Un Barça de tres caras en Nápoles
El empate corroboró la inconsistencia que ha exhibido el equipo de Xavi durante toda la temporada, incapaz de completar un partido redondo ante un rival inferior como fue el conjunto italiano. La mejor fase azulgrana se observó durante la primera media hora, cuando acumuló cuatro ocasiones de gol.
Hubo un Barça hasta el minuto 60, cuando marcó Robert Lewandowski. Hubo otro Barça hasta el 75, con el empate de Victor Osimhen. Y se vio otro Barça hasta el final del partido. Tres Barças distintos que acabaron malogrando la notable imagen del equipo, más allá de que el 1-1 ensombreció el porvenir de la eliminatoria, remitiéndola al desenlace definitivo la noche del 12 de marzo.
La noche en la que el equipo y el club se juegan la temporada. El presupuesto pende de la clasificación, ya que los 10,6 millones de la UEFA por acceder a cuartos están contabilizados de antemano. La pérdida supondría un grave perjuicio. Según algunas versiones, la eliminación podría suponer la destitución anticipada de Xavi Hernández antes de que se vaya voluntariamente el 30 de junio.
«El marcador no nos da la razón», lamentó Xavi, a partir de la tesis de que el equipo, según su opinión, ha mejorado con el anuncio de su marcha. Pero el marcador sí le da la razón en otro aspecto: corrobora la inconsistencia que ha exhibido el equipo durante toda la temporada, incapaz de completar un partido redondo gestionando a su antojo el guion. Si lo hizo, fue excepcional. Y en Nápoles continuó la tendencia de la escasa fiabilidad del Barça ante un rival peor.
Empezó un Barça dominador que supo someter a un Nápoles desorientado y más inestable que el equipo de Xavi, con un entrenador nuevo, Francesco Calzona, que seguramente no tuvo tiempo de aprenderse todos los nombres de sus jugadores.
El Barça que gestionaba el juego con paciencia, que encontraba constantemente a Gündogan y Pedri y confiaba en Lamine Yamal, y que remató siete veces al marco
de Meret y evitó que su rival creara una sola ocasión. Los intentos ascendieron a 11 antes del empate, aunque la mejor fase azulgrana se observó en la primera media hora, cuando acumuló cuatro ocasiones de gol.
Receloso y desconfiado
Ese Barça se adelantó en el marcador con el quinto gol consecutivo de Lewandowski en cuatro encuentros a la hora de partido. Receloso y desconfiado de sí mismo, quiso proteger el botín. Lo hizo de la forma tradicional como dicta el dichoso estilo: conservando la posesión del balón. Pero lo conservó a través de pases entre los dos mediocentros y los defensas, invitando a que el Nápoles adelantara sus líneas y el balón discurriera en la mitad de campo azulgrana. Gündogan dejó de intervenir y Pedri perdió algunos balones.
El protagonismo lo adquirió De Jong con sus pases y conducciones y Christiansen quedó orillado. Más orillado que en el primer tiempo. El doble pivote es un mecanismo nuevo tras la marcha de Busquets y se ha perdido un eslabón en la cadena de pases, sobre todo por delante del balón.
El paulatino retroceso azulgrana acabó propiciando el gol de Osimhen. «El primer tiro a puerta», lamentó Xavi. El Barça no repara el boquete defensivo de este curso. Sólo ha conservado la portería a cero en dos de los últimos 17 partidos (desde que el Girona abrió la brecha en diciembre con el 2-4): los dos ante Osasuna.
No obstante, el equipo mejoró mucho en términos de concentración (el Nápoles solo remató un córner, por ejemplo), de agresividad (los señalados Koundé y De Jong se emplearon con rigor), de vigilancias defensivas (se redujeron los errores) y la disputa física: el duelo Osinhem-Iñigo pudo ser sancionado como falta del delantero, pero el árbitro solo vio una pugna. El Barça vio tres amarillas y ninguna el Nápoles.
La fatalidad despertó el miedo acumulado en las filas azulgranas. Si en 75 minutos solo habían tolerado un remate italiano, el del gol, a partir de entonces concedieron cinco más. Ninguno entre los tres palos de Ter Stegen.
La relación de pases más frecuente en el Barça fue la que establecieron Iñigo Martínez y João Cancelo (15, más 6 al revés), seguida de la forjada entre De Jong y João Cancelo (13 más 14) y De Jong y Araujo (13 más 6). «Nos ha faltado saber calmar el partido, dormirlo, jugar en campo contrario», admitió Xavi.
Jóvenes y expertos
«Tenemos muchos jugadores jóvenes y tenemos poquito tiempo», adujo Lewandowski, cambiando el eje del problema. El perfil de la alineación le desmintió. Joven es Pedri (21 años) que cumple su cuarta campaña en el Barça y jovencísimo es Lamine Yamal (16), a quien le queda el partido de vuelta para batir el récord de precocidad del goleador más joven de la Champions, en poder de Ansu Fati.
La alineación presentaba tres campeones de la Champions (Ter Stegen, Gündogan y Lewandowski, a quienes se le podría añadir Cancelo por su media campaña en el City) y cinco futbolistas con experiencia: Koundé, Araujo, Iñigo, Christensen y De Jong. Había desaparecido Pau Cubarsí de la alineación y Héctor Fort, otro de los juveniles, siguió en el banquillo.
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Tras el 0-1, quiso el Barça proteger el balón, pero no lo hizo con Pedri y Gundogan En 75 minutos, el equipo concedió un remate, pero llegaron cinco más hasta el final