«Otro Maidán es posible si prevalece el autoritarismo»
Profesor en la Universidad Católica de Lviv y uno de los historiadores más escuchados en su país, debe su fama a libros como ‘Ukraine: the forging of a nation’.
— Al leer sus libros es prácticamente imposible no pensar en que la historia también es un arma de guerra.
— Lo es. Si leemos o escuchamos los discursos de Putin, se pone en evidencia que sus argumentaciones básicamente son todas históricas. Es su estrategia. Es como el Let’s make America great again del [expresidente de EEUU, Donald] Trump. El problema es que el pasado es toda una retahíla de violencia y pobreza. Y esto más allá de que, antes de desarrollarse dentro del Imperio ruso, una parte de Ucrania fue parte de esfera lituana-polaca [el Rus fue destruido por las invasiones mongolas en el siglo XIII y, a continuación, la zona fue dividida y gobernada durante seis siglos por una variedad de potencias].
Por eso también digo que Putin habla de una continuidad que no existe.
— ¿Cómo describiría la relación entre Rusia y Ucrania después de la independencia de Kiev en 1991?
— Lo primero que hay que entender es que Rusia nunca aceptó esa independencia. Dejó que eso pasara porque creyeron que Ucrania fracasaría como Estado. Pero el verdadero punto de inflexión fue en 19931994. Ucrania se encontraba al borde de la guerra civil por las divisiones entre ucranianohablantes y rusohablantes, y había enfrentamientos en las calles. Sin embargo, finalmente el presidente saliente [Leonid] Kravchuk decidió ceder pacíficamente el poder a [Leonid] Kuchma. La transición fue democrática y pacífica. Me parece bastante diferente a Rusia, donde se puede adivinar el resultado electoral antes de que se celebren las elecciones.
— ¿La Revolución Naranja de 2004 fue la antesala del Euromaidán de 2014?
— Sí y no. En realidad el Euromaidán fue una revolución de la clase media de las grandes ciudades. Una clase que, además, no procedía de la industria pesada, sino del sector de los servicios y de la High Tech, los informáticos, que no estaban satisfechos con las perspectivas políticas de su país. Fue una revuelta joven, de una nueva generación. Es la generación del [hoy presidente ucraniano, Volodímir] Zelenski.
— ¿Fue una revuelta exitosa?
— En el sentido que trajo cambios y reformas, sí. Por primera vez, el problema de la corrupción fue puesto en la agenda del país.
— ¿Considera a Ucrania una democracia sólida?
— No, absolutamente no. Ucrania está encaminándose hacia la democracia, pero todavía tiene por delante un camino muy largo. Ha fracasado en llevar adelante reformas cruciales para construir una democracia institucional. Este es el principal desafío. Le falta por ejemplo una reforma del sector judicial para construir un verdadero Estado de derecho.
— ¿Por eso ha habido desencuentros entre Zelenski y el Ejército?
— No, eso se debe más al fracaso de la última contraofensiva. Se han buscado culpables. Además, Zelenski también es un autoritario pero un autoritario moderado y existen distintas visiones [dentro del Estado ucraniano] sobre cómo seguir haciendo la guerra. Zelenski cree que no hay tiempo, que hay que acabar con esta guerra ya y por eso quiere que Ucrania tenga una posición ofensiva, no defensiva.
— ¿Existe el riesgo de que los militares tomen el poder en Ucrania?
— No. No lo creo posible. Y esto también se debe a que el Ejército ucraniano es joven. Hace 10 años casi no existía. No es como en Latinoamérica, aquí no existe una clase militar. ¿Quién tomaría el control?
— ¿Y otro Maidán? ¿Es posible?
— Eso sí. Otro Maidán es posible si prevalece el autoritarismo. El autoritarismo es un mal que afecta a todos los Estados jóvenes y la Ucrania de hoy es muy joven. Pero no creo que eso ocurrirá mientras estemos en guerra, porque el riesgo es muy alto y Ucrania podría colapsar. Esta es una guerra existencial para Ucrania, ya que Rusia no quiere que Ucrania sea ni independiente ni democrática.
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