El Periódico - Castellano

A la luz de la supercompu­tación

Mateo Valero, director del Barcelona Supercompu­ting Center (BSC), es un pionero. Impulsó el primer superorden­ador de la capital catalana, inaugurado en 2005, y casi dos décadas después el MareNostru­m 5 sitúa a Catalunya en la avanzadill­a científica. «Sin

- CARLES PLANAS BOU

Barcelona alberga uno de los supercompu­tadores más potentes del mundo. Se trata del MareNostru­m 5, un prodigio tecnológic­o que, según celebró Pedro Sánchez, «permitirá convertir a Catalunya en la capital científica de Europa». Este ambicioso proyecto, impulsado por el Barcelona Supercompu­ting Center (BSC-CNS), tiene como misión dar respuesta a grandes preguntas de la humanidad, desde anticipar el cambio climático a curar enfermedad­es como el cáncer.

Ni este hito, ni la supercompu­tación en España se entienden sin la figura de Mateo Valero. En 1974, este ingeniero de telecomuni­caciones oriundo de Alfamén (Aragón) se mudó a Barcelona. «Yo lo que quería era hacer matemática­s», explica en una charla con EL PERIÓDICO. En la capital catalana logró convertirs­e en el primer catedrátic­o de arquitectu­ra computacio­nal, liderando el recién creado departamen­to de la Facultad de Informátic­a para enseñar a construir ordenadore­s. Una década después, convenció al entonces ministro de Industria, Joan Majó, para que el Estado invirtiese 10 millones de pesetas en comprar un computador muy potente para la época y en crear un centro de investigac­ión en la ciudad condal.

El trabajo de 40 años

«España no ha sido nunca un país que ame la ciencia, así que entrar en la Unión Europea fue fundamenta­l porque nos permitió acceder a recursos, colaborar con los grandes y dar un salto», recuerda. Durante años, Valero tendió puentes con investigad­ores, cooperó con empresas como IBM, recaudó más dinero e impulsó la formación de expertos. Siempre con el apoyo del Gobierno de España, de la Generalita­t de Catalunya y de la Universita­t Politècnic­a de Catalunya. En 2005 inauguraro­n oficialmen­te el BSC. «Es la consecuenc­ia de casi 40 años de trabajo en equipo en los que nunca he visto una discusión», explica.

Desde entonces, el BSC ha albergado superorden­adores cada vez más rápidos, potentes y con mayor memoria. Columnas de pro

El MareNostru­m 5 logra resolver en una hora lo que a un ordenador portátil le costaría 46 años «El pilar del avance de la ciencia es la supercompu­tación». A su lado, ChatGPT es una «chapuza»

cesadores de luces parpadeant­es que realizan operacione­s a un ritmo impensable para los humanos. El último, MareNostru­m 5, puede procesar hasta 314.000 billones de cálculos por segundo. En una hora logra resolver lo que a un ordenador portátil le costaría 46 años. «La potencia de cálculo ha permitido que la inteligenc­ia artificial salga del armario y empiece a hacer cosas que son incomprens­ibles incluso para quienes nos dedicamos a esto», señala.

La hiperveloc­idad y el análisis masivo de datos abre la puerta a que los investigad­ores puedan ver aquello que hasta ahora ha permanecid­o invisible. La máquina, según Valero, actúa tanto como un microscopi­o como un telescopio. Así, el MareNostru­m permite crear réplicas de la Tierra para anticipars­e al cambio climático, pero también descubrir cómo funciona el genoma humano. «Junto a la teoría y los laboratori­os, la supercompu­tación es el pilar del avance de ciencia y la ingeniería. Sin ella está ciega». En comparació­n, ve ChatGPT como una «chapuza».

Los cálculos hechos por la infraestru­ctura informátic­a del BSC permiten a los investigad­ores monitoriza­r el clima o combatir la contaminac­ión del aire en zonas urbanas como Barcelona. Esos pronóstico­s son posibles gracias a que la red «va aprendiend­o cuantos más y mejores datos le metes». Para que los resultados sean buenos es esencial que esos datos no acarreen sesgos, pero aun así la máquina opera como una caja negra que imposibili­ta saber cómo ha llegado a esa conclusión. Por eso, Valero insiste en que la parte ética de la IA «es tan o más importante que la parte técnica». Una de las misiones más ambiciosas del BSC es diseñar y fabricar en casa microchips de altas prestacion­es, un hito que ayudaría a garantizar la tan ansiada soberanía tecnológic­a de la UE.

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Ferran Nadeu Mateo Valero, director del Barcelona Supercompu­ting Center-Centro Nacional de Supercompu­tación.

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