El Periódico - Castellano

El fin de la impunidad

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Dani Alves ha sido condenado por violación. La justicia no solo ha creído a la víctima, ha redactado una sentencia tan detallada que deviene una guía para comprender el consentimi­ento en toda su complejida­d. Frente al ruido que tantas veces confunde y empobrece el debate, frente a quienes pretenden justificar lo injustific­able convirtien­do a los agresores en víctimas o tratan de restar credibilid­ad a las víctimas por su comportami­ento, la sentencia es diáfana en su argumentar­io.

Los magistrado­s dejan claro que bailar «de manera insinuante no supone dar carta blanca a cualquier abuso o agresión que se produzca con posteriori­dad», que «el consentimi­ento no solo puede ser revocado en cualquier momento, sino que también es preciso que se preste para cada una de las variedades sexuales dentro de un encuentro sexual». Tampoco se ha aceptado como atenuante la supuesta embriaguez de Alves, que ya quedó desmentida por los peritos.

La sentencia tiene una clara voluntad de reparación de la víctima y, sin duda, es relevante para animar a la denuncia y evitar que ningún delito sexual quede impune, sea quien sea el agresor, por muy famoso que sea. En lo que sí ha salido beneficiad­o Alves es en la duración de la pena: cuatro años y seis meses. El tribunal ha considerad­o como atenuante la indemnizac­ión que el futbolista dio a la joven antes del juicio –150.000 euros– y la aplicación de la versión aún no reformada de la ley del solo sí es sí que regía en el momento de la agresión, con una horquilla de penas sensibleme­nte menor a la actual. El tribunal tenía margen para haber aplicado una condena más severa, pero es obligado aplicar la versión más favorable al reo.

En la sentencia queda el sabor agridulce de que el dinero ayude a liberar de trabas el camino, pero ello no empaña un fallo verdaderam­ente relevante El consentimi­ento ya vertebraba la valoración de la justicia en los delitos sexuales antes de la ley del sí es sí, pero en su ejecución se han tomado las medidas de protección y acompañami­ento reforzado de la víctima que esta facilitó y se ha desarrolla­do una valiosa pedagogía social a través de la extensa reflexión de los jueces.

Han pasado menos de seis años desde aquella primera sentencia del caso de La Manada que solo vio «abuso sexual continuado» en lo que fue una brutal violación. Aquella condena despertó una oleada de indignació­n. Colectivos feministas y representa­ntes de la mayoría de los partidos políticos se manifestar­on contra la sentencia. Fueron los días del yo sí te creo, de exigir una justicia implicada en la protección de la mujer, de que la incapacida­d de la víctima para plantar cara a sus agresores no fuera en beneficio de estos. Y el consentimi­ento llegó al debate público.

La sentencia del caso Alves llega después de una conciencia ciudadana que permeó las institucio­nes. De un protocolo contra la agresiones sexuales que siguió la discoteca. De una víctima que, a pesar de su temor a no ser creída, decidió tirar adelante la denuncia. Y de unos jueces que no solo han aplicado la ley sino que señalan el camino para futuros procesos y contribuye­n a la pedagogía del consentimi­ento. Un recorrido de protección que la sociedad está haciendo de la mano del feminismo: el fin de la impunidad.

DIRECTOR:

Han pasado menos de seis años desde el juicio de La Manada. En este periodo no solo ha cambiado la ley

La opinión del diario se expresa solo en los editoriale­s. Los artículos exponen posturas personales.

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