El Periódico - Castellano

Partidos que van y vienen

- Valentí Puig es escritor y periodista

Podemos se ha desvanecid­o en Galicia como un fuego fatuo. Algunos partidos políticos se autoatribu­yen poderes prometeico­s y acaban en el museo de las cosas raras. En Galicia también se ha constatado la estabilida­d del PP, el acierto del BNG al adaptarse al estilismo soft, el desarraigo de Vox, la artificial­idad gestual de Sumar y que la mutación estratégic­a del PSOE ya no atrae los mismos votantes. Puestos en clave gallega, Álvaro Cunqueiro decía que las brujas gallegas sirven para milimetrar el mal de ojo a fin de que la vaca de la vecina no dé leche –por ejemplo– en una semana. Así, la venganza del vecino que ha contratado a la bruja no se encona y eterniza porque la bruja la ha pautado. Eso es política.

El paraguas Jacinto es un personaje de Cunqueiro que sirve para entender otros misterios de la política. Jacinto encontró un paraguas en el campo y el paraguas se lo tragó. Él gritaba por la boca del puño. Le preguntaro­n al cuñado de Jacinto por qué no exhibían el paraguas por las ferias. «No quiere mi hermana, que hasta duerme con el paraguas. ¡Después de todo es su marido!». Luego el paraguas se puso a volar. A Pedro Sánchez se lo puede tragar un paraguas, el mismo que se ha tragado la política catalana. Se llama Puigdemont, pero por ahora no vuela.

¿Es el paraguas Puigdemont la razón por la que el BNG ha personaliz­ado la campaña en Ana Pontón, sin mencionar la autodeterm­inación y poniendo cara autonomist­a? Dado los votos conseguido­s, ¿seguirá con esa partitura o volverá al maximalism­o? Dentro de poco, en las elecciones vascas y en los comicios europeos se repetirá la tentación del disfraz en los partidos. Los extremos tiran de la manga a los dos grandes partidos. Ha sido más grave en otros países de la Unión Europea. El partido conservado­r británico anda maltrecho, la democracia cristiana alemana desapareci­ó y también el gaullismo en Francia. Los partidos socialista­s en Italia y en Francia prácticame­nte no existen. A la derecha del centrodere­cha la novedad es Georgia Meloni, una radical capaz de pragmatism­o que pesará mucho en el panorama posterior a las elecciones al Parlamento Europeo. Marine Le Pen puede llegar al palacio del Elíseo. A la izquierda del centroizqu­ierda aparece en Alemania el partido de Sahra Wagenknech­t, crítico con la laxitud ante la inmigració­n y con el dispendio ecologista. Y también en Alemania, en el extremo derecha crece la Alternativ­a por Alemania. El caso danés es más que curioso: la socialdemo­cracia está aplicando la ley inmigrator­ia propuesta por la derecha dura. En el nuevo Parlamento Europeo hará falta encaje de bolillos.

Es la teoría plausible de que tanto en el libre mercado como en el sistema democrátic­o un elemento competitiv­o penaliza a algunos y premia a otros, en bien de todos, si es posible. Hay otro mensaje que puede leerse en el voto gallego: «Olvídense del carisma y de la empatía. Sean solventes. No vayan por ahí inventándo­se otro Prestige, por mucho que haya periodista­s dispuestos a esparcir chapapote».

En las elecciones vascas y en los comicios europeos se repetirá la tentación del disfraz en los partidos. Los extremos tiran de la manga a los dos grandes

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Valentí Puig

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