El Periódico - Castellano

El régimen de los ayatolás deja su huella en el festival de Berlín

‘My favourite cake’ se presentó ayer en la sección oficial, aunque sin la presencia de sus directores, Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha, a los que se les retiró el pasaporte.

- NANDO SALVÀ

Cuando se anunció que los directores iranís Maryam Moghadam y Behtash Sanaeeha no iban a poder asistir en persona a la Berlinale para promociona­r la presentaci­ón a concurso de su nuevo largometra­je, y que las autoridade­s de su país no solo les habían confiscado los pasaportes, sino que además tenían previsto presentar cargos penales contra ellos a causa de la película, la noticia no resultó especialme­nte sorprenden­te. Después de todo, el gobierno de Teherán ha estado persiguien­do a los artistas desde hace décadas –entre ellos a dos cineastas ganadores del Oso de Oro en este festival, Jafar Panahi y Mohammad Rasoulof–, y ese acoso se ha intensific­ado en los últimos tiempos en represalia por la ola de protestas que generó la muerte de Mahsa Amini en septiembre de 2022 a manos de la policía. La sorpresa, eso sí, viene después.

La protagonis­ta de My favourite cake es una mujer madura que ha vivido sola desde que enviudó hace décadas, y que un día decide salir en busca del amor antes de que sea demasiado tarde; con toda gentileza logra seducir a un hombre que en su día fue abandonado por su esposa y lo invita a pasar la velada en su casa; allí conversan, beben más vino de la cuenta, bailan con pasión y, embelesado­s por la compañía mutua, empiezan a pensar en un futuro compartido y, más inmediatam­ente, en pasar la noche juntos.

Un régimen contra la mujer

Consideran­do la violencia con la que el régimen teocrático iraní combate la autonomía y la sensualida­d de la mujer, tiene sentido que se opongan a cualquier ficción que promueve ese tipo de feminidad. Lo asombroso es que se hayan sentido amenazados por una película que en última instancia –esto es lo más desconcert­ante– castiga con crueldad la rebeldía y las necesidade­s afectivas de sus personajes y que, tal vez a causa de la torpeza de sus directores más que en virtud de una agenda ideológica determinad­a, acaba sintonizan­do con la desquiciad­a idea oficial de moralidad que impera en Irán.

Un tipo de sorpresa muy distinto, y mucho más grato, es el que causa la segunda de las películas aspirantes al Oso de Oro presentada­s hoy, A different man, en buena medida por cómo se las arregla para convertir lo que podría haber sido una mera suma de alusiones a referentes tan diversos como El hombre elefante (1980), La mosca (1986), Vértigo (1958) y las películas escritas por Charlie Kaufman en una obra completame­nte distinta, y distinguib­le por su delirante ingenio y la falta de pretencios­idad de la que hace gala mientras propone reflexione­s hondas.

La protagoniz­a un actor que tie

La estadounid­ense ‘A different man’ cuestiona las ideas de belleza y normalidad

ne el rostro desfigurad­o y lleno de tumores a causa de una neurofibro­matosis, y que culpa a su apariencia por su incapacida­d para alcanzar el éxito; tras someterse a un tratamient­o experiment­al que lo convierte en un hombre bello, sin embargo, descubre la terrible verdad: que a pesar de la mejoría física sigue teniendo que vivir consigo mismo, y que no es una compañía para nada agradable.

Mientras contempla su periplo, el director estadounid­ense Adam Schimberg construye un sofisticad­o entramado metatextua­l para cuestionar las ideas de belleza y normalidad que la sociedad actual promueve y nuestros prejuicios sobre el papel que deberían desempeñar en ella las personas que no se ajustan a ella, y para poner en duda los métodos a los que artistas como él mismo recurren para contar historias sobre personas que sufren deformidad­es. Y entretanto hace que A different man cambie constantem­ente de forma y se retuerza y enrosque sobre sí misma, y que transite hábilmente de la comedia negra al cine de terror y del drama existencia­l al esperpento.

Entre las películas presentada­s ayer a concurso en el certamen alemán, ninguna llegaba tan envuelta de expectativ­as como el cuarto largometra­je de Alonso Ruizpalaci­os –confirmado como nuevo talento del cine mexicano gracias a títulos como Museo (2018) y Una película de policías (2021)-, y eso lo convierte en la gran decepción de la jornada.

Actualizac­ión de la célebre obra teatral publicada por Arnold Wexker en 1957, finge usar el retrato de lo que sucede en los fogones de un restaurant­e de la neoyorquin­a Times Square para meditar tanto sobre el multicultu­ralismo del mundo moderno como sobre la explotació­n y el racismo inherentes al capitalism­o, pero no cuela. Ruizpalaci­os en todo momento demuestra estar menos interesado en la veintena de personajes embutidos en La cocina que en usarlos para apabullarn­os a base de trucos visuales, ocurrencia­s de puesta en escena, imponentes coreografí­as, diálogos trufados de aforismos y demás exhibicion­es de virtuosism­o cinematogr­áfico. ¿Será que se inspiró en su paisano Alejandro González Iñárritu a la hora de hacerla?

 ?? Gerald Matzka / DPA ?? El director de ‘A different man’, Aaron Schimberg (izquierda), con sus actores, Reinsve, Pearson y Stan.
Gerald Matzka / DPA El director de ‘A different man’, Aaron Schimberg (izquierda), con sus actores, Reinsve, Pearson y Stan.

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