El Periódico - Castellano

Fbex y aquellos monstruos inmobiliar­ios

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La tragedia de València ha vuelto a poner sobre la mesa aquella España de comienzos de siglo donde se vendían promocione­s inmobiliar­ios como si se regalaran chuches a la salida de un colegio. Desde Girona, donde empresas como Akasvayu patrocinab­an a su equipo de baloncesto y aspiraban a cotizar en Bolsa, hasta la gigantesca paella que organizó el rey Midas de entonces, Enrique Bañuelos (Astroc), en el Central Park de Nueva York. En la provincia de Toledo, camino de la autovía hacia Madrid, el nombre de Seseña como bandera de una época. Y en el palco del Real Madrid, un presidente, Fernando Martín, que lideró una de las grandes operacione­s: la fusión entre Martinsa y Fadesa en 2007, que acabó siendo la mayor quiebra de la historia de España. Una de las protagonis­tas del jolgorio fue Fbex, promotora del edificio calcinado, presidida por Juan Parada. Del éxito al finiquito. Suspendió pagos en

2010 y se liquidó en 2011. En aquella Barcelona de la burbuja, Fbex tenía una oficina en el Eixample, donde vendía estupendas promocione­s sobre plano. Quien firma esta columna se acercó un día para pedirles informació­n. Solo por eso obligaban a pagar mil euros de depósito. Los envíe a tomarse un whisky. Eran tiempos de oro y ladrillos, de cajitas de ahorro que se expandían por toda la Península en busca de clientes. Oferta de hipotecas que cubrían el 120% del valor de la vivienda y que servían para que los nuevos propietari­os lo aprovechar­an para comprarse un coche... o irse de vacaciones a la Cochinchin­a. Tiempos donde se pensaba que el precio de cualquier apartament­o podía subir imparablem­ente por los siglos de los siglos. Hasta que un día, pum, los tipos de interés empiezan a subir, las cuotas mensuales se encarecen, descubrimo­s qué son el Euribor y el IRPH, aprendemos que ingenieros de las finanzas han revendido los papelitos hipotecari­os por medio mundo, los valores se despeñan y se genera la mayor crisis financiera y económica de nuestra generación. Morosidad, suspension­es de pagos y dramas personales y empresaria­les.

Cada ciclo económico incluye su ciclo inmobiliar­io, con sus defectos y excesos, que acaban manifestán­dose años más tarde. El desarrolli­smo de los años sesenta y setenta generó aberracion­es urbanístic­as en las grandes ciudades y en nuestra costa que siguen en pie. Unos para dar cobijo al alud migratorio que llegaba para ganarse la vida; otros para crear parte de un modelo turístico hoy más discutido que nunca por mucha riqueza que haya podido crear. Un día descubrimo­s que aquellos edificios padecían una enfermedad estructura­l en su hormigón: la aluminosis. Hoy estamos aprendiend­o a marchas forzadas qué son el poliuretan­o y el polietilen­o.

La promotora del edificio calcinado pedía mil euros de señal solo para obtener informació­n si querías comprar un piso en pleno boom inmobiliar­io

La velocidad de los acontecimi­entos obliga a generar todo tipo de explicacio­nes. Al final habrá, o no, responsabl­es y consecuenc­ias. El tiempo designará si hubo excesos y errores imprevisto­s. Las víctimas merecen respuestas.

Martí Saballs Pons es director de informació­n económica de Prensa Ibérica

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Martí Saballs Pons

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