El infortunio de Chéjov
En 1890, cuando ya sufría la tuberculosis que acabaría con su vida, Anton Pavlovich Chéjov emprendió un viaje larguísimo, pesado y lleno de incertidumbres e incomodidades diversas, hasta el extremo este de Siberia, a la isla de Sajalín, en el Pacífico, junto a Japón. Quería experimentar de primera mano las condiciones en las que malvivían no solo los convictos de las cárceles de aquel lugar inhóspito, gélido y lúgubre, sino también el resto de la población, reunidos todos en un penal al aire libre, por decirlo así, del que nadie podía escapar o que, si lo hacían, inevitablemente morían en el intento. En La isla de Sajalín, que tardó años en escribir y que es más un documento que un relato, un informe científico más que una ficción, Chéjov escribe: «Cuando Dios creó este sitio, no tenía en mente al ser humano». He pensado en ello a raíz de la muerte de Alexéi Navalni en la colonia penal IK-3 de Kharp. De hecho, como los personajes que Chéjov describe, el opositor de Putin ya estaba muerto antes de morir, dicen, de una embolia o de un mareo o de quién sabe qué desgracia, después de sufrir vete a saber qué humillaciones, el desamparo.
Esta vez, para la estrategia criminal de Putin, no han sido necesarios repentinos accidentes domésticos o misteriosos aviones que se desploman sin una causa cierta, no han hecho falta envenenamientos alambicados (aunque también salieron a escena –una marca de la casa– con individuos oscuros trapicheando con sustancias letales) o laberínticas persecuciones o asesinatos a sangre fría o invocados suicidios falsos. Algunos colaboradores de Navalni consideran que ahora no tenía sentido deshacerse del enemigo con una acción premeditada y mortal. Piensan que puede que simplemente muriera, mientras caminaba, dicen, porque era imposible seguir viviendo en esas condiciones extremas, después de meses de traslados, oscuridades y secretas torturas. Una muerte similar a las muertes del infierno que contempló y describió Chéjov en Sajalín: «Una cárcel con agua alrededor y, en medio, el infortunio».
■