Un nuevo telón de acero
Cuando las tropas del Kremlin entraron en Ucrania a por todas en 2022, aceleraron el camino hacia una Rusia más aislada y militarizada. Cada vez hay menos opciones para cruzar a la UE y viceversa.
Pasar los controles fronterizos para entrar en Rusia siempre ha sido un momento tenso, algo que ha ido in crescendo tras dos años de conflicto fratricida abierto contra Ucrania. Es algo que se palpa en especial en los pasos que conectan el país euroasiático con países de la OTAN, como Estonia, donde a los que quieran entrar, con especial ahínco a los que tienen doble nacionalidad, se les pregunta su opinión sobre la «operación militar especial», sobre el papel de la UE armando a «los nacionalistas ucranianos» e incluso se les solicita el teléfono y otros datos personales de cualquier persona que se encuentre en Ucrania, especialmente si está luchando junto a las tropas de Kiev.
Según informa el medio independiente Meduza –tildado de agente extranjero y organización indeseable por las autoridades rusas–, en dichos controles no solo se exige información personal por escrito y opiniones de temas candentes relacionados con Rusia y sus países vecinos, también se reclama el identificador del teléfono –el IMEI–, además del desbloqueo del dispositivo para poder instalar un programa con el que los agentes fronterizos rusos buscarán algunas palabras clave y pruebas de que la persona haya estado en Ucrania. Aunque esta dureza a la hora de cruzar era común en el puesto entre Kaliningrado y Polonia, se está estandarizando en otros pasos fronterizos con la UE.
Finlandia cierra la frontera
Además de la dureza de los propios controles, cada vez hay menos opciones para cruzar de Rusia a los países de la UE y viceversa. Uno de los países limítrofes con Rusia, Finlandia, tomó la decisión de cerrar sus fronteras orientales y así seguirá, por lo menos, hasta el próximo 14 de abril. Helsinki ve con recelo lo que Moscú ha hecho en Ucrania y tiene miedo de ser el siguiente, motivo por el que rompió su histórica neutralidad para unirse a la OTAN.
También le preocupa que Moscú provoque una nueva crisis migratoria con ciudadanos de África y Asia, como la que se produjo en 2022 entre Bielorrusia y Polonia.
Por su lado, Rusia, aduciendo una reforma de la infraestructura, cerró hace unos días el paso de Narva-Ivangorod con Estonia, uno de los más importantes para conectar el territorio Schengen de libre circulación de la UE con Rusia.
Muchos países de Europa Oriental actualmente no dan visados bajo ningún concepto a los ciudadanos rusos, como es el caso de Polonia, Estonia, Letonia y Lituania. Sin embargo, a día de hoy,
En pasos fronterizos rusos las autoridades piden el identificador del móvil para meter programas de rastreo En las escuelas se prodigan las consignas a los niños y niñas en contra de Occidente
otros países de la UE como España, Italia y Grecia siguen emitiendo visados de libre circulación Schengen para ciudadanos rusos.
Mientras tanto, en casa, la dinámica estatal busca exaltar el orgullo patrio y el militarismo de los rusos. Desde el principio, el oficialismo ha querido mostrarse como el heredero espiritual de la Unión Soviética cuando luchaba contra la Alemania nazi, algo obvio en homenajes a soldados caídos, crónicas de algunos medios o comentarios de políticos y propagandistas.
Estos canales suelen pasar por alto la adhesión al neonazismo de algunos de sus efectivos, como algunos de los antiguos mercenarios de Wagner caídos en desgracia que tenían tatuada parafernalia nazi, algo que no señalaron desde los canales públicos hasta su intentona de golpe de Estado del verano de 2023. Esta llamada a «luchar contra el fascismo otra vez» tiene el objetivo de que los rusos firmen contratos con el Ejército, que dispone de carteles de promoción de sus salarios y ventajas en muchos rincones de las ciudades rusas.
Más allá de los medios, se han intensificado los esfuerzos para inculcar estos valores a los niños con el objeto de evitar que los jóvenes sean más proclives a Occidente y deserten del régimen, como ya sucede entre algunos estratos de urbanitas. Para ello se les transmiten asignaturas de orgullo patriótico en las que se enseñan frases como: «Uno no se convierte en patriota simplemente proclamando consignas, las personas genuinamente patriotas están preparadas para defender su patria con un arma en la mano» o «la felicidad de la patria vale más que la vida».
Algunos centros se decantan por algo más práctico y enseñan a sus alumnos a montar y desmontar un fusil de asalto. Más allá del propio personal docente, que en algunos casos han fomentado performances en las que los niños construían una Z de apoyo al Ejército, hay también militares que van a hablar con los estudiantes en las aulas. Uno de los casos más recientes es el de una escuela de Ulan-Udé, cerca del lago Baikal, en la que algunos antiguos mercenarios de Wagner dieron una charla a los jovenes sobre «patriotismo».
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