellera, con un exiguo chorro de agua.
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