410 escuelas segregadas, la misma cantidad que hace ocho años
Que un alumno esté al lado de otro con un nivel un poco superior crea una transferencia. Copiar del que está escribiendo a mi lado me va a ayudar a adquirir ciertos conocimientos. Hablar con esos alumnos, ir a sus casas, acceder al capital cultural de sus familias si se hacen amigos… todo eso influye en el plano académico. Y, en el de la cohesión social, la mezcla en el colegio es básica para que los niños aprendan a respetar al otro. Estas son algunas de las reflexiones planteadas por la catedrática Agnès van Zanten, directora de investigación en el Centre National de la Recherche Scientifique en París y referente mundial en el estudio de las desigualdades en la educación, durante una vista a Barcelona este verano.
Balance de la Fundació Bofill
Estas cuestiones marcan el camino del Pacto contra la Segregación Escolar en Catalunya, impulsado por el Síndic de Greuges con la firma del Parlament, los ayuntamientos y las entidades educativas, del que se cumplen cinco años, y del que la Fundació Bofill hizo balance ayer.
Un balance que celebra el innegable paso adelante que ha supuesto su puesta en funcionamiento [el 68% de los centros catalanes reflejan la composición de su entorno, 9 puntos más que el curso 19-20], pero que dista del triunfalismo mostrado por la consellera de Educació, Anna Simó, quien en su primera comparecencia pública tras los pésimos resultados de PISA (que hicieron evidente la preocupante desigualdad en la escuela catalana) habló de la segregación escolar en pasado y llegó a asegurar que en tres o cuatro años sería historia.
En Catalunya hay 410 centros que siguen segregados –un 17% del total–, el mismo porcentaje que hace ocho años. «Los centros más segregados, con mayor complejidad, no han recibido todas las medidas necesarias para equilibrar la compensación», alertan desde la fundación.
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