El trauma de Cherníhiv: «¿Cómo han podido atacar a otro pueblo eslavo?»
▶ Esta localidad del norte de Ucrania, con parte de la población nacida en Rusia, vive aún el duelo de haber sido la primera gran ciudad a la que llegaron las tropas rusas tras el comienzo de la invasión
«¿Cómo han podido atacar a otro pueblo eslavo?». A Ludmila Vasovala se le humedecen los ojos cuando se retuerce en sus pensamientos al buscar explicaciones. Está delante de una larga hilera de fotografías de soldados muertos en el frente de batalla, algunos jovencísimos y que ahora entristecen el paisaje delante de la plaza Krasna, en Cherníhiv. Es el norte de Ucrania. Por aquí pasaron parte de las unidades rusas que, procedentes de Bielorrusia, intentaron tomar Kiev hace exactamente dos años. Ludmila lo recuerda como si fuera ayer. No sólo porque tiene 75 años y nunca había vivido «ese miedo». También porque ella misma nació en Rusia.
Los suburbios de la ciudad, agujereados como un queso Emmental, aún exhiben esas cicatrices difíciles de borrar. Cherníhiv nunca llegó a caer, pero fue bombardeada por Rusia con misiles, asediada y dejada prácticamente incomunicada desde el 10 de marzo hasta principios de abril de 2022, cuando las tropas rusas se retiraron. «Iba al río porque no teníamos ni agua para beber», recuerda la anciana. «No entiendo cómo ha podido pasar», insiste esta rusa arraigada en Ucrania desde 1953, cuando los dos países eran uno: la Unión Soviética.
Al final de la avenida Myru, el teatro Taras Shevshenko es ahora un fantasmagórico bloque de piedra envuelto en un gigantesco telón. Pero esto es más reciente: un misil Iskander caído en agosto pasado. En ese momento el teatro albergaba una exposición de drones y Rusia mató a siete personas e hirió a más de un centenar, según el gobernador, Vyacheslav Chaus.
Aleksandar es muy joven y es parte de las fuerzas desplegadas en esta región del Mando de las Fuerzas Armadas del Norte. Nació en Gora-Podol, en la región de Belgorod, también en Rusia, también fronteriza con Ucrania. «Cuando empezó la invasión a gran escala me encontraba en Kiev y no pude volver a Cherníhiv. Pero después de la retirada rusa regresé», afirma, al explicar que vivió en Francia pero prefiere quedarse en Ucrania porque «solo habla ruso, ucraniano y un inglés muy precario».
Cherníhiv, en este sentido, no es ninguna excepción, pero sí una buena muestra. Salvo en el extremo oeste ucraniano no es una rareza encontrarse en el país eslavo con personas nacidas en el territorio que hoy es Rusia. Nadie sabe exactamente cuántos son. El último censo, realizado en 2001, cifró el total en más de ocho millones, un dato que muy probablemente es en la actualidad mucho más bajo. La razón es que es población anciana, que vive sobre todo en las zonas fronterizas, en el este y sur de Ucrania.
Muchos, como Ludmila, viven esta realidad como en un silencioso «dolor», como dice ella, que casi
El último censo, de 2001, cifró el número de rusos en Ucrania en algo más de ocho millones
oculta su procedencia desde que empezó la invasión rusa. «Es mejor que no se sepa demasiado». Así también respondía una oficial de las Fuerzas Armadas ucranianas al confesar su origen ruso y reafirmar su «sostén absoluto a Ucrania». Otros, especialmente los que se encuentran en las zonas más castigadas del este, se resisten a aceptar que la guerra continúe y, a puerta cerrada, achacan la responsabilidad a las autoridades de Kiev.
Mucho por reconstruir
No todos viven en la sombra. Un buen ejemplo son la Legión por la Libertad de Rusia o el Cuerpo de Voluntarios Rusos (RDK), controvertidos grupos paramilitares integrados por rusos que apoyan a Kiev. Y también Anastasia Leonova, una antigua empresaria que vivía en Moscú y desde que empezó la invasión se ha hecho conocida en Ucrania por contar su vida como médica de combate en redes sociales.
Por su resistencia a la invasión, ciudades como Cherníhiv, cuyo nombre procede de Cherni (negro, en lengua eslava), llevan hoy el título de Héroes de Ucrania, otorgado por el Gobierno ucraniano. Pero poco alivio da eso, mientras las armas no callan y con la frontera con Rusia y Bielorrusia a un tiro de piedra. Pese al apoyo para la reconstrucción, también de la ONU, el camino hacia un futuro mejor parece muy largo. Según estimaba el año pasado la Escuela de Economía de Kiev, casi 7.000 viviendas resultaron dañadas o destruidas en esta región, con un costo aproximado de reparación de 1.800 millones de dólares.
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En las zonas más castigadas del este, algunos rusos culpan a Kiev de que continúe la guerra