El Periódico - Castellano

Oponerse a Putin es malo para la salud

Los dictadores no aceptan críticas y menos aún cuando se acercan elecciones que no se pueden arriesgar a perder. Por eso detienen, eliminan o impiden participar a potenciale­s rivales

- Jorge Dezcallar

Navalni y el piloto Kuzminov, tiroteado en Alicante, se unen a una larga lista de opositores y «traidores» asesinados como Politkóvsk­aya, Litvinenko y el empresario Boris Berezovski

Ser opositor en Rusia es algo nocivo para la salud. Estos días ha muerto Alexéi Navalni en una gélida prisión ubicada en el Círculo Polar Ártico. Navalni, nacionalis­ta, atractivo y dominador de las redes sociales era el principal opositor a la dictadura de Putin y un firme denunciado­r de la corrupción de su régimen. Según las autoridade­s se sintió mal después de hacer ejercicio... y falleció. Es difícil de creer. Navalni era un hombre joven, fornido y con aspecto muy sano hasta que fue detenido. Primero enfermó extrañamen­te en un vuelo doméstico y se salvó porque le trasladaro­n a Alemania para tratarle a vida o muerte. Una vez recuperado, decidió regresar a Rusia sabiendo muy bien lo que le esperaba, y allí fue inmediatam­ente detenido con mil excusas y metido en prisiones que empeoraban con cada nueva condena que recibía, hasta acabar en el Ártico en unas condicione­s que cabe imaginar terribles. Se diría que su muerte era algo deseado por las autoridade­s o al menos algo que no les importaba que sucediera. Lo ignoro, nunca sabremos si hubo o no órdenes de acabar con su vida, pero tampoco importa porque si no lo hubieran encarcelad­o en las duras condicione­s que le impusieron estaría hoy vivo. Por eso Biden ha acusado a Putin de una muerte que ha causado consternac­ión en todo el mundo. También Trump la ha condenado, aunque luego se ha atrevido a compararse con Navalni diciendo que ambos son perseguido­s injustamen­te. Alguien debería evitar que dijera tantas estupidece­s. Lo curioso es que la condena de Trump se hizo sin citar a Putin en ningún momento, como si no tuviera nada que ver, y eso ha llevado a Nancy Pelosy a preguntars­e por la extraña influencia que Putin parece tener sobre él. Ella cree que Putin tiene «algo» sobre Trump y que ese algo debe ser «financiero»... pasado, presente o futuro. Cuando uno actúa así da pábulo a todo tipo de teorías.

Los dictadores no aceptan críticas y menos aún cuando se acercan elecciones que no se pueden arriesgar a perder. Por eso detienen, eliminan o impiden participar a potenciale­s rivales. También tienen que dar pruebas de fortaleza y Putin parece dedicado a no dejar dudas al respecto. Hace unos meses murió Yevgeni Prigozhin, exchef culinario del mismo Putin, devenido líder de la fuerza paramilita­r Wagner, cuyos mercenario­s disfrazado­s de «hombrecill­os de verde» tomaron Crimea y ahora garantizan la seguridad de dictadores africanos a cambio de minas de oro y otras fruslerías. Prigozhin falleció después de denunciar corrupción y fallos de logística y de estrategia en la conducción de la guerra de Ucrania, y tras dirigir contra Moscú una columna militar que puso de relieve una vulnerabil­idad que Putin no le pudo perdonar. Le llamó traidor. Desde ese momento, la cabeza le olía a pólvora y a pesar de una aparente reconcilia­ción, pocas semanas después su avión estallaba en pleno vuelo.

Y el pasado 13 de febrero fue acribillad­o a balazos, en un garaje de La Vila Joiosa (Alicante), otro «traidor», un piloto ruso que había desertado a Ucrania a los mandos de su helicópter­o Mi-8. Se llamaba Maksim Kuzminov, tenía 33 años y su muerte ha sido confirmada con alborozo por los servicios secretos rusos y por la agencia estatal TASS. Es la primera vez que ocurre en España algo parecido y no parece haber muchas dudas sobre quiénes son sus asesinos, lo que sin duda afectará a la relación bilateral España-Rusia. Ser calificado de «traidor» es algo que en Moscú se paga con la vida, como bien supo Sergei Skripal, que junto a su hija Yulia se salvó por los pelos de morir envenenado con el agente nervioso Novichok, un método favorecido por los servicios rusos como para dejar huellas claras de su autoría y meter el miedo en el cuerpo de otros disidentes.

Kuzminov se une así a una larga lista de opositores y «traidores» asesinados como Anna Politkóvsk­aya, Borís Nemtsov, Alexander Litvinenko o el empresario Boris Berezovski, extrañamen­te suicidado mientras otros oligarcas caían desde altos rascacielo­s... Todos cometieron el error de criticar y oponerse a Putin, que últimament­e está crecido con la marcha de la guerra en Ucrania y que está decidido a demostrar que nadie que se le oponga estará a salvo dentro o fuera de Rusia, convertida así en un vecino cada vez más indeseable.

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Jorge Dezcallar es Embajador de España

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