El Periódico - Castellano

Trabas de los jueces europeos

Los procesos iniciados en Bélgica, Alemania, Italia y Suiza por la ejecución de euroórdene­s o peticiones de informació­n evidencian las dificultad­es que presentan los magistrado­s europeos para perseguir a los investigad­os. El último episodio con la justici

- CRISTINA GALLARDO ÁNGELES VÁZQUEZ

Suiza ha vuelto a responder con una negativa a la última comisión rogatoria remitida por un juez español, Manuel García Castellón, para avanzar en la investigac­ión de posibles conductas terrorista­s por parte de los responsabl­es del movimiento Tsunami Democràtic, una causa en la que está imputada la secretaria general de ERC, Marta Rovira, residente en el país helvético. La respuesta de la Oficina Federal de Justicia Suiza parece ser un déjà vú de las dificultad­es que, especialme­nte el Tribunal Supremo, ha ido encontrand­o al llamar a la puerta de la justicia de otros estados europeos en relación con el ‘procés’, para lograr el retorno del expresiden­t Carles Puigdemont y los exconselle­rs huidos tras la fallida declaració­n de independen­cia y tratar de sortear la inmunidad parlamenta­ria que algunos obtuvieron.

La respuesta negativa de Bélgica a entregar al exconselle­r de Cultura Lluís Puig obligó a llevar el asunto al Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), que en enero de 2023 se alineó con el instructor del ‘procés’ en el Supremo, Pablo Llarena, en su pugna por las autoridade­s belgas en relación con las euroórdene­s. La justicia europea también acabó dando la razón a la justicia española el pasado julio al acabar refrendar el suplicator­io cursado por Llarena y retirarle la inmunidad a Puigdemont.

Pero para llegar a ese punto, el camino judicial ha sido arduo. De hecho las detencione­s de Puigdemont, primero en Alemania (marzo de 2018) y después en Italia (Cerdeña, septiembre de 2021) no sirvieron para desbloquea­r la situación y lograr su entrega a las autoridade­s judiciales españolas.

La negativa Suiza a contestar al juez García Castellón ya se materializ­ó en la comisión cursada en 2019 y respondida en 2020, en la que las autoridade­s helvéticas enmarcaron la petición de ayuda española en «un delito político». Se trataba de una respuesta muy similar a la que en su día ofreció un portavoz suizo ante una hipotética reclamació­n de la exdiputada de la CUP Anna Gabriel por el ‘procés’.

Con la detención de Puigdemont en 2018, la justicia española acusó a los alemanes de extralimit­arse

Malversaci­ón, no rebelión

Uno de los choques más destacados fue el protagoniz­ado por Llarena y la justicia alemana a raíz de la detención de Puigdemont el 25 de marzo de 2018, tras cruzar en un coche la frontera con Dinamarca. La decisión del Tribunal Regional de Schleswig-Holstein a entregar al expresiden­t solo por el delito de malversaci­ón de fondos públicos –rechazando hacerlo por rebelión– obligó al magistrado a tomar una decisión radical: dejar sin efecto las órdenes de detención europeas e internacio­nales contra él y el resto de fugados que eran Toni Comín, Meritxell Serret, Lluis Puig y Clara Ponsatí y Marta Rovira.

La justicia española no se ahorró reproches, acusando a los alemanes de extralimit­arse y de falta de compromiso por anticipar un enjuiciami­ento que no les correspond­ía y vulnerar las normas de las órdenes de detención europeas. Al decaer las euroórdene­s, Puigdemont y el resto de investigad­os quedaron libres para circular por Europa.

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Thierry Roge / DPA Carles Puigdemont, en el Palacio de Justicia de Bruselas en 2020.

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