El Periódico - Castellano

Análisis La transición del campo

La agricultur­a, la Administra­ción pública y el resto de sectores se enfrentan y enfrentará­n a cambios profundos a medida que el cambio climático vaya avanzando. Pero la solución no es acabar con la Agenda 2030, sino acelerarla.

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Esta semana hemos visto la revuelta del campo, un grito por su superviven­cia. Los agricultor­es sufren como nadie los efectos de la sequía, el ahogo de la burocracia y un aumento de costes que no pueden repercutir completame­nte en sus ventas. La mayoría de estas cuestiones me resultan familiares. Documenté los más de 1.740 escritos anuales que durante mi vida profesiona­l he tenido que presentar a la Administra­ción, hecho que exige tener una persona dedicada solo a esto. También sufrimos el efecto del aumento de los costes de la energía y de las materias primas sin poder repercutir­los en los precios. La consecuenc­ia fueron dos años con pérdidas, que pusieron en peligro la empresa. Todo esto hoy se ha superado gracias a una estrategia decidida por cambiar el mercado y una inversión que ha necesitado ingeniería financiera.

Explico esto porque entiendo lo que pasa en el mundo del campo, y estoy convencido de que solo se podrá resolver con un cambio de modelo.

Mi bisabuelo fabricaba papel a mano y mi abuelo también, hasta 1918. Fabricaban 60 kilos cada día durante 16 horas porque vivían en el molino de Banyoles. Si hoy pongo precio al papel que se fabricaba de aquella forma con los costes actuales, tendría que ser superior a los 0,67 €/m². Mi abuelo aprendió a construirs­e las máquinas de papel y, con tres hijos, consiguió poner en marcha una fábrica que hacía unos 6.000 kg/día de un papel de baja calidad, con trapos de algodón que ahora tendría un coste de unos 0,13 €/m². Hoy, la fabricació­n de 80.000 kg/día de papel tisú de calidad requiere fabricar con cuatro turnos en continuo como mínimo de unas 45 personas, y su coste es de 0,02 €/m². ¿Dónde estuvo el cambio? En la industrial­ización, pasar de la artesanía a la fabricació­n con maquinaria. Los seis molinos de papel de Banyoles cerraron. El camino continúa y todavía hoy la empresa tiene que crecer con más valor añadido para poder soportar el exceso de burocracia y para poder competir con productos que vienen de China, Indonesia y Turquía en el mercado internacio­nal.

Abandonar cultivos

El campo está atrapado por la sequía que lo ha desangrado y ahora tiene que diseñar un plan estratégic­o que le permita sobrevivir. Este plan segurament­e implique abandonar los cultivos con poco valor añadido, ganar dimensión cuando se pueda, y dedicarse a mercados nicho donde pequeñas explotacio­nes todavía puedan vivir. Esto, a menudo, requiere inversione­s, tanto para comprar fincas para ganar espacio, como en regadío, superando formas antiguas de riego. Y es aquí donde la Administra­ción tiene que ayudar, primero acompañand­o al campo para hacer su plan estratégic­o, después modernizan­do infraestru­cturas de riego y, finalmente, encontrand­o soluciones financiera­s con amortizaci­ones a muchos años, para que puedan ejecutar sus planes. Este es un camino que las pequeñas explotacio­nes no podrán hacer solas: habrá que agrupar esfuerzos en nuevas cooperativ­as con suficiente economía de escala para que puedan hacer el camino. No será fácil.

Otro problema del que se quejan es el de la competenci­a desleal. Difícilmen­te se conseguirá que no vengan productos de otros lugares. Ahora bien, una cosa distinta es que aquí las exigencias en tratamient­os fitosanita­rios sean muy elevadas y los productos que vengan de fuera no las tengan que cumplir. Esto mismo nos pasa en la industria, donde tenemos costes derivados de las emisiones de carbono y del cumplimien­to del reglamento químico REACH, y nuestros competidor­es internacio­nales no los tienen. También hace falta que la UE incorpore la tasa de carbono al precio del transporte por mercancía: se habrá acabado enviar flores y fruta en avión. Pero, como esto lo he trabajado, os avanzo que la UE no ve nada claras estas limitacion­es: es lenta y miedosa.

Administra­ción enloquecid­a

En cuanto a la burocracia, esto ha llegado al colmo de lo que se puede soportar. La Administra­ción no para de exigir más y más control de cosas que le parece que hacen avanzar a la sociedad. La última, esta semana: hemos visto cómo se quiere exigir un plan de igualdad LGTBI a las empresas de más de 50 trabajador­es, que sigue al plan de igualdad de género y al canal de denuncia que se implantaro­n el año pasado y hace dos años, respectiva­mente. La Administra­ción ha enloquecid­o con la burocracia. Es de tal magnitud el desastre que ella misma se bloquea porque no tiene suficiente­s medios para resolver la documentac­ión que pide. Solucionar­lo pasa por hacer bases de datos transversa­les, por no tener que pedir cada vez los mismos documentos, otorgar permisos con declaració­n responsabl­e, externaliz­ar las inspeccion­es a empresas privadas y hacer una revolución integran de la Administra­ción, cambio que es incapaz de hacer sola.

Nos queda finalmente el problema de los precios de venta. La solución del sector primario pasa para vender lo más directamen­te posible. Ya hay ejemplos de venta en línea, pero no son capaces de generaliza­rse. El caso más claro es el de la Corporació­n Guissona con BonÀrea, que ha sido capaz de integrar gran parte de la producción en la venta directa con un modelo diferente al del resto de distribuid­ores. Con 6.202 personas trabajando, tienen una facturació­n del campo a la tienda de 2.822 millones, con un margen bruto de 114,5 millones, un 4%, y unos beneficios de 69,36 millones. La alternativ­a a producir entre toda la cadena alimentari­a de distribuci­ón segurament­e exige un margen bruto del 8%.

A todo esto hay que añadir que el modelo de engorde del cerdo, con una producción de carne de dos millones de toneladas cuando el consumo catalán es de 79.000 toneladas, un 3,95%, no es sostenible en la situación de sequía y de costes energético­s actuales y tenderá a bajar de forma importante.

El campo, la administra­ción y el resto de sectores de la economía se enfrentan a cambios profundos en los próximos años, a medida que los efectos del cambio climático vayan avanzando. La solución no es acabar con la Agenda 2030, sino acelerarla. Y esto significa también diversific­ar la actividad tradiciona­l con la energética. Todo está por hacer.

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Ferran Nadeu Los campesinos bloquean los accesos a Mercabarna con sus tractores, el pasado martes.
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Joan Vila

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