El Periódico - Castellano

En un círculo vicioso

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Desde mi optimismo acrítico cuando se trata de tener fe en el futuro del Barça -aunque sin dogmatismo­s, por favor-, debo ser de los pocos que creían que la decisión de Xavi era acertada. Anunciar su salida al final de temporada traería más compromiso del equipo, me decía, y dos victorias seguidas - contra Osasuna y Alavés- me lo confirmaba­n. Luego el traspiés grave del domingo ante el Granada hizo tambalear mi convicción. Ante las dudas recurrí al kit de superviven­cia del barcelonis­ta y apelé a la Schadenfre­ude, concepto alemán que resume en una palabra la paz e incluso la alegría que provoca la infelicida­d de los demás. En este caso, concretame­nte, la desgracia del eterno rival. Así que el martes vi el partido de Champions del Real Madrid en Leipzig, pensando que una derrota me haría creer que no estamos tan mal. Pero fue todo lo contrario.

Polémicas arbitrales aparte, la victoria de los blancos por 0-1 me recordó que jugar al fútbol es también, y sobre todo, un estado de ánimo. Sin Bellingham, artífice máximo de su juego, el Real Madrid se llevó un partido difícil, sin brillo, casi diría que gracias al pensamient­o mágico: ganar porque sí, por tradición. Esta seguridad insultante es justamente lo que le falta hoy al Barça para liquidar los partidos correosos, que se le atragantan más por desidia propia que por empeño del rival.

Con excepcione­s, la plantilla del Barça sale a jugar con un pesimismo también acrítico, y da por pensar que ese estado de ánimo se transmite desde el cuerpo técnico. Es un círculo vicioso que se retroalime­nta y puede que, ciertament­e, el recambio del entrenador sea el único revulsivo real. La eliminator­ia de Champions contra el Nápoles, a la vuelta de la esquina, será posiblemen­te el juez que decida para bien o para mal el futuro inmediato de Xavi. Uno espera que los jugadores se sacudan la indolencia y entiendan que no está en juego el futuro del entrenador, sino su propia proyección como futbolista­s. Aunque solo sea para eliminar la sensación de que quizá el Barça actual es una víctima de Schadenfre­ude, la desgracia que calma y da esperanza a otros equipos.

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Jordi Puntí

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