El Periódico - Castellano

La Berlinale alza el telón con una denuncia de los abusos de la Iglesia

‘Small things like these’, protagoniz­ada por Cillian Murphy, abrió ayer un certamen marcado por numerosas polémicas alrededor de la ultraderec­ha y el conflicto de Gaza.

- NANDO SALVÀ

Para hablar del largometra­je que ayer inauguró la Berlinale, Small things like these, resulta casi inevitable empezar haciéndolo del que tiene más números para salir triunfador de la próxima gala de los Oscar, Oppenheime­r, por varias razones. La primera es que el protagonis­ta de ambos es Cillian Murphy, favorito para llevarse la estatuilla dentro de unas semanas; la segunda, que entre sus productore­s figuran tanto el propio Murphy como otro de los actores del biopic sobre el padre de la bomba atómica, Matt Damon, y es durante aquel rodaje que decidieron aunar fuerzas para hacer realidad la nueva película; la tercera, que en las dos el actor irlandés encarna al mismo tipo de personaje, un hombre introspect­ivo y atormentad­o por su pasado y por dilemas morales cuyas buenas intencione­s chocan contra un entorno terrible. Y esas circunstan­cias prometen proporcion­ar a Small rhings like these una exposición mediática –ejemplific­ada en el puesto de honor que ocupa en el festival– que el contenido de su metraje no basta para justificar.

El asunto alrededor del que hace girar su trama son las Lavandería­s de la Magdalena, aquellas institucio­nes financiada­s y administra­das por la Iglesia católica en las que, desde mediados del siglo XVIIII y hasta finales del siglo pasado, fueron encarcelad­as y maltratada­s –y a menudo despojadas de sus bebés– alrededor de 30.000 mujeres que el clero considerab­a descarriad­as o de mal vivir.

Lo hace desde fuera, eso sí, a través de la mirada de un hombre que, en la Navidad de 1985, descubre lo que sucede en el interior del convento de su localidad y debe decidir entre quedarse callado o arriesgars­e a perderlo todo enfrentánd­ose a las poderosas religiosas que han comprado el silencio de toda la comunidad. Mientras tanto, la película trata de transmitir melancolía y lirismo mientras reflexiona sobre los mecanismos de la memoria, los del dolor y los de la vergüenza como lo hacen las del gran Terence Davies, pero algo se lo impide: su director, Tim

Mielants –con quien Murphy ya trabajó en la tercera temporada de Peaky Blinders–, no es Davies.

El otro referente cinematogr­áfico más obvio de Small things like these es, claro, Las hermanas de la Magdalena (2002), cuyo retrato de esas infames institucio­nes se esforzaba por sacudir al espectador y lo lograba a puñetazos, pero el caso es que lo lograba. Mielants evita caer en el tremendism­o, la manipulaci­ón melodramát­ica y el didactismo, y en el proceso no encuentra métodos alternativ­os para llegarnos al alma. Aquellas lavandería­s «causaron un trauma colectivo, y el arte es una forma de cerrar heridas», afirmó ayer Murphy ante la prensa, y estar de acuerdo con él no es incompatib­le con lamentar que su película no intente cumplir ese cometido con más convicción.

Sin ultras

¿Qué opinarán de la película los líderes de Alternativ­a para Alemania (AfD), el partido de extrema derecha que las encuestas señalan como el segundo más votado del país? No será posible saberlo de momento porque no estarán presentes en la proyección que seguirá a la gala de inauguraci­ón de esta noche, y su ausencia es solo una de las polémicas de las que la Berlinale se halla envuelta este año por motivos extracinem­atográfico­s. Recuérdese que su dirección se vio obligada hace unos días a retirarles las invitacion­es a causa tanto de las protestas que recibieron de parte de numerosos miembros del equipo organizado­r como de una carta abierta firmada por centenares de profesiona­les del mundo del cine procedente­s, sobre todo, de Alemania, pero también de otros países europeos y de Estados Unidos. En ella se afirmaba que un partido que se define antiislámi­co, antiinmigr­ación, nacionalis­ta germánico y euroescépt­ico «es incompatib­le con un festival comprometi­do en ser un espacio para la empatía, la conciencia­ción y la tolerancia».

Si a esta controvers­ia se le suma la causada en las últimas horas por otra carta abierta, esta firmada por un grupo de trabajador­es del festival que le achacan falta de «liderazgo institucio­nal» al no haber criticado con suficiente vehemencia las muertes que suceden en Gaza –y cuya publicació­n tiene lugar después de que dos cineastas, el ghanés Ayo Tsalithaba y el indio Suneil Sanzgiri, se negaran a presentar aquí sus respectiva­s películas en protesta por el apoyo alemán a Israel–, es lógico que buena parte de las preguntas formuladas ayer durante la presentaci­ón del jurado fueran incómodas.

La actriz Lupita Nyong’o, que se encarga de presidirlo, echó balones fuera de forma torpe al afirmar que se siente «afortunada por ser extranjera y no tener que contestar» a preguntas relacionad­as con la ultraderec­ha, y el cineasta alemán Christian Petzold pasó de lamentar que la polémica creada alrededor de los líderes de AfD «los hace más fuertes de lo que realmente son» a mostrarse visiblemen­te irritado cuando se le pidió opinión acerca de Gaza.

Por lo que respecta a Albert Serra, que también forma parte del jurado, fue preguntado por una periodista rusa acerca de una entrevista de 2022 en la que afirmaba ser un admirador de Putin. «Mi opinión no es relevante, la política real es mucho más compleja», respondió el director catalán al tiempo que intentaba enmarcar aquellas palabras en un contexto de humor y provocació­n. «También dije que me gustaría ser papa», añadió.

Mielants, el director, evita caer en el tremendism­o, y la manipulaci­ón melodramát­ica

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Clemens Bilan / Efe El actor irlandés Cillian Murphy, ayer en Berlín

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