Estrellas pop del público familiar
Artistas como Dàmaris Gelabert, El Pot Petit, Xiula y algunos más crean vídeos virales y congregan tanto público o más que muchos ídolos adultos, aun sin un gran reconocimiento mediático.
Llenan recintos del circuito adulto codeándose con los ídolos pop, producen canciones que son hits bajo radar y, sobre todo, videos que llegan a ser virales, con cifras de reproducciones vertiginosas: cerca de 400 millones acumuladas para el ya clásico Els mosquits, de la pionera y estrella del ramo, Dàmaris Gelabert. Es el mundo de la música llamada infantil, familiar en realidad (porque los niños no van solos a los conciertos), un fenómeno que ha emergido con fuerza en Catalunya, marcando tendencia y representando una porción creciente del negocio del espectáculo.
Proyectos como los de El Pot Petit, Xiula, Som Mainada, Els Atrapasomnis, Ambauka o la propia Gelabert han ido accediendo a escenarios transitados por las figuras adultas (del Palau de la Música a Cap Roig, Porta Ferrada o el Festival de Jazz de Barcelona) y estableciéndose en las programaciones de las fiestas mayores, muchas veces congregando más público que las estrellas oficiales. «Nosotros nos dimos cuenta hace años de que había una audiencia familiar que quería ir a conciertos, no a espectáculos de animación», explica Dàmaris Gelabert, figura en danza desde los años 90.
«Los conciertos para este tipo de público pueden ser acogidos por cualquier festival o se pueden programar en un teatro durante varios días. Y eso solo ocurre en Catalunya». Si, en muchos conciertos pop o rock, las entradas se venden de una en una, o de dos en dos, estas van fácilmente de cuatro en cuatro, o más, porque se apuntan familias enteras. Y en estos bolos se vende abundante merchandi
sing, así como compactos y hasta ejemplares del (casi) obsoleto DVD.
La clave de la repetición
En la red, YouTube es el terreno de juego prioritario, allá donde un crío puede ver una y otra vez aquel video que lo tiene embobado, aunque los adultos se suban por las paredes. «La clave del éxito está en la repetición, y YouTube es perfecto para eso. Repetir las canciones una y otra vez da calma a los niños, y si las letras son fáciles y bonitas, enganchan», apunta Jordi Puig, director de U98, la discográfica y editorial de El Pot Petit. «Muchos niños se quedan pillados y es normal que ven un video muchas veces. Hay padres que, bromeando, me dicen: ‘¡La mitad de las escuchas de esta canción son de mi hijo!’». Spotify no es la plataforma prioritaria para el uso infantil, sino «más bien para cuando los niños van con los papás y los abuelos en el coche». Para captar la atención de los tiernos consumidores, se trata de «dar forma a videos de calidad, que sean auténticos y con un trabajo de producción detrás».
Dàmaris Gelabert acumula la friolera de dos millones de suscriptores en su canal de YouTube, una cifra equivalente a una cuarta parte de la población de Catalunya.
Y casi el triple que un gigante comercial como Estopa. Ha sido distinguida con el botón de oro de You Tube (que se otorga cuando se supera el millón de adscritos). Y El Pot Petit, con 152.000, supera con mucho a las figuras más rampantes de la moderna música en catalán, como Oques Grasses (64.700), Manel (32.800) o Joan Dausà (31.900). El 10º videoclip en catalán más visto de 2023 resultó ser uno enfocado al público infantil, El
pollet piu-piu, de Som Mainada ( 612.000 reproducciones), por delante de los producidos por figuras del ámbito adulto como Mushkaa, Triquell o incluso el muy comentado Rikiti, de Mama Dousha.
Así que pensar que estamos hablando de un ámbito menor o periférico de la producción musical es un error, si bien estos artistas ponen sobre la mesa una paradoja bastante fastidiosa: aunque muevan números de escuchas y de aforos comparables (o superiores) a muchos grupos mainstream, sus ingresos están por debajo. Primero, porque los cachés, bastante determinados por las programaciones de los ayuntamientos en las fiestas mayores, son muy inferiores: las propuestas estrella pueden situarse entre los 6.000 y 7.500 euros por bolo, cifra que muchos artistas pop del momento del circuito catalán fácilmente triplican.
Cachés insuficientes
«Muchas veces, en un festival ves a 3.000 personas en el concierto familiar a mediodía, y a 1.000 en el del grupo estrella de la noche. Y este último cobra mucho más, quizá 20.000 euros o más», explica Jordi Puig, de U98. Los cachés son «insuficientes teniendo en cuenta que estos artistas pueden llenar recintos importantes, pero es un mundo en el que hay ama
teurismo, y los programadores municipales creen que con 2.000 euros ya hay suficiente, quizá es porque piensan que los niños no votan», ironiza Albert Puig, director del festival Petits Camaleons, de Sant Cugat («una fábrica de creación de nuevos públicos»), y mánager de Xiula, grupo que ha abierto camino con canciones que introducen temáticas serias, ««como el bullying, la muerte, el saber ganar y perder, o entender que los trazos diferenciales no son un defecto, sino una virtud».