El Periódico - Castellano

Putin, ¿un cínico y eufórico criminal?

La muerte de Navalni multiplica el miedo y la desconfian­za hacia Moscú. Varios gobiernos creen que Europa ya ha pasado de la larga etapa de posguerra a otra muy inquietant­e de preguerra

- NUESTRO MUNDO ES EL MUNDO | Joan Tapia

El dictador ruso está exultante por la situación sobre el terreno en Ucrania y porque Trump está bloqueando en el Congreso la continuida­d de la ayuda militar norteameri­cana

Alexéi Navalni (47 años) era el opositor más temido por Putin. En 2020 fue víctima de un envenenami­ento intenciona­do, pero pudo volar a Berlín en un avión medicaliza­do fletado por Angela Merkel. Tras su curación decidió volver a Moscú para seguir su lucha contra Putin. ¿Héroe? ¿Kamikaze? Fue detenido de inmediato y desde entonces ha vivido en varias prisiones. La última, en el círculo polar ártico, donde falleció el jueves «tras un breve paseo». Sea cual sea la causa inmediata, la culpa es de Putin.

Para saber quién es Putin conviene recordar que fue el todopodero­so jefe del KGB soviético en la dictadura de la Alemania comunista y que ha dicho repetidas veces que «el colapso de la Unión Soviética fue la catástrofe más grande del siglo XX». Es un ofendido y fanático nacionalis­ta y puede creer que Ucrania es solo el primer paso hacia el imperio. Suecia y Finlandia son dos países pacifistas de tradición neutralist­a que hasta ahora no han querido entrar en la OTAN. La razón es que tras Ucrania se sienten más amenazados por Putin que por el Stalin de sus peores tiempos y desean la protección de la Alianza, cuyo artículo 5 promete defender con las armas a cualquier país miembro que sea atacado.

En las últimas semanas, Putin está dando muestras de creer que ya es el ganador. ¿Por qué? Porque el boicot occidental no ha funcionado lo suficiente y Rusia creció el año pasado más que la UE. Y la población no protesta, o lo hace poco. También porque cada vez son menos los que creen que Zelenski pueda reunificar Ucrania. Tal como van las cosas sobre el terreno la partición, de jure o de facto, es lo más probable. Y, además, el futuro de la ayuda occidental es problemáti­co. Trump y sus republican­os están impidiendo en el Congreso la continuida­d del apoyo militar americano y las encuestas dicen que el expresiden­te puede volver a la Casa Blanca. La semana pasada manifestó, con gran desparpajo, que le diría a Rusia que hiciera lo que le diera la gana con los países de la OTAN –muchos– que no cumplen su compromiso de subir los gastos de defensa al 2% del PIB. Alemania lo hará este año, por primera vez, junto a otros 17 países, pero España está en el 1% y no es una excepción. Son América y sus tropas quienes garantizan la seguridad europea desde la derrota del nazismo.

Y Putin tiende a la prepotente desfachate­z. La semana pasada dictó una orden de detención contra Kajas Kallas, la primera ministra de Estonia y la más firme defensora de Ucrania, por haber retirado monumentos de la victoria rusa en la Segunda Guerra Mundial. Y en una entrevista en la televisión de Moscú, naturalmen­te «preparada», afirmó que prefería que Biden ganara las elecciones estadounid­enses pese a que su relación con Trump fue buena durante su anterior presidenci­a y cuando Trump está frenando la ayuda norteameri­cana a Zelenski. Es una manera de manipular las presidenci­ales (como en 2016 contra Hillary Clinton), diciendo con un cinismo total justo lo contrario de lo que quiere. Trabajo para lo que me interesa (lo contrario de lo que digo) y me río de lo que los observador­es puedan decir. ¿La muerte de Navalni, el día que en Múnich se abre la anual y occidental Conferenci­a de Seguridad con la presencia de expertos y ministros de Defensa, es una muestra más de su cinismo criminal? No se puede descartar.

Si Putin se sale en Ucrania (partición), todo cambia para Europa y muchos gobiernos empiezan a temer que no estemos ya en la posguerra sino en una preguerra. Cuando la invasión de Ucrania, el canciller alemán, Olaf Scholz, dijo que llegaba una nueva época: sin gas ruso barato y con miedo a Moscú. El tripartito alemán (socialdemó­cratas, verdes y liberales) tiene muchos problemas, pero ha subido a 72.000 millones el gasto militar pese a las duras reglas fiscales del país. Y el ministro de Defensa, Boris Pistorius, que dice que los alemanes deben estar alerta para una posible guerra, es el político más popular.

Putin es un peligroso y cínico criminal al que hay que parar y que, como dice un antiguo asesor de Merkel, solo entiende la fuerza bruta. Europa se prepara. En España, Sánchez y Feijóo, que deberán abordar la nueva realidad europea (sin o con poca ayuda de Podemos o Vox), siguen en su infantil frentismo.

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Joan Tapia es presidente del Comité Editorial de EL PERIÓDICO

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