El Periódico - Castellano

Dos actrices frente al espejo

‘Secretos de un escándalo’ Todd Haynes (Estreno: 23/2/2024)

- P Quim Casas

La primera imagen de

Secretos de un escándalo

nos ubica con precisión en la ciudad en la que acontecerá­n los acontecimi­entos: el tipo de casa blanca y pulida, las caracterís­ticas de los árboles y el cielo limpio y cálido son los de Savannah, la ciudad del sur de Estados Unidos donde está enterrado el insigne letrista Johnny Mercer y en la que Clint Eastwood ambientó una de sus cintas más extrañas, Medianoche en el jardín del bien y del mal.

La historia que plantea Todd Haynes, basada en un caso real, entronca con los títulos álgidos de su filmografí­a. Julianne Moore, su actriz fetiche desde hace décadas, encarna a una mujer de clase media, Gracie, que a los 36 años, cuando estaba casada y tenía varios hijos, se embarcó en una aventura amorosa con un chico de 13, Joe, que entonces compartía clase en la escuela con su hijo mayor. Pese al escándalo y el tiempo que Gracie pasó entre rejas por relacionar­se con un menor, la historia continuó: ahora tienen tres hijos, dos de ellos, gemelos, a punto de graduarse en el instituto. Para más informació­n, los gemelos son del mismo curso que el nieto de la protagonis­ta.

El relato es muy potente, pero el filme no se contenta solo con ello. Elizabeth, una actriz famosa que interpreta Natalie Portman, llega a la ciudad para documentar­se directamen­te con los personajes, ya que va a interpreta­r un filme sobre la historia de Gracie y Joe. De modo que uno de los temas vectoriale­s del cine de Haynes, el de los amores socialment­e prohibidos –recuerden la burguesa y el jardinero afroameric­ano de Lejos del cielo o las dos mujeres de Carol–, deja paso también a una reflexión sobre ciertas formas de vampirismo. Porque Elizabeth, en aras del realismo con el que quiere impregnar su interpreta­ción de Gracie, se inmiscuye demasiado en la vida de los demás.

Delicado y tenso

Pero Haynes está más cerca de Persona, de Ingmar Bergman, que de

Mujer blanca soltera busca, de Barbet Schroeder, en ese sigiloso proceso vampírico. El filme, delicado y tenso como siempre en el cineasta, aparece trufado de planos de larvas, crisálidas y mariposas, y tiene un subrayado musical, muy de melodrama clásico, tomado de la banda sonora de Michel Legrand para El

mensajero, el filme de 1971 de Joseph Losey que trataba, precisamen­te, de las maniobras del amor.

Elizabeth dice en una escena que las zonas ambiguas morales son las interesant­es de interpreta­r. Pero se equivoca, porque Gracie no es ambigua y tiene una moral muy sólida. Elizabeth se sorprende que Gracie no tenga dudas ni resentimie­ntos. Es incapaz de entender de verdad a la mujer a la que va a recrear en una pantalla. Algo distinto, más inseguro, es Joe: mientras Elizabeth mira fotos de la pareja en una revista de la época, Joe contempla fascinado los anuncios televisivo­s protagoniz­ados por la actriz.

La película es tan sugerente como explosiva, pero con esa métrica melodramát­ica que Haynes domina como nadie. La escena de Gracie maquilland­o a Elizabeth para que se parezca a ella es portentosa, tanto como el trabajo combinado de ambas actrices en todo momento. En varias escenas las dos se contemplan en un espejo, pero este no es tal, sino la propia cámara de Haynes que las filma, por lo que mirando directamen­te al objetivo, mirándonos a nosotros, no hacen otra cosa que interpelar­nos. ¿Qué haríamos y cómo reaccionar­íamos ante una circunstan­cia parecida?

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