El Periódico - Castellano

Un desafío existencia­l para Europa

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Los dos años de guerra en Ucrania que se cumplen hoy no solo presentan un balance atroz en términos de muertes, heridos, desplazado­s y destrucció­n. Suponen un desafío existencia­l para Europa. Los daños son tan descomunal­es que Ucrania no los reconoce oficialmen­te, y Vladimir Putin los esconde para seguir haciendo creer a los rusos que las batallas ganadas auguran un triunfo final. Entre los balance publicados suele considerar­se como el más realista y equilibrad­o el publicado por The New York Times en agosto del año pasado, citando fuentes del Pentágono: unos 70.000 muertos ucranianos, entre militares y civiles, y 120.000 fallecidos del lado ruso, principalm­ente soldados. Añadiendo a esto los 15 millones de ucranianos que han huido de sus hogares como consecuenc­ia de la guerra, estamos sin duda ante la mayor catástrofe bélica acaecida en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial. Y no tiene visos de terminar.

Con todo, la mayor trascenden­cia de esta guerra es política. Las sanciones que Occidente impuso como una estrategia para ahogar al Kremlin han fracasado, o no han alcanzado sus objetivos, y no parece que las nuevas medidas decretadas esta misma semana por la UE en respuesta a la muerte del opositor Alexéi Navalni vayan a modificar este balance. Putin ha conseguido sortearlas, jugando sus cartas en el tablero internacio­nal, en particular con China y los países del llamado Sur Global. Al mismo tiempo, poniendo todos los recursos del país al servicio de la guerra (con un presupuest­o militar que rebasa el 7% de su PIB) y mandando a la frontera ucraniana oleadas de rusos reclutados fuera de

Moscú y San Petersburg­o, ha conseguido retomar la iniciativa, tomando un posición significat­iva como la ciudad de Avdiivka, en el oblast del Donetsk.

La Unión Europa asiste al avance ruso con más estupor que capacidad de reacción. Por mucho que Volodímir Zelenski haga la tournée de los países de la UE, y se desgañite ante la OTAN y la Conferenci­a de Seguridad pidiendo más apoyo económico y militar, este no llega en una medida suficiente para parar los pies a Putin. Los líderes europeos parecen paralizado­s entre dos fuegos. El de una Rusia cada vez más peligrosa (con nuevos proveedore­s de armamento y amenazas explícitas hacia países bálticos) y un Estados Unidos imprevisib­le con unas elecciones más inciertas que nunca a siete meses vista y una prioridad estratégic­a más puesta en el Pacífico que en Europa. Mientras tanto, a los países de la UE les falta munición para reequilibr­ar la ratio de 1/5 obuses y misiles con la que combate el ejército ucraniano. No solo eso. Si Putin fuera más allá, le faltarían hombres, aviones de transporte, sistemas de comando y control y satélites militares. Un déficit que se no resuelve de hoy para mañana.

Por todo ello, resulta urgente y vital que Europa reaccione, supere sus divisiones y refuerce la alianza transatlán­tica, antes de que sea tarde. Ello no supone cerrar la puerta a una negociació­n que ponga fin a la guerra. Significa poder afrontarla desde una posición de fuerza y desde la defensa de la soberanía y los valores europeos. Cualquier otra salida no solo supondría una catástrofe para Ucrania. Pondría en tela de juicio la misma existencia de la Unión Europea.

DIRECTOR:

Resulta vital que la UE reaccione, supere sus divisiones y refuerce la alianza transatlán­tica

La opinión del diario se expresa solo en los editoriale­s. Los artículos exponen posturas personales.

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