Hasta pronto, Mallafrè
Hoy en día el impacto de una muerte y, sobre todo, el recuerdo perdurable de esa persona se mide también en las redes sociales. El carácter espontáneo y las adhesiones al dolor que ha provocado el traspaso de Joaquim Mallafrè, traductor, lingüista y escritor, son la prueba de que la obra que nos deja tiene un peso esencial en la literatura catalana de las últimas décadas. Los traductores viven siempre en una zona intermedia, a la sombra del autor pero a la luz de la propia creación, y en el caso de Mallafrè esta presencia se había hecho visible de forma discreta y pausada, como era él, pero también con una influencia que crecía desde la maravilla del texto traducido. Es algo que se transmite de forma vital, estos días, en dos intervenciones públicas recuperadas en las redes: su participación en 2018 en el programa literario Ciutat Maragda, de Catalunya Ràdio, para hablar del Ulises de James Joyce, y la lectura en voz alta de sus últimas páginas, con el monólogo de Molly Bloom que ponía fin a la lectura pública en la librería Calders, para celebrar el centenario de su publicación, en 2022.
Joaquim Mallafrè ha sido un traductor maratoniano, por la longitud o por la dificultad del texto, y pienso en Joyce – Ulises, pero también Dublineses–, en su Tristram Shandy de Laurence Sterne, revisada recientemente para una nueva edición (en Navona), en Tom Jones de Henry Fielding y algunas obras de Samuel Beckett o Harold Pinter. Más allá de los textos, sus traducciones deben verse como una forma de pensamiento, que invitan a reflexionar. Traducir, pues, también significaba un diálogo entre culturas –por ejemplo, entre la irlandesa de Joyce y la catalana–, que le permitía profundizar en el trasvase entre la lengua popular y la culta, en beneficio de lo que él llamaba «una oralidad coherente». Cuando leemos a Joyce y Sterne, a Fielding y Steinbeck en catalán, leemos también a Mallafrè, con esa modestia velada del traductor que sabe hacerse invisible y al mismo tiempo presente, en ningún lugar y en todas partes. Y lo leeremos también en ausencia, desde la lección que ha legado a los traductores que lo tienen por maestro.
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