El Periódico - Castellano

El «colgado de la clase»

- Marta Ros

En mi vuelo iba una clase con adolescent­es. En la recogida de maletas he detectado al «colgado de la clase». Lo he avistado porque ese chico, de unos 15 años, era yo hace 30 años. La adolescenc­ia implica la interrelac­ión necesaria con afines. Ese chico, en los 20 minutos esperando las maletas, no se ha relacionad­o con nadie más que con su móvil. Nadie le ha hablado ni se le ha acercado y a su alrededor, todas y todos se relacionab­an entre sí. No me he querido aventurar a analizar solo el momento en que se fueran en manada (los «colgados de la clase» siempre andan solos al final de la fila). Este «colgado», efectivame­nte, iba solo, cabizbajo, alejado del resto, aislado. Yo también sufrí los viajes de colegio (un auténtico infierno) siendo la «colgada de la clase» (así es como me bautizaron).

¿Qué pasa cuando un grupo no se identifica con un compañero y lo lanza al pozo frío del «colgado de la clase»? ¿Por qué no empatiza con su dolor? ¿Por qué hacen todos como que no ven que está solo? ¿Eran esos adolescent­es unos bu

llies? No ¿Dónde está el plan educativo hacia el grupo explicándo­les que a un compañero no se le ningunea? ¿Y las herramient­as para crear puentes entre adolescent­es?

Cogía mi maleta y pensaba: «No sufras, ya te levantarás como yo hice, que la colgada de la clase ahora domina cuatro idiomas, viaja sin parar, reside en el extranjero, es emprendedo­ra y no se acaba su vida social». Pero no todos logran superar el ninguneo en la adolescenc­ia. Y los profesores, tutores y AFAs, ¿no han detectado aún que tienen a un «colgado de la clase»? Yo, con recoger una maleta, sí.

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