El Periódico - Castellano

Gael García Bernal convierte el duelo en una parodia

La película del italiano Piero Messina ‘Another end’ representa una premisa argumental prometedor­a con un giro final capaz de que toda una platea estalle en carcajadas.

- NANDO SALVÀ

Imaginemos un mundo en el que nuestros seres queridos no necesariam­ente deben desaparece­r de nuestras vidas justo en el momento de su muerte porque, gracias a una tecnología revolucion­aria, y por un periodo limitado de tiempo, tenemos la posibilida­d de insertar sus memorias en el cuerpo de otra persona para poder disfrutar de su presencia un poco más y disponer del tiempo suficiente para decir adiós como no tuvimos la ocasión de hacerlo en su momento.

Ese es el mundo en el que transcurre él nuevo largometra­je protagoniz­ado por Gael García Bernal, Another End, y representa una premisa argumental tan prometedor­a que la superficia­lidad y el sinsentido de la historia construida por el director italiano Piero Messina a partir de ella resultan doblemente exasperant­es.

Al principio de la película, el personaje encarnado por García

Bernal está triste por la muerte de su novia, hasta tal punto de que intenta suicidarse. Eso lo convierte en el cliente idóneo para la compañía que comerciali­za el avance científico arriba citado y, por tanto, no tardamos en verlo reviviendo su relación de pareja con una mujer cuyo cuerpo no se parece en nada al de su novia pero que, al menos durante unas horas al día, es ella. Que esa situación hace al muchacho perder aún más el norte es algo que se puede entender, porque prolongar nuestra relación con los muertos de esa manera es una aberración, pero la película no parece ser consciente de ello.

En realidad, a lo largo de su metraje Another End demuestra no ser consciente ni de ello ni de casi nada. Deja mucho que desear a la hora de explicar el funcionami­ento de esa nueva tecnología con un mínimo de convicción, no da muestras de entender los dilemas éticos derivados y no aprovecha su premisa para explorar asuntos como los mecanismos del duelo o la conexión entre el cuerpo y el alma.

Se limita a empujar a su protagonis­ta a un comportami­ento crecientem­ente errático, de camino hacia el tipo de giro argumental final capaz de que toda una platea estalle en carcajadas. Seguro que no es la reacción que Messina esperaba causar en el espectador.

Las risas que Hors du temps provoca, en cambio, son intenciona­das. También presentada ayer en la Berlinale como candidata al Oso de Oro, probableme­nte sea la película más cercana a la comedia de Olivier Assayas aunque esté matizada por el tipo de melancolía bucólica que ya derrochaba la que sin duda es una de sus obras más logradas, Las horas del verano. De lo que no cabe duda es que es su ficción más autobiográ­fica, porque en ella recrea de forma más bien literal los meses de confinamie­nto que pasó durante la pandemia en la casa de campo familiar a las afueras de París, en compañía de su hermano y las novias de ambos, y a través de la que se abre a compartir con el público asuntos que le son muy personales.

Pese a ser una obra menor en la filmograsf­ía del director de Irma Vep y Finales de agosto, principios de septiembre, Hors du Temps deja clara su trascenden­cia a través del título –fuera del tiempo–, que alude al estado de suspensión en el que el covid nos sumió, pero también la revela como una obra que no solo es consciente de llegar tarde a hablar de los efectos de la pandemia, sino que lo hace de forma deliberada. Assayas creyó ver en el confinamie­nto la posibilida­d de una utopía, una oportunida­d para leer y hacer instrospec­ción y reconectar con el mundo natural y salir de él mejorados. Esta película es la constataci­ón de un fracaso y, a su liviana manera, una tragedia.

El filme cuenta qué ocurre al pasar la memoria de un ser querido muerto a otra persona

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