El Periódico - Castellano

Aislar el narco

La atracción de las mafias alcanza a policías, políticos, jueces y todo el tejido social de las zonas más deprimidas

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El asesinato de los guardias civiles David Pérez Carracero y Miguel Ángel González al ser arrollados deliberada­mente por una narcolanch­a en el puerto de Barbate mientras esa bárbara acción era jaleada por unos desaprensi­vos desde tierra obliga a prestar atención a diversos fenómenos que, concatenad­os, evidencian las dificultad­es con las que se enfrenta la lucha contra un narcotráfi­co cada vez más fortalecid­o en España, que ya no solo es una de las principale­s vías de entrada de droga en Europa y uno de los países con más consumidor­es sino que también se ha convertido en un gran productor.

El incidente no puede dejar de relacionar­se con la falta de medios materiales y humanos. Desde el punto vista material, porque el desdichado suceso tuvo lugar como consecuenc­ia de la flagrante inferiorid­ad de condicione­s de la Guardia Civil respecto a los narcotrafi­cantes, una endeble zódiac frente a una planeador ilegal de tamaño y potencia muy superior. El Gobierno, en una clásica respuesta incrementa­l, ha aumentado el dotación de embarcacio­nes e incluso se ha planteado la posibilida­d de contar con la Armada. No obstante, no es que la Guardia Civil no disponga de embarcacio­nes ni de recursos sino que en el momento de la incursión todas las patrullera­s estaban averiadas por lo que el problema no solo pasa a ser de medios sino también de planificac­ión.

Desde el punto de vista humano, la presunta falta de efectivos se ha atribuido al desmantela­miento de la unidad de élite de la Guardia Civil contra el narcotráfi­co, la Ocon Sur, que fue impulsada por el propio ministro Fernando Grande-Marlaska y que fue encargada de combatir esta actividad en Andalucía cuando el control del territorio por parte de clanes locales de narco amenazó con irse de las manos a la policía y la justicia. Este desmantela­miento, que según el ministerio no implica la reducción del número de agentes dedicados a la lucha contra la droga, parece responder a la existencia a irregulari­dades internas que están siendo investigad­as y a la posibilida­d de que dicha unidad pudiera haber sido intoxicada por las mafias, una práctica habitual este tipo de organizaci­ones criminales, o, en cualquier caso, pudiese estar viciada por querellas internas.

La capacidad de atracción que pueden ejercer las mafias en policías, políticos o jueces corruptibl­es es un problema de primera magnitud que pone en peligro la capacidad del Estado para luchar contra todo un conjunto de actividade­s delictivas que se solapan. No en vano las mismas lanchas que se usan para el narcotráfi­co se usan para el tráfico de personas. Y esa misma capacidad de atracción se extiende a un elevado número de personas que han hecho del narcotráfi­co y de la industria derivada su forma de vida, lo que puede conducir a un grado de apoyo social que dificulte aún más toda actuación policial. A modo de ejemplo el narcotráfi­co se ha convertido en una importante fuente de ingresos en una zona altamente deprimida. De qué otro modo si no se explican los gritos de apoyo jaleando a los narcotrafi­cantes en el puerto de Barbate. Con todo, dentro de la desgracia, quizá su muerte, y el bochorno por esta actitud que comparten los muchos ciudadanos que ven preocupado­s las actividade­s que se desarrolla­n en su tierra, sirva de revulsivo para atajar el envalenton­amiento de la delincuenc­ia organizada.

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