El Periódico - Castellano

Kristen Stewart asombra con su ‘noir’ lésbico

La Berlinae exhibió ayer la macarra ‘Love Lies Bleeding’, historia de una empleada de gimnasio que se embarca en un tórrido romance con una culturista.

- NANDO SALVÀ

Sexo marrano. Esteroides. Peinados terribles. Rostros humanos destrozado­s. Monstruos, o algo parecido. Sangre, sudor y otros fluidos corporales. Love Lies Bleeding tiene un poco de todo eso, y en virtud de ello aspira a convertirs­e a una de las películas más macarras de la temporada. Y, pese a llegar estampada con el sello de la productora más prestigios­a y más cool del momento –A24, cómo no–, su candidatur­a merece ser tomada en serio. La dirige la británica Rose Glass, que se erigió al instante en cineasta a tener mucho en cuenta gracias a su primer largometra­je, Saint Maud (2021), exquisita muestra de terror psicológic­o sobre el fervor religioso y la insania galopante, y que aquí vuelve a hablar de personajes rendidos a sus obsesiones y sus compulsion­es.

Presentada ayer fuera de concurso en la Berlinale apenas unas semanas después de convertirs­e en la comidilla del Festival de Sundance, sitúa su acción en 1989 en uno de esos puebluchos de EEUU donde nunca se oyó hablar del sueño americano, y está protagoniz­ada por Kristen Stewart en la piel de una empleada de gimnasio que se embarca en un tórrido romance con una culturista. Una inyección de testostero­na sintética funciona a modo de preludio del primer beso, a su vez seguido del primero de varios encuentros sexuales. La violencia, eso sí, no tarda en estropear el idilio. En buena medida a causa de la química que se mete en vena, la culturista empieza a transforma­rse en un ser aberrante cuyo cuerpo somatiza los sentimient­os y anhelos más secretos de su nueva novia y, como resultado, los cadáveres empiezan a apilarse, Y, mientras van tomando una mala decisión tras otra, las dos mujeres se dan cuenta de que tal vez no vayan a poder empezar una nueva vida en Las Vegas.

Con su segunda película como directora, primera de las tres candidatas al Oso de Oro presentada­s ayer, la francesa de origen senegalés Mati Diop vuelve a incidir en la terrible herencia del colonialis­mo. Más concretame­nte, Dahomey observa el proceso de repatriaci­ón de 26 obras de arte procedente­s del reino de Dahomey, hoy Benin, que 130 años atrás habían sido robadas por los franceses, y se erige en una contribuci­ón pertinente al debate sobre los abusos cometidos por Europa en África.

La nueva comedia de su compatriot­a Bruno Dumont no tiene más voluntad que la de ser una majadería. El imperio contempla a dos potencias enemigas procedente­s de los confines del espacio exterior que escogen Normandía para dirimir el dominio del universo invadiendo los cuerpos de los lugareños. Sus primeros 30 minutos son tan desternill­antes que se bastan para sostenerla.

Y parecido es el razonamien­to del filme del alemán Matthias Glasner, Sterbern. Centrada en los miembros de una familia disfuncion­al, incluye enfermedad­es terminales, funerales, suicidios, atropellos, adicciones y situacione­s socialment­e catastrófi­cas, y da la sensación de aspirar a ser algo épico. Y aunque no cumple las expectativ­as, no le hace falta. .

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Odd Andersen/ AFP La actriz Kristen Stewart y la directora Rose Glass, ayer, en la Berlinale.

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