El Poble-sec recela del plan municipal para reabrir El Molino
Un manifiesto pide detener el concurso que debe decidir la gestión privada del popular teatro y pide un papel para las entidades culturales del barrio.
Parte del tejido asociativo del Poble-sec ve con escepticismo –incluso con oposición, en ciertos casos– el proyecto que el Ayuntamiento de Barcelona traza para reabrir El Molino y ceder el emblemático teatro de variedades a una empresa privada para que lo haga revivir como una sala de conciertos de pequeño formato de jazz, rumba, flamenco y canción de autor, con un espacio gastronómico incluido. Un manifiesto difundido en los últimos días recoge adhesiones para pedir que el concurso para conceder la gestión se detenga y que el equipamiento se administre como un centro público, en que las entidades del barrio tengan cabida. La Asociación de Vecinos del Poble-sec también echa en falta que se reserve espacio para los grupos culturales y teatrales de la zona, por lo que ha pedido aclaraciones al gobierno del alcalde Jaume Collboni.
Ambos hechos dan cuenta del tortuoso camino hacia la reapertura del escenario de la avenida Paral·lel. Salvo por algún que otro acto esporádico, El Molino carece de programación desde que volvió a caer en uno de sus cíclicos cierres. El último fue en 2019. Dos años más tarde, el gobierno de la exalcaldesa Ada Colau adquirió el edificio por 6,2 millones. Se anunció entonces que se integraría en una nueva red de equipamientos municipales, las Casas de Cultura, bajo mando compartido entre el sector público y el privado.
Se pronosticó que El Molino volvería a levantar el telón en 2022. El ejecutivo socialista calcula que el público podría regresar en agosto. El presidente de la Asociación de Vecinos del Poble-Sec, Sergi Gázquez, recalca que urge que el espacio vuelva a abrir y, al mismo tiempo, que el Ayuntamiento sea meridiano sobre qué concibe para resucitar el local. «El gobierno anterior, del que el PSC formaba parte, se comprometió a una serie de cosas que no vemos reflejadas en el pliego de cláusulas» del concurso, advierte.
Gázquez desgrana qué estaba previsto para reocupar El Molino: «Se llegó al acuerdo de que tendría una terraza en la plaza de la Bella Dorita; económicamente, para las empresas que liciten es atractiva porque pueden sacar más beneficio y el barrio sale ganando porque, con una terraza de calidad, pueden cambiar las dinámicas de la plaza, donde tenemos problemas de gente bebiendo, suciedad y falta de luz.
Otro compromiso fue que las entidades artísticas del barrio pudieran tener un espacio». Otras entidades han suscrito un manifiesto en que critican que la gestión de El Molino se entrega «sin ninguna medida ni puntuación sobre el retorno social a los barrios del Paral·lel», por lo que instan a cambiarlos.
El gobierno niega la mayor. El concejal de Cultura, Xavier Marcé, ha defendido esta semana que El Molino «dará alojamiento a las músicas menos comerciales, las más comprometidas y que requieren apoyo público». Rebatió así a los comunes, que exigieron atenerse al modelo esbozado en el mandato anterior, para que no sea «un teatro al uso». ■
El consistorio dice que el plan es «dar alojamiento a las músicas menos comerciales»