El #MeToo sacude al cine francés
Tras el caso de Gérard Depardieu, y a las puertas de la entrega de los premios César, la actriz y directora Judith Godrèche acusa a los cineastas Benoit Jacquot y Jacques Doillon de agresiones sexuales cuando era menor de edad.
Un nuevo capítulo en el #MeToo del cine francés. La oleada de denuncias de violencia machista en el séptimo arte galo va más allá del actor Gérard Depardieu, imputado por violación, acusado por cerca de una veintena de mujeres de agresiones sexuales y denunciado por cuatro de ellas. Ayer se conoció la cuarta denuncia, presentada en enero por una asistenta, quien sufrió presuntos «manoseos» y «comentarios indecentes» durante un rodaje en 2014. Aparte del mediatiquísimo caso del Monstruo, otros dos conocidos cineastas han sido acusados recientemente en Francia: Benoît Jacquot, 77 años, y Jacques Doillon, de 79 años.
La actriz y directora Judith Godrèche, de 51 años, ha denunciado a Jacquot y Doillon –dos reputados creadores del cine independiente francés, que siguieron la estela de la Nouvelle Vague– de haber abusado de su posición de poder para, supuestamente, violarla y agredirla sexualmente cuando ella tenía 14 y 15 años. El 6 de febrero presentó una denuncia contra el autor de Adiós a la reina
«por violaciones y agresiones violentas sobre una menor de menos de 15 años». Jacquot no solo ha negado estas acusaciones, sino que se ha burlado de ellas atribuyéndolas «a la promoción» de la serie autobiográfica Icon of French
Cinema, estrenada en diciembre en la cadena Arte.
La misma cineasta también acusó en la emisora de radio France Inter a Doillon de haberla violado y agredido sexualmente a finales de los ochenta. En esa misma época, ella mantuvo con Jacquot una relación «bajo dominación» durante más de cinco años. Ambos directores, cuarentones entonces –y en teoría amigos– se disputaban a esa actriz adolescente, según su testimonio. Además de Godrèche, las actrices Anna Mouglalis, de la serie
Baron Noir, e Isild Le Besco han acusado de violencia sexual a Doillon, conocido por sus retratos cinematográficos sobre la infancia y cuyo último filme trata sobre el acoso escolar que sufre una niña.
«Esperaba que se produjera antes, pero estamos ante un punto de inflexión en el mundo del cine francés», explica a EL PERIÓDICO la actriz y directora Eva Darlan, de 75 años, conocida por su compromiso feminista. Con siete años de diferencia respecto al #MeToo en Hollywood, en los últimos meses se han multiplicado en Francia las acusaciones de violencia sexual contra conocidas figuras del séptimo arte, siendo el caso Dépardieu la enorme punta del iceberg.
Los últimos testimonios de actrices han coincidido con la noticia del enjuiciamiento del director Christophe Ruggia por la denuncia de «una agresión sexual sobre una menor de 15 años» de la intérprete Adèle Haenel. Esta reputada intérprete, de 34 años, quien anunció en mayo que dejaba el cine por su funcionamiento «reaccionario, racista y patriarcal», fue una de las precursoras de este movimiento. Hizo correr ríos de tinta al irse de la gala de los César al grito de «es una vergüenza» por los galardones dados al cineasta polaco Roman Polanski, acusado de violaciones o agresiones sexuales por más de una decena de mujeres.
«Las palabras de las actrices empiezan a escucharse en Francia, pero eso se debe al hecho de que denuncian agresiones que ocurrieron cuando ellas eran menores de edad», matiza la actriz Noémie Kocher, integrante de la asociación Actores y Actrices de Francia Asociados (AAFA), en que forma parte de una comisión de apoyo a las y los intérpretes que sufren violencia sexual. De hecho, el detonante del affaire Dépardieu no fueron los numerosos testimonios de mujeres, sino un documental en que se le veía haciendo comentarios groseros sobre una niña norcoreana.
Kocher también fue una de las precursoras del este #MeToo, tras haber denunciado en 2001 por acoso sexual al director JeanClaude Brisseau, condenado en 2005 por ello. Pese haber logrado que condenaran a su agresor, ella recuerda el «sufrimiento, equivalente al de la agresión» que supuso el tratamiento mediático de su caso. Los medios –especialmente progresistas, como Libéra
tion o Les Inrocks– se pusieron del lado del agresor.
Especificidad francesa
«A las actrices siempre les ha costado que las escucharan. Cuando son poco conocidas y denuncian algún tipo de agresión sexual, se las acusa de hacerlo para darse a conocer. Y cuando lo hace una celebridad, le reprochan que lo hace porque busca casito», lamenta la actriz Nathalie Mann, una de las fundadoras de la asociación AAFA. Respecto a los abusos sexuales en el cine, «creo que hay una especificidad francesa relacionada con la Nouvelle Vague», sostiene Kocher. Según esta intérprete suizocanadiense, esa corriente artística «entronizó al director de cine como autor y creador todopoderoso, lo que favoreció las situaciones de dominación».
A las relaciones verticales presentes en industrias cinematográficas de todo el mundo, se le sumó el imaginario de lo subversivo asociado al arte post-Mayo del 68 y la exaltación de la cultura en Francia –algo positivo y a menudo admirado desde España–, pero que también ha alimentado la impunidad de creadores cuando cometen agresiones sexuales.
En los últimos
meses se han multiplicado las acusaciones de violencia sexual