Descubriendo «un mundo nuevo»
«Había riesgo de muerte en el traslado, pero ahora está superbién», explica la primatóloga que convenció a la propietaria del mono Linito para que lo cediera tras resistirse durante más de una década.
Linito «está descubriendo un mundo nuevo», cuenta Andrea Torres, responsable del área de animales salvajes de FAADA (Fundación para el Asesoramiento y Acción en Defensa de los Animales). Se refiere al mono capuchino rescatado en Barcelona el miércoles, tras pasar 35 años encerrado en el piso de una mujer casi nonagenaria. Torres ha sido una de las artífices de la liberación, conseguida después de que la organización animalista la persiguiera durante más de una década. El primate da muestras de buen ánimo y apetito en el centro especializado de la Fundación Mona en que se halla bajo observación, tras permanecer enclaustrado desde 2014 en una jaula estrecha y habitualmente sucia (el resto de años no salía tampoco del piso).
«Había riesgo de muerte en el traslado, pero está superbién», revela Torres sobre el animal. «Está comiendo, no evidencia signo de presión y está explorando una instalación que es más grande que la jaula donde estaba, aunque no es grandísima, porque está en período de cuarentena –relata–. Muestra curiosidad e interactúa con todo lo que le han puesto: una hamaca, elementos de naturalización…». El siguiente paso será trasladarlo para que socialice con otros ejemplares de su especie.
Tras años resistiéndose a entregarlo, la dueña del mono cedió ante la visita de los agentes rurales, la Guardia Urbana y los miembros de la oenegé que llevan años preocupados por las condiciones en que Linito malvivía. La flamante ley de bienestar animal propició que el Ayuntamiento de Barcelona dictara una notificación que la conminaba a entregar la mascota: en caso de retenerla más tiempo, el siguiente requerimiento sería judicial.
«El rescate se ha conseguido negociando con la propietaria y sin orden judicial», comenta Torres. Antes, las peticiones reiteradas de la organización animalista a las instituciones habían resultado estériles. «Entré hace 10 años en FAADA y heredé el caso de quien era mi jefa –evoca la bióloga–. Llegó a denunciarlo públicamente y Frank Cuesta vino a grabar un capítulo para uno de sus programas. Acabó diciendo que a este mono le faltaba un telediario y que lo dejá
«Le hemos robado estar 10 años en un santuario con otros de su especie», dice su rescatadora
ramos tranquilo. De eso hace unos 12 años». Linito ha superado la longevidad media de la especie, que oscila entre 20 y 25 años.
La primatóloga describe el periplo para liberar a Linito como una frustrante cadena de tentativas fallidas: «Hemos llevado un control y apretábamos, pero no conseguíamos nada. Nos preocupaba que un día pasara una desgracia, también por el bienestar de la mujer. A su casa han ido los agentes rurales, el Seprona, técnicos del ayuntamiento… Han ido todos y nadie hizo nada. Nos llegaron a decir que no era de su competencia, algo que nos pasa muchísimo con la Administración».
Al final, ante las amonestaciones que la norma contempla y las dosis de empatía que los activistas vertieron, la anciana aceptó que Linito estaría mejor en manos de cuidadores experimentados que en casa.
«Linito disfruta ahora de una vida mejor. Y aún va a estar más distraído y va a alucinar más cuando pase a una instalación más grande. Quien siente el vacío es quien se queda en casa», admite Torres, en referencia a la propietaria. «Había creado mucha dependencia con el animal. Nadie le quiere causar daño», añade. El trato con la mujer conlleva que recibirá noticia del estado del mono, su evolución y su destino, y también imágenes.
Demasiado tarde
La primatóloga atestigua que, hace unos 10 años, se encontraba cada mes con un rescate similar al de esta semana en Barcelona. «Antes, España era una puerta de entrada de primates. De los que se tenían en casa, el más popular era el macaco de Berbería, que ahora está muy protegido. Quedan pocos casos así, tan solo alguno con titís», detalla. Torres apostilla que sí topan con algunos particulares con grandes felinos en casa, lo que la Ley de Bienestar Animal también prohíbe.
La bióloga confiesa que, pese a estar satisfechos porque el mono capuchino ha pasado a buen recaudo, los integrantes de FAADA sienten que el despropósito se ha resuelto demasiado tarde: «Nos queda un regusto amargo, porque podría haberse solucionado hace una década. Le hemos robado estar 10 años en un santuario con otros de su especie. Ahora a Linito sí que le queda un telediario. Me basta si le hemos regalado una semana de vida, pero le podríamos haber regalado años, y no se ha hecho por incompetencia. Han faltado ganas. Las administraciones se pasaban la pelota».
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